Capítulo 66

— Sí, debemos irnos, este país me ha dado demasiados golpes, ya no soporto uno más — alegó incapaz de rendirse, y dispuesto a convencerme

 — Sí, pero huyendo no se soluciona la vida, lo sabes bien —   volví a refutar en contra de su petición

 — Pero, Mary, nada de lo que hay aquí me pertenece, vámonos, no perdamos más tiempo – insistió, mientras me tomaba por la cintura y me volteaba hacia él, colocándonos de manera más cercana, nuestra cara mirándose fijamente

 — ¿Y qué haremos? ¿Con qué vamos a irnos? ¿Cómo vas a dejar la empresa? – pregunté con la voz cortada

 — Es de Páter, él deberá buscar un CEO que le ayude, yo me llevo mis ahorros, vendo esta casa y se acabó el problema, seremos libres de todas estas ataduras, anda vete conmigo  — suplicó mientras colocaba sus manos en mi cara, pidiendo en ruegos

 — Sí, sí, me iré contigo, me iré contigo a donde quieras, ya no me mires con esa cara de borrego capaz de convencerme — dije mientras me tiraba a su boca para besarlo con furia y deseo, luego de que mi corazón me hiciera entender que en verdad esa era la mejor decisión, y que debía enfrentar cualquier adversidad que se avecinara, juntos podríamos vencerlo.

 — Ven, debemos decírselo a Páter, a Lucrecia, que ellos vengan con nosotros y también a mi viejita Isabel, que aunque no quiera tendrá que dejarme – dijo totalmente feliz, mientras caminábamos de nuevo a la sala.

 — Lucrecia, nos regresamos a España — le dije de golpe, y la sonrisa volvió a su cara con profunda sinceridad y alegría, sé que eso era lo único que quería, amaba demasiado ese país como para renunciar a él, y si lo había abandonado era en contra de su voluntad solo por seguirme.

 — Me voy a España – dijo Eduardo a Páter y este a lo inmediato contestó — Nos vamos, Hermano, jamás permitiré que me dejes solo — lo abrazó sonriendo

— Creo que a quien no querrás dejar sola es a Lucrecia — Bromeó Eduardo con su risa pícara

— Tampoco a ti, imbécil — dijo riéndose

— Pero tú debes velar por tus bienes, ya suficiente te he ayudado y me has ayudado estos años – contestó Eduardo a lo inmediato con la voz cargada de tristeza al recordar todo lo bueno que este había sido con él.

— A la m****a la empresa, que mis tíos vean por ella, yo me voy contigo a donde me lleves, y si hay que trabajar trabajo, además amo a Lucrecia con locura, ahora entiendo por qué te volvió loco Mary, es que en verdad, las españolas son otro nivel, jamás conocí una mujer tan excepcional como ella – alegó demostrando seguridad mientras miraba a Lucrecia

— Eso ya lo sé, es algo que se nota a legua — exclamó Eduardo dándole un golpe en su espalda

 — Sí y estoy loco, pero más loco sería quedarme aquí sabiendo que estás lejos, no soportaría ese vacío, supongo que la empresa puede funcionar estemos o no aquí, o qué te parece si vendemos nuestras acciones a mis tíos y con eso nos vamos tranquilos, o bien, situamos la empresa allá — comentó sin mostrar ningún problema en marcharse, como si las soluciones estuvieran a la vuelta de la esquina, Lucrecia y yo nos miramos siendo cómplices de nuestros pensamientos, teníamos frente a nosotras a dos hombres completamente decididos a dejar todo por estar a nuestro lado y protegernos, algo que nunca habíamos tenido.

 — Eso tardaría demasiado tiempo, y yo no soporto un día más en esta ciudad, no vaya a ser y alguno de ustedes muera – dijo Eduardo aún consternado por lo que nos había sucedido, su expresión me pareció grotesca, pero a la vez me hizo pensar que en verdad la muerte nos andaba persiguiendo y teníamos que buscar nuevos rumbos, otras miradas, otras energías, otras personas, otro ambiente.

— No importa que tarde, ya veremos cómo lo hacemos, pero no permitiré que te vayas solo y que además Mary se lleve a mi Lucrecia — siguió alegando Páter.

— Listo, nos vamos hoy mismo entonces — dijo finalmente Eduardo sabiendo que había logrado su misión y que ya se acababa todo, que regresaría a su país de donde no debió salir nunca.

— ¿Y cómo vamos a irnos así de rápido? — preguntó Lucrecia

— Pues aquí los cuatro tenemos pasaporte y visa, así que es simple solo compramos los boletos y nos largamos hoy mismo — alegó con una seguridad increíble, como si todo sucediera tal cual lo hubiera planeado en su cabeza

— Objeción — dije levantándome la mano — primero debemos ir a nuestro apartamento para pagar entregarlo y sacar nuestras cosas

— Que de eso se encargue Adrien o Noah— señaló Eduardo — No quiero separarme de ti — dijo abrazándome y besándome — para mientras iremos avanzando en realizar todo para el viaje

 Ambos sonreímos en medio del dolor, éramos una bonita familia, que había sido construida con base en la amistad verdadera y sincera. La idea de regresar a España del brazo del hombre que no veía en años, me atormentaba, pensaba en la reacción de todos en el pueblo al mirarlo nuevamente, en la cara de Magaly al enterarse de que no me había casado como según entendía ella, estando atada a los designios de mi padre, y en lo que dirían todos esos hombres que en algún momento me ofendieron por mi condición de mujer sola.

 Arreglamos una pequeña maleta con las cosas necesarias para nuestro viaje, Eduardo y yo fuimos hasta el aeropuerto a comprar los boletos de avión, sin embargo el tiempo que quedaba era demasiado breve, por lo cual tuvimos que viajar hasta el siguiente día, así que el resto de la tarde Páter y Eduardo se encargaron de notificar a sus tíos el motivo del viaje, ellos se asombraron por verme nuevamente, explicamos con mentiras que habíamos pospuesto la boda, estuvieron de acuerdo y aceptaron también hacerse cargo de los asuntos de la empresa, mientras regresábamos.

 La palabra regreso me dio un poco de curiosidad, pero supuse que Eduardo y Páter habían acordado decirlo de esa manera para que las cosas fuesen más fácil, pues decir de golpe que renunciaban a todo era demasiado fuerte e inentendible.

 Cuando subimos al avión mis piernas temblaban, había llegado a California totalmente sola y ahora me veía de la mano del hombre que amaba, Eduardo tenía una faz de alegría y de tristeza, regresar al lugar de donde salió hace diez años era algo bastante doloroso y difícil, pero ahora estábamos juntos y nada podía separarnos, debíamos ser lo suficientemente fuertes para enfrentarnos a los fantasmas de nuestro pasado, asumir y guardar esos recuerdos para que ahora nos habitaran cosas nuevas, confiando y teniendo esperanza en que fueran buenas.

 — De nuevo a casa, después de tanto tiempo — masculló Eduardo intentando sonreír tras que nos sentamos

 — Sí, ahora todo será diferente, ya lo verás — afirmé intentando darle ánimos, sintiéndome satisfecha por haber cumplido con su deseo, por hacerlo feliz

 — Y nosotros también somos distintos — comentó para darme un beso en la frente con mucha ternura

— ¿Y si te robaron la empresa? — me asaltó Lucrecia con esa pregunta, los nervios regresaron a mí, sabía que al llegar nada bueno respecto a eso nos esperaría.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo