Una hoja mecida por el viento es semejante a Karen que no podía controlar el temblor que tenían su cuerpo. Aún no salía de la sorpresa de haber cambiado de oficina y de jefe.
—¡Esto está mal! — dijo al llegar a la oficina – estoy segura qué ese hombre me va a hacer la guerra, de eso lo tengo bien seguro.
Un hombre regordete salió detrás de uno de los archivadores cuando la sintió llegar y sonriendo se le acercó.
—Hola, niña — dijo el hombre amable — ¿qué haces aquí?
Karen dejó salir el aire de sus pulmones y se quedó mirando al bonachón y tímida le sonrió.
— Me acaban de enviar acá — dijo nerviosa — pero no sé a qué vengo.
Elmer lleva tiempo trabajando en la empresa y conoce cada documento de esos archivos. Subió las gafas por el puente de su nariz para mirarla y luego le sonrió.
—Hace unos días pedí un asistente. Debemos digitalizar todos los documentos viejos. Supongo que tú eres esa auxiliar.
Karen respiró más tranquila.
—Ah, bueno. Entonces dígame qué es lo que debo hacer — dijo —