Naomi. Llegamos justo a tiempo y Rowan se hizo cargo de los que amenazaban con la vida de Silas. Él se desmayó, yo corrí para atraparlo con mis brazos, no me importaba su peso. —Está herido —dije, al ver que su espalda sangraba—. ¿Dónde están los demás? —Déjame ver —pidió Rowan. Le di un permiso. Él colocó su mano sobre la mejilla de su papá, estuvo analizando cada parte de su cuerpo como un profesional, y eso que era un niño. —Sólo le dieron algo para dormir, tal vez por eso se veía muy cansado —comentó, viéndose intelectual. —¿Y su herida? —Papá es muy fuerte. Sanará sola —sonrió. Suspiré, aliviada—¡Silas! —La voz de Silvana me hizo voltearme. Ella venía apoyada en Axel, ya que tenía un disparo en la pierna y varios rasguños en todo su cuerpo. —¿Q-qué ha pasado? —cuestionó Axel. —Lo mismo les pregunto. Están hechos un desastre los dos —dije. —¡¿Qué hacen ustedes aquí?! —exclamó la rubia, preocupada. Vino a ver el estado de su hermano, pero pronto se dio cuenta de los
Naomi. ***—¿Madre? —cuestioné, al verla sentada en el campo de rosas blancas que plantó Silas para mí. Era obvio que estaba en un sueño, pero la habitación blanca cambió. Estábamos en el patio de la mansión y ella no dejaba de sonreír. La calma que me transmitía su expresión, me apretujaba el corazón. Me acerqué a ella con cautela. —Sabía que ibas a lograrlo, hija mía. Apreté los labios. —¿N-no te volveré a ver? —Fui al grano. Si ella estaba tan tranquila, era por algo. Tal vez su tiempo conmigo se había acabado y la diosa le dio la oportunidad de despedirse al fin. —Es complicado, en primer lugar, yo no debería de estar aquí… —resopló. Di en el blanco. Se dio la vuelta y colocó una rosa en mi oreja, su tacto fue cálido y sutil. El nudo en mi estómago se intensificó. —Cuéntame, madre… —La diosa Luna me necesitaba, y yo respondí a su llamado —comentó—. Pero ahora necesito descansar, ¿comprendes? Asentí, mi visión se tornó borrosa por las lágrimas que amenazaban con salir
Naomi. —¿A dónde me llevas? —me reí. Silas cubría mis ojos y caminábamos por una zona desconocida. Era nuestra luna de miel, habíamos viajado lejos de nuestro hogar para disfrutar de un momento para los dos. Silvana se quedó a cargo de Rowan, ya que ella trataba de quedar embarazada y no lo lograba. —Ya llegamos —dijo, quitándome las manos. Abrí los ojos cuando vi una enorme cabaña frente a mí, rodeada de miles de árboles y un señor en la entrada con traje de mayordomo. —¿Y esto? —pregunté. —Ah, es una cabaña privada. Las parejas suelen venir aquí cuando quieren pasar un rato agradable —comentó—. La vi por Internet. Me jaló la mano para guiarme hacia el interior. El hombre nos saludó con un asentimiento de cabeza y lo dejamos atrás. El interior era rústico, pero agradable. La calidez que me transmitían los troncos de las paredes era genuina, me hacían sentir dentro de un árbol. —Vaya… —Hay aguas termales —se mordió el labio, quitándose la camisa. —¡¿Por qué te desnudas?!
Silas. *Un año después…*Me volví un líder al que todos respetaban, pero no por miedo como lo hacían con mi padre, sino respeto de verdad. Toqué la puerta de nuestros pequeños, ya que compartían la misma habitación. Rowan era el más talentoso y el mayor, su inteligencia supera incluso a los omegas de nuestra manada. —¡Ya estamos listos! —exclamó, abriendo la puerta con dificultad debido a su altura. Amanda era un poco más pequeña que él, me miró con curiosidad, asomada detrás de su hermano. Ella era reservada con todo el mundo, aunque se soltaba más cuando estaba con Naomi. Su largo cabello negro era idéntico al de Naomi, se parecía mucho a ella, la única diferencia era que sacó mi color de ojos. —¿Todo listo, cariño? —Le pregunté para estar seguro. Me incliné un poco—. Te encantará el parque de diversiones, a Rowan lo llevamos una vez cuando estaba más pequeño. Amanda hundió las cejas y asintió, apenada. —Papá tiene razón, Amanda —Su hermano la obligó a salir de su escondite,
La fiesta de cumpleaños número siete de Rowan había llegado y el pequeño corrió escaleras abajo cuando escuchó la voz de Malena con su increíble poder.—¡Kate! —exclamó Rowan. Cargó a la niña con su super fuerza y la elevó por los aires, provocando miles de carcajadas por su parte. Para él, Kate era como una hermana más con la que podía jugar. Además, Rowan amaba su poder. —¡Bájame! —rio—. Tranquilo, tranquilo, prometo hacerte flotar con el agua que puedo controlar. A pesar de que Rowan tenía telequinesis, no lograba flotar él mismo, pero sí podía elevar por los aires a los demás con su mente. Kate controlaba el elemento del agua, y su sentido del olfato era el más desarrollado de todos. En cambio, Joel, su mellizo, podía hacer ciertas hazañas con el fuego. —Feliz cumpleaños, Rowan —habló Malena, dándole un beso en la mejilla—. Supongo que tendrás una caja de regalos, ¿no? Ella sostenía una caja envuelta en papel de regalo. —Está en la sala. Mami debe de estar terminando con lo
Naomi. —¡Naomi! ¡Apúrate y limpia este desastre! La gerente estaba más enojada que de costumbre. Busqué el trapeador, un bebé había vomitado en una de las mesas para clientes. Muchos se estaban quejando del olor. Lo hice lo más rápido que pude, quería evitar sermones, y eso que yo era cajera y no de limpieza. Una vez que terminé, la mamá del niño me agradeció y se disculpó por el desastre.La cafetería Rosas de Cristal era mi lugar de trabajo principal. También tenía otro de medio tiempo para cubrir los gastos de la casa y de mi madre. —¡¿Será que puedes ser más rápida?! Hay demasiados clientes en la caja —me regañó, haciendo una mueca de fastidio. Paulina Pérez, una mujer casada a la que su marido probablemente no le dio huevo anoche, tal vez ni siquiera le atraía su propia esposa, con lo descuidada que estaba. Ese cabello negro enroscado, como si no se hubiera peinado en días, no sonreía, tenía arrugas, entre otras imperfecciones que notaba por lo mal que me trataba. ¿Quién e
Silas. —¿Debo ir? —pregunté, con fastidio—. Es la discoteca más barata y cutre de la ciudad. Moví el hielo de mi bebida. Estaba tan tranquilo en el comedor de la mansión, hasta que vi a mi hermana entrando para recordarme mi trabajo. Ese cabello rubio era idéntico al de nuestros padres. Su mirada me penetró, se cruzó de brazos por mi pregunta. Soltó un suspiro exasperado, determinando su impaciencia conmigo. —¿Es necesario recordárselo al señor “yo puedo con todo” ? —se mofó, entornó los ojos, casi chasqueó los dientes—. Eres el líder, actúa como tal, eso es lo que papá espera de ti. Bueno, lo que toda la organización espera de ti. No la cagues. —Gracias, hermanita, a mí también me encanta que seas mi mano derecha. No sabes cuánto —sonreí de lado, con una punzada en mi sien—. Es que nos llevamos tan bien. —No iré contigo, para que sepas. Saldré con unos amigos —comentó, acercándose a la mesa para agarrar una manzana—. Espero que puedas con todo solo, querido jefe. —¿Ahora llam
Naomi. —¿Estás lista? —preguntó Malena, sonriente. Era de noche. —Diviértete, cariño —dijo mi madre, sentada en la mecedora. —No me agrada la idea de dejarte sola, ma…—La señora Karen está cada día mejor —Malena se puso detrás de mí y me hizo un corto masaje de hombros—. Relájate, necesitas conocer personas y encontrar el amor. —¿En una discoteca? —Alcé una ceja—. Lo que puedo encontrar es a un perro mujeriego que se acuesta con todas. —¡Naomi! —reprochó mamá. —Lo siento —me disculpé. Malena hundió ambas cejas. Sabía que estaba preocupada por mí, por mi futuro de soltera y adicta al trabajo. Me acostumbré, ¿qué más podía hacer? —No todos los que van a discotecas son así —bufó, retocando su maquillaje—. Ahora vamos, Karen dormirá tranquilamente sabiendo que te estás divirtiendo. Sus rulos me golpearon cuando pasó por mi lado para abrir la puerta principal. Tenía que esforzarme si quería pasarla bien esa noche. Resoplé. Llevarle la contraria no estaba en mis planes. —Si su