Naomi.
—¿A dónde me llevas? —me reí.
Silas cubría mis ojos y caminábamos por una zona desconocida. Era nuestra luna de miel, habíamos viajado lejos de nuestro hogar para disfrutar de un momento para los dos.
Silvana se quedó a cargo de Rowan, ya que ella trataba de quedar embarazada y no lo lograba.
—Ya llegamos —dijo, quitándome las manos.
Abrí los ojos cuando vi una enorme cabaña frente a mí, rodeada de miles de árboles y un señor en la entrada con traje de mayordomo.
—¿Y esto? —pregunté.
—Ah, es una cabaña privada. Las parejas suelen venir aquí cuando quieren pasar un rato agradable —comentó—. La vi por Internet.
Me jaló la mano para guiarme hacia el interior. El hombre nos saludó con un asentimiento de cabeza y lo dejamos atrás.
El interior era rústico, pero agradable. La calidez que me transmitían los troncos de las paredes era genuina, me hacían sentir dentro de un árbol.
—Vaya…
—Hay aguas termales —se mordió el labio, quitándose la camisa.
—¡¿Por qué te desnudas?!