Karen pestañeó rápidamente para esconder aquellas lágrimas de impotencia que pugnaban por salir y trago con fuerza el nudo que se formó en su garganta por el dolor al ver como todas sus ilusiones y sueños poco a poco se iban derrumbando hasta sus pies.
Cada palabra de su buen amigo reventó el corazón frágil de la joven.
—Gracias, doctor Nicolás — dijo con la voz quebrada- de verdad lamento mucho todo lo que ha pasado. Yo pensé que ella iba a aprovechar la oportunidad que el destino me negó.
—Ve tranquila, Karen. Aquí no hay ningún resentimiento hacia ti y de verdad me duele que hayas perdido esta oportunidad. Cuando decidas volver las puertas están abiertas para ti.
La joven después que estrechó la mano del decano que era un buen amigo y el padre de su mejor amiga, salió de esa oficina limpiándose las lágrimas de rabia, impotencia al ver la deslealtad y la falta de amor que tenía Celia hacia ellos.
Ambas mujeres caminaron por la calle en un silencio fúnebre.
Karen sacó la mano para l