Los ojos de Marina se fijan en los de Víctor, buscando una respuesta. La mirada curiosa deja claro que quiere entender hasta dónde llega la verdad en sus palabras. Quería saber si él estaba siendo sincero o simplemente jugando otro de sus juegos. Pero la expresión seria y firme que mantiene no parece dar espacio a bromas.
Al darse cuenta de que él la observa en silencio, Marina siente un calor subirle al rostro, comprendiendo que quizá sus preguntas habían sido más invasivas de lo que pretendía. Un rubor discreto aparece en sus mejillas y desvía la mirada, sintiendo cómo la incomodidad se instala.
Sin embargo, él nota su silencio y, al contrario de lo que imaginaba, se da cuenta de que Marina no lo bombardea con preguntas como esperaba.
— ¿Qué pasa? —pregunta él, con voz baja y un toque de incertidumbre evidente.
— No es nada… —murmura Marina, apartando de nuevo la mirada, aunque la incomodidad es evidente—. Tal vez pregunté algo que no era de mi incumbencia, ¿no? —añade, sintiendo el