La huida.
Annia
Благословенний Бог, захисти наших дочок у цій довгій подорожі, яка розпочнеться без нас…
Dios bendito, protege a nuestras hija en este largo camino que va iniciar sin nosotros.
—Annia, ven acá niña.
—¡Mami!
—Mi pequeña Annia — siento los brazos de mi мати (mamá) acunarme como siempre me ha gustado, sus delicadas manos peinan mis negros cabellos, dejando mi cara al descubierto y me da un sonoro beso—. Ve a lavarte las manos, que pronto estará la cena.
—Sí, мати.
Estamos en nuestro pequeño apartamento de los suburbios de Borodianka, en Kiev, donde vivimos mis padres, mi abuela y yo. Somos una familia pequeña y amorosa, mi papá trabaja para el gran señor Aleksei Romanov. Papá es su mano derecha y quién le ayuda en “su trabajo” como dice él, siempre es muy reservado y nos mantiene fuera de sus asuntos, como dice mamá Це для нашого ж блага ( es por nuestro propio bien) y en realidad a mis 12 años, en lo único que pienso es en la escuela, modas, chicos y en mi primer amor.
Entro al baño y lavo mis manos y mi cara, me miro al espejo y veo mi reflejo, soy una mezcla perfecta entre los ojos azul cielo de mi padre y los labios de corazón de mi madre, aunque aún estoy delgada, mi cuerpo ha comenzado a empezado a tomar formas y ya me llegó la regla, así que ya soy toda una mujer. Me río de mis locuras y le lanzo un beso al espejo
— Eres una богиня (diosa) Ja, ja, ja.— salgo de nuestro pequeño baño y me adentro en la cocina, probando la rica comida que está calentando мати en la olla.
— Cuidado está caliente.—me dolió más el golpe de la cuchara de palo que la comida.
— ¡ Auch! Mami.
— Qué le hiciste a mi маленький (pequeña), pérfida mujer.
— ¡Тато! (Papi)—corro a los brazos de papá y le doy un sonoro beso en la mejilla.
— Ja, ja, ja ella se lo buscó.
— Ya estabas probando la deliciosa comida que prepara tu madre para nosotros.
— Sip y está de chuparse los dedos.
— Pues, si quieren comer, pongan la mesa y llamen a la abuela.
Ambos, tomamos los platos y el servicio y colocamos nuestra humilde mesa, una vez lista voy a buscar a mi abuelita que está en su taller cosiendo ropa para sus clientas.
—Abu, la cena está servida.
—Voy, mi pequeño tesoro.
Ambas nos dirigimos a la mesa y nos sentamos para comer. Antes de empezar, nos tomamos de las manos y elevamos una plegaria a dios para agradecer un nuevo día con bien y salud.
Nuestro país, vive en constantes guerras y nosotros tenemos la suerte de estar bajo el alero de los Romanov, somos una familia humilde, pero como dice mi padre “con estar vivos, con salud y un techo para dormir nos basta”.
Cenamos conversando de nuestro día, les cuento que hoy en la escuela estuvimos aprendiendo de fracciones y lo que me cuesta entender las matemáticas. Mi padre se ríe y le achaca a mamá que eso lo saqué de ella, pues él es un contador de profesión. Todos reímos y disfrutamos de esta paz familiar y de la tranquilidad momentánea que tenemos.
Recogimos la mesa y nos vamos a dormir.
A eso de la media noche escucho fuertes golpes en la puerta de nuestro apartamento y luego gritos de mi padre y otra persona que no logro descubrir quien es.
—Debes sacar a tu familia de aquí Milenko, es lo único que puedo hacer por ti. El jefe ha sido asesinado y vendrán por todos nosotros y sobretodo por ti, al ser el contador del Pakhan.
—Pe…pero ¿cómo Sergei?
—Su hermano Mijhael, se aprovechó de la tranquilidad que había tomado el jefe y a escondidas de todos urdió un plan, no sé como se aprovechó de que los hombres Lomashenko querían entrar al distrito de Irpin y de alió con éste.
—Dios, y ¿la esposa y sus hijos?
—Los sacamos a penas, van rumbo a los estados unidos, donde los enviaremos a ustedes. Debes resguardar todos los documentos y cuentas del jefe. Él, personalmente me pidió que si pasaba algo, tú y tu familia pudieran escapar por el “corredor” resguardando tú seguridad al ser el contador de la Bratva y esa es la misión que cumpliré. Ahora, dejémonos de tanto cuchicheo y mueve ese culo.
—тато…
—Mi pequeña, ve a tu habitación y toma lo más necesario. Despierta a tu abuela y dile lo mismo. Cariño…
—Lo sé, amor. Vamos Annia, debemos salir de aquí.
Con el tiempo contado, corrí a la habitación de la abuela y le desperté, al ella escuchar mis palabras, solo asintió y se levantó. Salí de su cuarto y me adentré en el mío para tomar mis cosas, en un pequeño bolso coloqué ropa, útiles de aseo y algunas de preciadas posesiones, me vestí con jeans, camiseta y mis zapatillas, tomé mi abrigo de lana y miré por última vez la que era mi habitación. Suspiré y tomé mis cosas, para encontrarme con mi familia en la puerta de la casa, dónde nos esperaba una mini suv.
No sabía, que esa sería la última vez que vería mi hermosa Ucrania y menos sospecharía que esa noche sería la última vez que vería a mis amados padres...
Algunos años después...
—Despierta, mi pequeña consentida, ya son las 6:30…
—Oh, no, no, no, no me volví a quedar dormida.
—Cariño, tú vives en estado de hibernación profunda.
—Ja, ja,ja, Marine. No me hagas reír tan temprano.
—Pues levanta ese culo hermoso que Dios te ha dado y ven a tomar desayuno con Dante y conmigo.
—Vale, voy ¿Hoy te toca trabajar en el club?
—Sip, así que te puedes quedar con este pequeñín.
Marine es mi mejor amiga, cuando llegué a Chicago, gracias a la beca que gané al terminar el colegio, conseguí quedarme en uno de los cuartos de la pensión estudiantil, pero con la mala suerte que al revisar mis documentos hubo un error y me pidieron “amablemente” retirarme.
Ese día llovía a mares, quería morir de la desesperación. Mi abuela había fallecido meses atrás y me había quedado sola en el mundo. En un país que nos acogió como refugiadas y que me dio una nueva identidad, gracias a los documentos que entregó mi abuela y que sirvieron para acabar con la vida de aquellos que terminaron con la de mis padres y su jefe.
Entré a la pequeña cafetería de la universidad y una guapa castaña me dio la bienvenida.
—Hola preciosa ¿En qué te puedo servir?— como pude levanté mi rostro — Oh, cariño. No llores…
—Perdón…— digo mientras hipeo, la castaña se sienta a mi lado y toma mi mano dándole pequeños golpecitos.
—Preciosa, todo en la vida tiene solución. Ven, cuéntale a Marine qué pasa.
Así nació nuestra amistad, aunque a Marine no le he contado y espero nunca hacerlo.
Hoy era Natalie Jones, una Norteamérica cualquiera, con ascendencia rusa o ucraniana, la gente no diferenciaba, esa era yo una apátrida disfrazada de americana.