—¿Qué haces aquí Mateo? Vete ahora mismo de mi casa. —dijo alzando la voz.
—Por favor Tatiana, hablemos. Aunque sea una sola vez.
Samuel salió de su habitación al escuchar los gritos de su hija.
—¿Qué está pasando Alika? —preguntó con severidad.
—No es nada, mi amor. Un amigo de Tatiana que vino a visitarla. —contestó la mujer mientras miraba a su hija con los ojos bien abiertos.
—Sí, papá. Es un viejo amigo, está de pasada y vino a saludar, pero ya se iba. ¿Verdad Mateo?
Samuel frunció el entrecejo.
—¿Qué modales son esos, hija? —cuestionó el padre.— Invítale un café decesos que prepara tu madre. Me gustaría conversar con tu amigo.
Mateo sonrió con picardía.
—¿Cómo está, señor Williams? —saludó desde la puerta con respeto.
El hombre levantó ligeramente la cabeza y asintió, complacido por la cortesía y el tono educado con que el amigo de su hija se había dirigido a él.
—¡Qué joven tan educado!
—Entra —dijo Tatiana apretando los dientes, mientras le abría la puert