Víctor observa a su padre salir de la oficina, y un suspiro pesado escapa de sus labios. El nerviosismo aún lo rodea, con el corazón cargado y la mente tomada por una tormenta de emociones confusas. Hay rabia, decepción, miedo, celos y una profunda sensación de traición. Todo dentro de él parece mezclarse, y no logra identificar qué sentimiento lo domina más.
Intenta calmarse antes de buscar a Marina. La idea de confrontarla lo atormenta, mientras preguntas incómodas surgen en su mente. «¿Debo ir directo al punto y decir que sé lo que está pasando?» «¿O sigo fingiendo que no sospecho de nada?» Estos pensamientos lo consumen, y las ganas de resolver la situación a la fuerza casi lo llevan a actuar por impulso.
Cuando finalmente logra apaciguar un poco los nervios, sale de la sala y comienza a buscar a Marina. En el camino, se dirige al escritorio de su secretaria.
— ¿Viste a Marina? — pregunta, con un tono que intenta sonar casual.
— Sí, señor. La vi entrar al ascensor hace poco — resp