Al notar la firmeza con que Marina declara sus palabras, Víctor la atrae hacia un abrazo más apretado, como si quisiera fundir sus cuerpos en uno solo. Respira hondo, sintiendo la confianza de ella como algo casi tangible.
— No puedo creer que estés empezando a volverte atrevida — bromea, separándose un poco, aunque todavía mantiene las manos sobre sus hombros. Marina se sonroja de inmediato mientras lo mira con una sonrisa tímida.
— Fuiste tú quien dijo que debía perder la vergüenza, ¿no es así? —Lo provoca, con la voz suave, pero llena de seguridad.
Víctor suelta una risa baja, sorprendido y encantado con la respuesta.
— Sí, lo dije… — afirma, deslizando su mano hasta la de ella, entrelazando sus dedos. — ¿Vas a casa de tu abuela? — pregunta mientras comienzan a caminar tomados de la mano.
Marina aprieta suavemente su mano, sin apartar la mirada.
— Iba a hacerlo… — responde, dudando un momento antes de sonreír con decisión. — Pero ahora que estás aquí, quiero quedarme contigo.
Él se