Víctor está en su despacho, concentrado en el trabajo, cuando su celular vibra con un mensaje de Marina. Ella le cuenta que está subiendo al autobús con sus padres para visitar a la abuela y que lo avisará cuando lleguen. Junto al mensaje, envía una selfie, sentada en el asiento del autobús, su rostro iluminado por la luz suave que entra por la ventana.
Él se queda inmóvil, mirando la foto, sintiendo cómo el corazón se aprieta. El pensamiento de no saber cuánto tiempo estará lejos de ella lo inquieta. Escribiendo una respuesta rápida, le desea un buen viaje, pero en lugar de volver al trabajo, sigue mirando la foto. Marina es como una droga para él, y después de haberla probado, ya no sabe cómo vivir sin ella. Una sonrisa se dibuja en su rostro y una sensación de añoranza lo invade mientras contempla la mirada serena de ella en la imagen.
Mientras continúa perdido en la foto, la puerta del despacho se abre de repente. Levanta los ojos y ve a su hermano y a su madre entrando en la sala