Einar es el alfa más arrogante y dominante que he conocido la manada Stormwood. No ha permitido que la debilidad o el interés genuino por algo lo debilite, ha cumplido su propósito de liderar durante toda su vida. Nunca ha sido un problema que todo lo que desea lo tenga, pero todo cambia cuando se cruza con Lía, una omega que podría detrás de una fachada frágil ser la clave para su vida. Dadas suaves, pálidas y presuntamente inofensivas, Lía no esperaba llamar la atención de nadie. Quedar embarazada del hijo del alfa solo ha aumentado su problema, y está atrapada en una guerra entre lo que quiere y lo que simplemente se le cruza. Einar sin embargo no acepta dejarla ir a pesar de su frialdad y orgullo. Debido a ello, Lía deja Stormwood acompañada de Caleb, un alfa de otra manada que en su momento de desesperación le ofrece un refugio seguro. Elijo lo que más duele, y Lía se aleja de Einar para dar a su hijo una vida estable, pero segura. Pero Einar no se dejará robar lo que considera suyo. Lo que viene a continuación es una guerra emocional donde el orgullo choca con el deseo y los sentimientos reprimidos. ¿Einar estará dispuesto a cambiar todo por Lía?
Ler maisEinar camina por el bosque con la cabeza en alto, el pecho firme, y cada paso que da es una demostración de su fuerza y de su dominio absoluto. Para los suyos, él es mucho más que el alfa de la manada Stormwood; es la encarnación de su legado, el protector que no teme a nadie, ni siquiera a sus enemigos más mortales. Desde temprana edad, fue educado en la dureza de los inviernos y en la rudeza de la selva, en las estrategias de lucha y en la crueldad que supone ser el líder de una manada salvaje. Einar no recuerda un día de su vida en el que no haya tenido que demostrar su valor, su destreza y su autoridad.
Nació para mandar, pero con el peso del liderazgo vinieron las expectativas y, con ellas, la frialdad. Ser líder no le permitía el lujo de mostrar vulnerabilidad ni debilidad. Sus padres, los anteriores alfas, se aseguraron de que cada error fuera corregido con lecciones severas, y él aprendió que cualquier indicio de compasión o duda se pagaba caro. Esa fue la clave para convertirse en el alfa arrogante y temido que es hoy. En su mirada, Einar lleva el peso de su historia, de una vida llena de batallas y decisiones difíciles, de una soledad que se oculta detrás de su fachada de autoridad y orgullo. Nadie se atreve a desafiarlo; quienes lo han intentado han sido silenciados. La arrogancia es un escudo, y aunque algunos lo llaman tirano a sus espaldas, él considera que es lo necesario para mantener el orden. Si él no controla cada aspecto de su manada, si no impone su voluntad con puño de hierro, Stormwood se desmoronará. Einar regresa al campamento con el ceño fruncido, sus ojos fríos y penetrantes observando a cada miembro de su manada con juicio y autoridad. No tolera la pereza ni la incompetencia. Cada uno tiene un rol, una responsabilidad, y en su mundo, cualquier tarea sin cumplir es una ofensa personal hacia él. Lia, una joven omega de la manada, ha estado trabajando diligentemente a su lado desde hace semanas. Aunque no es la más fuerte ni la más rápida, es constante y tiene un corazón paciente y generoso. Pero esas cualidades, para Einar, no tienen el menor valor. Para él, la bondad y la mansedumbre son características inútiles, casi irritantes. Cuando la ve acercarse, sus ojos se estrechan con desaprobación. En realidad, no tiene nada específico en contra de ella, pero su mera presencia parece exasperarlo. Quizás es el contraste con su propia frialdad o la serenidad en sus ojos que le resulta incomprensible. A Einar le molesta su forma de ser, su falta de instinto para defenderse, su aparente aceptación de cualquier cosa que se le ordene. —¿Qué haces aquí, Lia? —le pregunta con voz áspera, su tono lleno de impaciencia. Lia baja la mirada por respeto y un toque de temor. Conoce la reputación de su alfa y sabe que, aunque intenta cumplir siempre con sus tareas, a él nunca parece serle suficiente. —Solo quería saber si necesita algo más, Alfa —responde en voz baja, tratando de no provocarlo. Einar la observa con una mezcla de desdén y burla apenas perceptible en sus labios. —¿Necesitar algo de ti? —murmura con desprecio, como si la mera sugerencia fuera absurda—. No necesito nada de una omega que apenas sabe hacer lo que le dicen. ¿No tienes otra cosa que hacer, Lia? Ve a ocuparte de algo útil. Limpia la ropa de la manada; es lo único para lo que eres buena. Lia parpadea, sorprendida por la dureza de sus palabras, pero no se atreve a decir nada. Está acostumbrada a recibir sus órdenes sin protestar, a soportar el trato frío y distante que él le da. Se da la vuelta, ocultando la tristeza en sus ojos, y se dirige hacia el lugar donde se acumula la ropa que necesita ser lavada. Einar la observa alejarse y siente una pequeña punzada en su interior, una incomodidad extraña que sacude sus emociones por un instante. Es fugaz, casi imperceptible, y la desecha al instante. No tiene tiempo ni paciencia para contemplar sus actos o sus palabras; para él, la disciplina y la dureza son lo único que entienden sus subordinados. La figura de Lia desaparece entre las sombras del campamento, y Einar simplemente se da la vuelta, como si nada hubiera ocurrido. Está convencido de que todo está en su lugar, que cada miembro de su manada cumple su rol de acuerdo con su propia voluntad. Si ella es demasiado débil para reclamar algo mejor, entonces eso no es asunto suyo. El respeto que inspira es incuestionable, pero está basado en el miedo. Einar lo sabe, y en cierto modo, lo prefiere así. La lealtad forjada en la devoción le parece frágil y débil. Prefiere la obediencia absoluta, la sumisión de aquellos que saben que desobedecerlo significaría desafiar su propio destino. Esta certeza lo hace mantenerse firme en sus decisiones, convencido de que todo debe salir como él lo ha planeado. Para él, las relaciones son simples intercambios de poder. Jamás ha tenido interés en el amor ni en el afecto; los considera debilidades. Su atención se enfoca en su responsabilidad y en sus enemigos, en los rumores de alfas que desean arrebatarle el territorio y en la necesidad de mantener su manada en pie. A veces, mientras patrulla solo en la oscuridad, se permite un respiro, una pausa en la que contempla el bosque y el cielo. En esos momentos, Einar no se siente ni alfa ni guerrero; solo es un hombre que lleva el peso de su manada sobre los hombros. Pero esas noches son escasas, y él las ahoga rápidamente en el deber y la disciplina. Einar es un alfa que lo tiene todo controlado, menos su propia alma, esa que, sin saberlo, lleva años deambulando en la sombra de su poder.Promesas Bajo la LunaLa noche envolvía Stormwood con su manto oscuro, bañando el bosque en una luz plateada que se filtraba entre las copas de los árboles. El viento silbaba suavemente, llevando consigo los ecos lejanos de la naturaleza que volvía a reclamar su paz después de tantas batallas.El campamento dormía, pero en la cabaña principal, dos almas permanecían despiertas.Lía se encontraba sentada junto a la ventana, con su hijo dormido entre sus brazos. Sus dedos acariciaban suavemente los mechones oscuros del bebé, mientras su mirada se perdía en la inmensidad de la noche. La tranquilidad que los rodeaba era frágil, como si cualquier sonido pudiera romperla.Detrás de ella, Einar permanecía en silencio, recostado contra el marco de la puerta. Su cuerpo aún mostraba las cicatrices del duelo con el alfa rival, pero la herida más profunda era la que no se veía… la que había quedado en su corazón después de poner en riesgo a su familia.El silencio se prolongó entre ellos, pesado p
El sol despuntaba sobre los bosques de Stormwood, bañando la manada con su luz dorada mientras el aire fresco de la mañana traía consigo la promesa de un nuevo comienzo. Aunque las cicatrices de la reciente batalla seguían marcando la tierra y los corazones, la vida continuaba. El instinto de supervivencia que los mantenía unidos ahora los impulsaba a prepararse para lo que pudiera venir.Desde lo alto de la colina, Einar observaba el claro donde los jóvenes de la manada se reunían en círculo. Sus ojos fríos y calculadores recorrían cada rostro con una mezcla de orgullo y determinación. Sabía que la paz era frágil… y que solo con preparación podrían mantenerla.—¡Formación! —rugió con voz firme.Los jóvenes se movieron rápidamente, adoptando las posiciones que habían aprendido en los entrenamientos básicos. Algunos aún tambaleaban, torpes en sus movimientos, pero la voluntad de aprender ardía en sus ojos.Lía lo observaba desde la distancia, con su hijo en brazos. Aunque su papel en l
El sol comienza a ocultarse tras las montañas, tiñendo el cielo de tonos ámbar y púrpura. El aire huele a tierra húmeda y leña encendida mientras la manada Stormwood se reúne en el claro central, el corazón del territorio. Las cicatrices de la batalla aún son visibles en algunas cabañas dañadas y en los cuerpos de aquellos que lucharon, pero la esperanza palpita en el ambiente, más fuerte que nunca.Lía observa desde la cima de una pequeña colina, con su hijo en brazos. El bebé duerme acurrucado contra su pecho, ajeno a las tensiones que han marcado los últimos días. Su cabello oscuro es una copia del de Einar, pero su pequeña nariz respingada y la curva suave de sus mejillas le recuerdan a Caleb. Ese pensamiento le arranca una punzada de melancolía, aunque la oculta rápidamente. Esta noche no hay espacio para el pasado… solo para lo que viene.Einar camina hacia ella con paso firme, sus heridas aún visibles bajo la camisa de lino blanca que viste. Aunque su cuerpo no ha sanado por co
El sol apenas comienza a teñir el cielo con tonos dorados cuando Caleb se detiene en el límite de Stormwood, con su mochila de cuero colgada al hombro. El aire fresco de la mañana envuelve el bosque, y la brisa suave acaricia las hojas, como si la naturaleza misma se despidiera de él.Lía lo observa desde la distancia, con el corazón encogido. Sabía que este momento llegaría, pero eso no lo hace más fácil. Caleb siempre había sido su roca silenciosa, el amigo que estuvo a su lado incluso cuando el destino los obligó a tomar caminos diferentes.Con pasos lentos, se acerca a él. Caleb, con la mirada clavada en el horizonte, se gira al sentirla. Sus ojos oscuros la recorren con una mezcla de nostalgia y resignación.—¿De verdad tienes que irte? —susurra Lía, rompiendo el silencio.Caleb suspira, pasando una mano por su cabello desordenado.—Stormwood nunca ha sido mi hogar… y lo sabes. Mi lugar siempre ha estado con mi propia manada. Pero… —Hace una pausa, como si las palabras le pesaran
La luna se alza alta sobre Stormwood, proyectando una luz plateada sobre el territorio silencioso. La manada intenta sanar las heridas del ataque, pero las cicatrices invisibles son mucho más profundas. Lía se mueve entre los miembros, sintiendo la tensión en el aire, como si una amenaza aún latente se ocultara entre las sombras.Einar descansa dentro de su cabaña, su cuerpo aún debilitado por el duelo con el alfa rival. Caleb patrulla los límites junto a un grupo de guerreros, pero incluso su presencia no logra calmar el malestar que se ha instalado en Stormwood.Algo no está bien.Lía lo siente en lo más profundo de su pecho.Durante días, los suministros han desaparecido de los almacenes sin explicación. Las trampas colocadas en los límites aparecen desactivadas, como si alguien desde dentro hubiera advertido a la manada rival antes del ataque. Nadie quiere decirlo en voz alta, pero los susurros recorren los rincones del campamento: hay un traidor entre ellos.Lía se niega a ignora
El sol comienza a asomarse por el horizonte, iluminando un escenario de destrucción. La manada de Stormwood ha sobrevivido al ataque, pero las heridas—físicas y emocionales—siguen abiertas. Lía camina entre los miembros caídos, su corazón latiendo con fuerza ante la devastación que la rodea. Hay cuerpos inmóviles en el suelo, algunos de los suyos, otros de la manada enemiga. Los lobos heridos reciben atención de los sanadores, pero el dolor en sus ojos es imposible de ignorar. Einar aún se recupera de sus heridas, recostado en una camilla dentro de la cabaña principal. Su duelo contra el alfa rival casi le costó la vida, y aunque lo venció, sus fuerzas se vieron llevadas al límite. Caleb, por otro lado, se ha hecho cargo de la vigilancia del territorio, asegurándose de que no haya más amenazas inmediatas. Pero la verdadera batalla ahora es otra: mantener a la manada unida después de la tormenta. Lía lo sabe. La tensión se siente en cada rincón del territorio. Algunos miembros aún
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