Jazmín entró a la sala de parto. Su corazón latía con fuerza, la emoción de saber que su bebé estaba por nacer, y que además de ello, Ethan le había pedido matrimonio, eran dos razones suficientes continuar luchando.
Fue trasladada de una camilla hacia la otra. El brillo de las luces blancas iluminaba su rostro, mientras el médico y las enfermeras comenzaban a rodearla, dándole indicaciones precisas de lo que debía hacer.
Jazmín sintió una contracción intensa. Apretó los labios tratando de no gritar y sosteniendo con fuerza la mano de la enfermera que la ayudaba a acomodarse en la camilla.
—Tranquila, Jazmín, respira profundo y cuando yo te diga, puja. —le dijo la doctora con voz firme— estás haciendo un gran trabajo.
Jazmín asintió. Entre cada contracción que sentía, respiraba con rapidez y pujaba con fuerzas.
—Ya casi, puja con fuerza cuando venga la próxima contracción —le indicó la doctora.
Jazmín gritó, aferrándose al borde de la camilla, dejando que su cuerpo hiciera