Al volver a la mesa, Marina nota que Víctor ya no está acompañado de su «amiga». Con un suspiro discreto de alivio, se sienta y decide terminar el café, ya frío.
— ¿Por qué te fuiste? — pregunta Víctor, alzando una ceja al verla acomodarse de nuevo.
— Aproveché que estabas ocupado para llamar a mis padres — responde, intentando sonar casual.
Víctor sonríe, esa sonrisa que la hace sentirse constantemente desafiada.
— ¿Estás segura de que fue solo eso? ¿O te fuiste porque sentiste celos de Rebecca?
Marina entrecierra los ojos, sorprendida por la acusación.
— ¿Celos? — suelta una breve risa incrédula. — Ahora sí te estás sobrestimando, señor Ferraz. ¿Por qué sentiría celos? — replica, como si aquel comentario fuera lo más absurdo que ha escuchado.
Víctor sonríe de lado, satisfecho con su reacción, y vuelve a comer en silencio. Marina se concentra en el café, sin ganas de prolongar ninguna interacción innecesaria.
Tras unos minutos de silencio incómodo, Víctor revisa su reloj y decide ade