Aún aturdida por sus palabras, Marina lo mira, como si buscara alguna confirmación en el brillo intenso de los ojos de Victor. Su mente parece incapaz de procesar el momento. Las flores, el ambiente cuidadosamente decorado, la caja elegante en sus manos… y ahora, aquella pregunta que hacía que su corazón se desbocara.
—¿Tú… tú hablas en serio? —susurra, con la voz temblorosa, casi en un murmullo de incredulidad.
Víctor sonríe, con una expresión ansiosa y tierna.
—Nunca he estado tan serio en toda mi vida, Marina. Eres todo lo que quiero, todo lo que necesito. Así que, por favor… di que sí.
—Acepto —susurra emocionada, mientras la primera lágrima corre por su rostro—. Claro que acepto.
Aliviado al oír una respuesta positiva, Victor sonríe y la felicidad inunda su semblante. Lentamente, saca el anillo de la lujosa caja y, con manos firmes pero delicadas, desliza la joya en su dedo.
Marina observa el brillo del anillo bajo las luces, pero nada opaca el calor que siente al mirar a Víctor.