Narrador
Mientras la oscuridad se apoderaba de Rockefeller, un susurro tranquilo se alzaba desde las aguas del mar. Era el sonido reconfortante del agua acariciando el costado de un barco, como si la propia naturaleza estuviera tejiendo una canción de cuna para el océano.
Como si hubiera aparecido de la nada, un barco no tan poderoso navegaba sobre las tranquilas aguas, trayendo consigo de nuevo la maldad, amenazando con opacar la paz y el amor, que en la mansión Ferrer se había construido.
Sobre una mesilla, dos copas llenas de champagne amenizaban una conversación.
—¿Por qué esperas tanto ese momento? Nunca he podido entenderlo Samantha —Manuel tomó su copa y le dio un gran sorbo, mientras fijó sus ojos en el horizonte.
—No pretendo que lo entiendas, y menos ahora que ellos piensan que estoy muerta, jamás imagine que Maximiliano se acercaría a mi hija y mucho menos que ella le tomaría cariño.
Manuel se giró para verla y le sonrió irónico.
—¿No me digas que ahora no lo quieres mata