Naomi.
Por fin estaba en esa habitación blanca a la que tanto deseaba regresar cada noche. No entendía los poderes que tenía mi propio hijo.
Me acerqué a mi madre al verla de pie junto a la ventana.
—Supongo que ya sabes por qué quise verte… —murmuré, jugando con mis dedos.
—Información, ¿no? —cuestionó, volteandose para verme a los ojos—. De todas formas, la diosa Luna me pidió que te explicara un poco más sobre los poderes de tu hijo.
—Por eso estás aquí… —Bajé la cabeza.
La palma de su mano acarició mi mejilla con ternura. Ver a mi madre en mis sueños, me daba tanta paz, era una paz parecida a la que me daba Silas.
—Gracias a ella es que podemos vernos, ¿sabes?
—Sí, y estoy inmensamente agradecida.
La abracé con fuerza, disfrutando de ese suave olor a fresas de su típico perfume, nunca lo cambiaba… ¿por qué se sentía real?
—Rowan es un niño muy poderoso, tiene el poder de unir a toda la especie y de destruirla si quisiera —comentó, apretando los labios.
—¿Destruirla? —Me