Capítulo 4

Una amistad a prueba de todo.

Natalie/Annia

Marine es una castaña, dos años mayor que yo, viene desde Texas y se quedó por sus estudios, es una chica amable y buena para hablar que se esfuerza por sacar adelante a su pequeño hijo de tres años, mi bello angelito Dante. Cuando la conocí ese día de lluvia,

—Hola preciosa ¿En qué te puedo servir?— como pude levanté mi rostro —Oh, cariño. No llores…

—Perdón…—digo mientras hipeo, la castaña se sienta a mi lado y toma mi mano dándole pequeños golpecitos.

—Preciosa, todo en la vida tiene solución. Ven, cuéntale a Marine qué pasa.

—Estoy perdida, tengo cien dólares en mi cartera y necesito un lugar dónde alojarme. Me echaron de los cuartos de la villa de la universidad y no me dejaron explicar nada.

—Oh, cariño ¿ Estudias en la UIC?

—Sí, mi primer año de diseño.

—¡Qué bien! Yo también estudio ahí, historia del arte. Estoy por empezar mi segundo año, pero si no tienes cómo pagar un lugar para vivir ¿Cómo lo harás con la universidad?

—Por eso no tengo problema, conseguí una beca completa, se suponía que también incluía el alojamiento, pero al final no era así y me quedé en la calle.

—Mira, cariño. Si quieres, te puedo dar alojamiento por algunos días, en lo que solucionas tu tema, no puedo ver que vayas a la calle, este clima de Chicago es cambiante y puede que mañana siga lloviendo a cántaros o puede que salga el sol, así que, vamos acepta.

—¿En serio?

—Como que me llamo Marine Moon. A propósito, ¿cuál es tu nombre?

—Soy Natalie Jones, mucho gusto.

—El gusto es mío, nena. Mira, te traeré un café caliente y una rosquilla.

—Pero…

—Cortesía de la casa. Además, aún me quedan unas horas para salir.

—¿No habrá problemas?

—Para nada, le explicaré a la jefa, ella es una mujer de buen corazón y lo entenderá. Por ahora, quédate aquí que yo voy por tu café y la rosquilla.

—Gra… gracias, no sabes cuánto te lo agradezco.

—No es nada, cariño. La solidaridad entre nosotras por siempre.

Sonreí, apenas con una mueca, sentía vergüenza y pena, pero cuando ví que Marine se acercó a su jefa y le dijo algo, la mujer me miró e hizo un asentimiento y sonrió.

Por primera vez, en mucho tiempo me sentía acogida y aceptada...

Después que salimos, con vida, de Ucrania, era la primera vez que alguien, sin pedir nada a cambio me daba su mano y me ayudaba.

Así que tomé mi croquera y unos lápices y me puse a diseñar en el pequeño cafetín frente a la universidad. El dibujo siempre me fue fácil y gracias a las enseñanzas de mi Abu, aprendí corte y confección. Fue así que nació la idea de estudiar diseño y modas, ya a seis años de nuestra huída y que nos dieran nuevas identidades, bajo el amparo de protección a testigos sentía que esta era mi oportunidad y gracias a esa castaña, que atendía a todos con una hermosa sonrisa, volví a creer en las personas.

Una vez que Marine terminó su turno, amablemente me invitó a su pequeño departamento en el barrio de Bridgeport que está relativamente cerca de UIC, la Universidad de Chicago, dónde ambas estudiábamos, y, por lo que me cuenta mi nueva amiga, es relativamente cómodo y económico. Camino a su casa, me cuenta de su pequeño hijo, Dante y de cómo quedó embarazada de un imbécil que la dejó el día que supo que lo estaba y la obligó a escoger, ella no quiso ab0rtar y decidió por su bebé. Su pequeño era su vida y por este, ella trabaja en el día en la cafetería y en la noche, tres veces por semana, como bailarina exótica en un club nocturno. En este trabajo ella conocía a muchos hombres poderosos, tanto en el buen sentido como en el malo. Me contaba de sus clientes como si nada, desde hombres que son del bajo mundo hasta de tipos con muy buen estatus, como lo es uno de sus clientes VIP, un riquillo de la alta sociedad que venía desde Rusia. Este, era el tipo quién le proporciona los medios económicos para vivir en ese pequeño apartamento.

Marine, es muy abierta en contarme todas sus cosas, no llevábamos ni 24 horas juntas y ya sabía hasta que pasta dental utilizaba, pero era divertido. Me hacía sentir bien, algo así como en casa. De hecho, me contó que no solo bailaba, sino que a veces, si la oportunidad lo ameritaba, usaba su cuerpo para obtener mejores ganancias. Del ruso, me contó que sólo la usaba para sus bailes y de compañía, pues, una vez le dijo que ella se parecía a su hermana fallecida y que desde que la vió la hizo algo así como su protegida.

—Guau, Marine. Todo lo que me cuentas es tan surrealista, es como vivir en dos mundos alternos.

—Pues, algo así. Gracias a Romanov, tengo donde vivir y que comer, pero eso no obsta a que haga algunos trabajitos para darme mis gustos y pagar la universidad, por eso no dejo la cafetería.

—Y ¿crees qué yo pueda encontrar un trabajo ahí?

—¿En el club? Eres bellísima, te aseguro que…

—¡No! En la cafetería, necesito juntar dinero para pagar algún cuarto u otra cosa dónde quedarme, no puedo aprovecharme toda la vida de la buena voluntad de la gente.

—Ja, ja, ja, perdón Nat. Pensaba que querías trabajar en el club.

—Soy demasiado chapada a la antigua, no me malinterpretes, pero no me veo bailando — me río con ella y es que de verdad no soy así.

—Te entiendo, pero te propongo algo.

—A ver, dime.

—Mira, mañana hablamos con la jefa, para que puedas tomar algunos turnos. Siempre se necesita gente en la cafetería y en cuanto al lugar, te quedas con nosotros y me ayudas con Dante los días que tenga que ir al club. Yo te pago con alojamiento y me quedo más tranquila, mientras cuidas de mi bebé, es un ganar y ganar.

—Pero yo nunca he cuidado niños.

—No te preocupes, sólo sería en las noches y Dante duerme como tronco, ya verás que es un niño dulce y tranquilo y creo que se llevarán bien.

—Está bien, lo acepto. Al mal paso darle prisa, dicen por ahí...

—Esa es mi chica, pero piensa lo del club, mira que es una buena entrada.

—Oh, no, no, no. Mejor la cafetería, perdona, pero no me atrevería, de verdad que soy muy pudorosa.

—Okey, Natalie. Me gusta tu forma de pensar y espero que esta sea la forma de emprender un buen negocio para ambas y una buena amistad.

—Te lo agradezco, si no me hubieras hablado, lo más probable es que hubiera pasado la noche bajo la lluvia o en algún albergue.

—Echémosle la culpa al destino, al parecer quería que nos encontráramos. Mira, ya llegamos a la guardería, espérame unos minutos.

—Okey.

Me quedé sentada, en la comodidad del pequeño Beatle de Marine, mientras ella bajaba con un paraguas a buscar a su hijo. No fueron mas de cinco minutos los que se demoró, su pequeño venía dormido y parecía un angelito. Me pidió sentarme atrás para llevarlo en los brazos y luego nos fuimos rumbo al lugar dónde comenzaríamos nuestra loca aventura.

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