Silas.
—Oye, amigo —Axel me abrazó de lado como si fuéramos los mejores amigos—. Desde que conocí a Malena, mi poder ha aumentado.
—¿Ajá?
Iba hacia el comedor, solíamos comer todos juntos para estar al tanto de cada situación. Él me encontró en el camino.
—¿No merezco un ascenso? —Me vio de reojo con picardía—. Puedo pelear en primera línea, estoy seguro.
—Ni lo sueñes, es peligroso. Si te pasa algo, ¿cómo crees que quedará Malena? Y si Malena está mal, Naomi está mal —bufé, quitándomelo de encima.
Pasaron varios días después de la confesión en vivo que tuvieron Silvana y Lucas.
Mi hijo ya tartamudeaba varias palabras para tratar de comunicarse con los adultos.
—¿Por qué no admites que de verdad te preocupas por mí? —Hizo ojitos de niño.
—Ya quisieras, Axel.
—Pronto seré papá, y debo admitir que las cosas pasaron muy, muy rápido… —murmuró—. Quedó embarazada después de la primera vez, me siento estúpido.
Me compadecí de él.
Era parecido a mí en ese aspecto, yo también dejé