En la biblioteca, Ethan conversaba con su madre, quien parecía determinada a mantenerlo ocupado el mayor tiempo posible. Sus gestos eran relajados, pero él conocía demasiado bien sus maniobras.
—¿A qué realmente viniste, mamá? —preguntó con suspicacia—. No creo que sólo haya sido a ver a Oliver, como dijiste.
Stella dejó escapar una leve risa, acomodándose con elegancia en el sillón.
—Tienes razón, querido. Vine… porque quería disculparme contigo por lo de la noche de mi cumpleaños —respondió con voz suave.
Ethan alzó las cejas, sorprendido por la respuesta.
—¿Tú disculpándote? —dijo, con un tono cargado de sarcasmo.
—Hablas como si no tuviese derecho a equivocarme —replicó ella, fingiendo dignidad herida.
Él soltó una risa amarga.
—Debo estar soñando —ironizó, recostándose hacia atrás.
—¿Me disculpas entonces? —preguntó Stella, levantándose con gracia y caminando hacia la ventana, fingiendo desinterés, mientras sus ojos se desviaban hacia el jardín, donde Jazmín se encontrab