Aunque no quiere alarmarse con la situación, Víctor percibe la mirada asustada de Marina y entiende que necesita actuar.
— No te intimides con esto, ¿de acuerdo? Sabes que los abogados pasan por este tipo de cosas todo el tiempo — declara, con la intención de tranquilizarla.
— Lo sé — responde ella, tratando de recomponerse. — Solo que no esperaba que sucediera tan pronto.
— Mejor no pensar demasiado en ello. Ponte algo de ropa y desayunaremos fuera. Ya no confío en lo que nos entregaron — comenta, alisando la nota amenazadora y tomando una foto de ella junto con el paquete alterado que recibieron.
Marina camina hacia su habitación, eligiendo una ropa ligera pero formal, ya que el día promete ser caluroso en el río. Al regresar a la sala, encuentra a Víctor ya listo, vestido impecablemente.
— Vamos — dice él, abriendo la puerta del apartamento y dejándola pasar primero.
Bajan hasta el estacionamiento, donde Víctor destraba un coche. En silencio, ambos se suben y recorren las calles de