Despertar en los brazos de ricitos fue extraño, había sido la primera noche que había dormido sin pesadillas y malos recuerdos.
¿Será un designio de los cielos para que me de una oportunidad de amar nuevamente?
No lo sabía, lo que sí me había quedado más que claro era que esas manos, ¡Dios! Esas manos hacían milagros. Mi cuerpo aún temblaba después de lo que habíamos hecho en la noche y de sólo sentirlo a mi lado, abrazándome de manera posesiva, mi entrepierna estaba húmeda.
-¿En qué piensas tanto mujer?
-¿Despertaste?
-Por supuesto, es que si te sigues moviendo así no hay de otra- me dice acercando mi cuerpo más al suyo y ahí noté a que se refería, su miembro estaba completamente despierto y deseando acción ¿Quién era yo para negarme? Lo tomé con mi mano libre y comencé a masajearlo, era algo tan natural y placentero oír sus gemidos de placer que ya estaba absolutamente prendida.
-¿Te gusta lo que te hago?
-No sabes cuanto, preciosa- me dijo con la voz entrecortada, así que continúe