La atmósfera en la sala de reuniones de Stormwood es densa, cargada de desconfianza y orgullo. Einar está sentado en la cabecera de la mesa, con los brazos cruzados y una mirada que podría cortar el aire. Frente a él, Caleb se encuentra recostado contra la pared, con una expresión aparentemente relajada pero con los ojos atentos, como si analizara cada movimiento. Entre ellos, Lía se mantiene de pie, su rostro sereno pero firme.
—Esto no será fácil —comienza Lía, mirando a ambos hombres con determinación—, pero no tenemos otra opción. Si queremos proteger a nuestro hijo y a la manada, ustedes dos deben trabajar juntos.
Einar suelta un suspiro pesado y golpea la mesa con la palma de la mano.
—No necesito su ayuda, Lía. Puedo manejar a Ragnar y su manada yo solo.
—¿De verdad? —responde Caleb con una sonrisa sarcástica, levantando una ceja—. Porque desde donde yo estoy, parece que Ragnar ya tiene un pie dentro de tu territorio. Si realmente tuvieras todo bajo control, no estaríamos aquí.