Deyanira va saliendo de la empresa de la oficina con su caja de efectos personales, cuando se encontró frente a frente con Kathy y con Celia. Ambas se dirigían a la zona de archivos, para dar inicio a sus nuevas labores.
Kathy, al verla, sonrió de manera malévola. Deyanira cargaba una caja en sus manos y su cara mostraba muy poca felicidad.
—Vaya, querida Deyanira. Al parecer tus planes de conquista por el hombre que le pertenece a mi hermana no funcionaron para ti. Tantos años arrastrándote como una serpiente trepadora y no lograste ni siquiera un poco de su cariño— no suavizó las palabras. Cada una de ellas están impregnadas de un odio que no puede disimular.
La joven rubia simplemente la miró de arriba a abajo, como cuando hay un mosco en la leche. Alguien realmente molesto; sin embargo, tenía que existir. Sonrió con cinismo. Aun a las alimañas no se les puede negar la oportunidad de tener vida y, si tiene sueños, luchar por alcanzarlos.
No se le podía negar la oportunidad.
Pero