La oscuridad cedía poco a poco, como una neblina densa que comenzaba a disiparse. Ava sintió primero el peso de sus párpados, luego una presión en la sien, como si un tambor retumbara dentro de su cráneo.
Le costaba distinguir si lo que escuchaba era real o parte de un sueño mal construido.
Murmullos.
Ecos suaves, voces amortiguadas que no lograba entender.
Parpadeó con dificultad. Una luz blanca le hizo entrecerrar los ojos y luego los abrió de nuevo, lentamente. Estaba acostada en una cama que no reconocía, conectada a una vía intravenosa, con una leve molestia en el brazo izquierdo y el cuerpo entero como si hubiese sido golpeada por un tren.
Movió la cabeza con torpeza, primero a la derecha... luego a la izquierda. El monitor cardíaco marcaba su ritmo con insistencia. Su respiración era superficial y su mente, una maraña confusa.
—Ava... —susurró una voz apremiante—. Ava, ¿me escuchas?
La figura que se acercó rápido a su lado fue Ethan. Su rostro reflejaba alivio, preocupac