El vuelo de Gabriel hacia Londres fue algo turbulento debido a la fuerte tormenta, pero un avión de esa capacidad podía soportar aquellos embates de la naturaleza y llegar a puerto firme.

El hombre comenzó a bajar del avión y sacó su móvil para llamar a su esposa, pero en ese mismo instante le entró una llamada de su asistente Deyanira.

—Dime— dijo el hombre cortante.

—Gabriel— dijo la joven con su voz dulce – ya te estamos esperando en la salida del aeropuerto. Los señores Manson y González te están esperando.

Gabriel solo suspiró de manera profunda. Quería llegar al hotel y darse un baño y cambiar sus ropas para presentarse en la fiesta de clausura del contrato millonario que estaba por concluir, y al parecer debería dejar esos planes a un lado.

—Sí, ya los vi— dijo algo inquieto— trata de comunicarte con mi esposa y dile que llegué bien. No quiero que ella se preocupe.

La joven sonrió con tristeza al oírlo hablar de su mujer.

—Sí, claro. La llamo de inmediato— dijo la asistente de