Ethan corría por la playa con el corazón latiendo tan fuerte que sentía que podía salirse de su pecho.
A pesar del escándalo con Sophie, de las miradas inquisitivas de la gente y del deseo de simplemente desaparecer de la faz de la Tierra, lo único que verdaderamente le importaba en ese momento era Ava.
“Esto no le hace bien al bebé…”, pensó con un nudo en el estómago, frenando en seco al verla a lo lejos.
Ava estaba sentada en la arena, con el rostro hundido en sus manos. Sus hombros temblaban suavemente, y los sollozos se escapaban de su boca en un lamento contenido.
Ethan sintió que se le partía algo por dentro. No era la misma angustia desesperada que sintió cuando pensó que había desaparecido horas atrás.
Era una pena más profunda, más amarga… más silenciosa.
Se acercó con cuidado y se arrodilló a su lado.
—No deberías estar sola así —murmuró.
Ava levantó la cabeza apenas unos centímetros, sin mirarlo directamente.
—Ve con tu prometida, Ethan —susurró con voz quebrada—. No est