—Debes ser fuerte — Murmuró Lucrecia acercándose a mí para consolarme, para ayudarme a no decaer a no golpearme, pues estaba luchando contra lo poco que quedaba en la casa
— Ya no, ya no quiero ser más fuerte, todo me lo han arrebatado, todo me lo han quitado, como si ser mujer fuera la mayor maldición para mí, como si finalmente mi padre tuviera razón y sus palabras se hicieran verdad, que si hubiera sido hombre mi vida habría sido distinta — grité con dolor, hasta que por fin caí al suelo.
— Mary, mi amor — escuché decir a Eduardo desesperado mientras su cuerpo se abalanzaba sobre mí, intentando detener mi caída, pero yo ya reposaba en el suelo, completamente inconsciente, por el enorme dolor y lo fuerte que había sido para mí, tener que encontrar mi casa de esa forma.
Lucrecia buscó en un bolso, un perfume, y en un trozo de tela colocó un poco, para ponerlo en mi nariz y hacerme reaccionar con el fuerte olor a alcohol inmerso en la fragancia. Eduardo me cargó en sus brazos y se sentó en el suelo, no había siquiera un sitio para descansar, no había absolutamente nada.
— Por favor, háblame, te prometo que todo eso lo vamos a enfrentar juntos, y que se va a solucionar — repetía Eduardo una y otra vez, pero yo solo lo escuchaba, abrí los ojos para contemplar la nada que abarcaba en ese lugar, para mirar quizá por última vez ese sitio que me había visto crecer, ese sitio en donde había pasado las noches más amargar de mi vida, y unas cuantas felices cuando mi madre todavía estaba con vida.
— Vamos, nena, tienes que reponerte, como dice Eduardo, esto vamos a vencerlo juntos — decía Lucrecia consternada.
— Ya estoy cansada, de no encontrar paz en mi vida, necesito solo eso, tranquilidad, se llevaron lo mejor que tenía, mi casa, mis últimos recuerdos, los retratos de mi madre, vine por eso, porque era lo único que pensaba rescatar de toda esta desgracia — dije por fin, levantándome de los brazos de Eduardo, e incorporándome nuevamente para estar de pie, me sentía un poco mareada. Lucrecia y Eduardo también se levantaron del suelo, para situarse de pie a mi lado — ¿Ahora que nos queda? Dejamos todo por nada, aquí no podremos vivir, no tenemos nada — repetí colocando mi rostro en el pecho de Eduardo, que me acogió en seguida rodeando mi cuerpo con sus manos.
— Calma, mi niña, non importa que no tengamos nada, resurgiremos — volvió a asegurar Eduardo
— Es momento de enfrentar toda la realidad, debemos ir a la empresa, y ver cómo está eso — dije soltándome de los brazos de Eduardo y caminando de prisa hacia la puerta.
Los cuatro nos dirigimos a la empresa, caminando, cargando nuestras pequeñas maletas, pues también mis vehículos se los habían llevado, no habían dejado nada, al igual que en la empresa que ahora estaba convertida en un desierto, todo a su alrededor estaba cubierto de basura, de hierbas, de monte que rodeaban cada pared, en condiciones deplorables.
Me quedé detenida mirando todo y sintiéndome totalmente desdichada, cómo si la ruina me siguiera por doquier.
— Lo único que nos quedaba, Eduardo, ahora también está muerto, cómo muere todo lo que nos rodea, como se ha muerto todo en nuestra vida y nos deja lo único que nos ha acompañado siempre: La desgracia— - logré decir sin derramar una lágrima, pues ya ni siquiera era capaz de llorar y tampoco quería hacerlo, estaba absorta, conmovida por todo lo que nos estaba pasando.
— Es mejor así, Mary, esto solo ha Sido un bien que nos ha ocasionado lo que ya has dicho: desgracias, al fin y al cabo esto nunca nos perteneció, esto es algo que jamás fue tuyo ni mío — contestó Eduardo mientras se situaba a mi lado para tomarme de la mano, Lucrecia y Páter hicieron lo mismo, se quedaron detenidos a nuestro lado sin decir absolutamente nada, solo observando la tragedia
— No — refuté con ira — Para esto tiene que haber una explicación, y Luis tendrá que dármelas, fue a él que le encargué esto — señalé convencida, incapaz de aceptar esta derrota, pues yo no quería ser una carga más para la familia de Páter, ni darle más problemas a Eduardo — No voy a dejar las cosas así, sabes, si bien es cierto esto jamás fue tuyo ni mío, pero sí le perteneció a tu padre y por su memoria debemos buscar la verdad — agregué para hacerles entender por qué no pretendía quedarme con los brazos cruzados.
— Pero Mary — dijo Eduardo intentando convencerme de renunciar a esto y solo asumirlo, pero yo era demasiado obstinada para quedarme con los brazos cruzados y que ahora más que nunca quería demostrarles que mi condición de mujer no me iba a limitar en nada
—Qué, Eduardo, solo necesito investigar, saber qué fue lo que pasó — Lo interrumpí sin medir el tono de mi voz ni controlar las expresiones que estaba haciendo con mi cara
— ¿Si no quieres vivir aquí, para qué quieres saber qué pasó con la empresa? Es mejor dejar todo así — intentó convencerme
— Eduardo, por Dios, debemos recuperar el dinero que esos malditos nos robaron, y con eso poder construir un mejor futuro — afirmé para que entendiera mi preocupación, y mis deseos de encontrar la verdad
— Bien, si eso es lo que quieres hazlo, pero quiero decirte que a mí no me interesa absolutamente nada de esto, que si antes no vino a mis manos de buena manera ahora que lo encontramos de esta forma, que se ha perdido, otra vez, es porque en verdad no nos conviene, y las cosas por mal nunca serán bien recibidas, ya no quiero más tragedias, esta es la señal más clara de que no, que no nos pertenece, Mary, que debemos seguir nuestra vida como si nada de esto hubiera existido antes - explicó Eduardo totalmente serio, se tiró al suelo tomó un puñado de tierra y lo lanzó al viento, después se levantó y me dio la espalda
— Solo necesito la verdad, solo eso, me cansé de vivir engañada, nunca me he dado por vencida, he luchado hasta el final siempre, y este caso nada me hará desistir, Eduardo — contesté frustrada de ira, tocando su espalda
— Ya hablamos del perdón, de lo que eso hace y cómo cambia nuestra vida, no dejes más bien, que esto te llene de rencores otra vez — musitó él sin mirarme
— Y quedarnos en la ruina, Eduardo, tú has renunciado a todo en California por venirte tras de mí, por hacer una nueva vida aquí y mira no tenemos nada y no es justo que otro lo haya robado – le interrumpí gritando y sin poder evitar las lágrimas al no sentirme apoyada ni comprendida por él.
— Es que justamente eso, Mary, una nueva vida, cuando hablo de nueva me refiero a todo y en verdad, eso es todo lo que necesitamos algo que lo construyamos con nuestro propio esfuerzo y dedicación, como ya dije, no aquí, no vamos a quedarnos aquí – aclaró mientras me sujetaba por la cintura y por fín me miraba
— Pero, Eduardo, con qué vamos a irnos a otro lado — seguí insistiendo — No es justo que esos malditos se hayan robado todo
— Mary, por favor, esto nunca ha traído nada bueno — añadió Lucrecia para refutar las palabras de Eduardo
— Y yo jamás voy a dejar solo a Eduardo, él fue todo lo único bueno que tuve en la vida – añadió Páter — Y mi familia y yo, tenemos el dinero suficiente para vencer esto, no están solos
Los miré con asombro, como si sus palabras realmente me detuvieran a actuar, me inhabilitaran el cuerpo y me obligaran a aceptar lo que estaba escuchando, pero lo que me preocupaba más que una estabilidad económica, los sueños de Eduardo, pues él era todo un empresario como para quedarse junto a mí en un pueblo abandonado, sin ningún tipo de condiciones para lo que era él ahora, yo podía adaptarme a cualquier forma de vida, pero él había vivido durante diez años rodeado de lujos y comodidades
— Vamos a casa — masculló con ternura
— ¿A qué casa? Si lo que hay ahí es solo decadencia — advertí con la voz seca de preocupación
— En donde sea que estemos juntos me parecerá un palacio, anda, no insistas más, que se acabe lo que deba acabarse en nuestra vida, no podemos ir contra la corriente, que mira bien que por hacerlo todo nos ha salido mal, y ya no más, mi amor, ya no quiero sufrir ni que sufras – añadió con tanta sinceridad que me pareció tener ante mí al mismo Eduardo de veintidós años que soñaba con cosas imposibles.
Después de escucharlo di la vuelta y caminé a pasos ligeros, ellos me siguieron, Lucrecia y Eduardo sabían bien que era una mujer terca y decidida, así que no se atrevieron a decir nada más. Nos mirábamos completamente graciosos, con nuestros trajes de marca, caminando por una vereda desolada, llena de tierra, suciedad y monte, que acariciaba nuestros zapatos.
Llegamos a casa nuevamente, los tres se tiraron al piso para descansar, y en el menos descuido salí, corrí me fui sin rumbo, necesitaba encontrar la verdad, mirar a esos dos en la cara y enfrentarlos sin miedo, para demostrarles quién era yo ahora
Lo primero que pensé fue en buscar la casa de Luis, ahí tenía que estar su familia, pensé, o encontrar al menos alguna pista. Era claro que lo presagiado por Lucrecia se había cumplido, que la cercanía de Magaly con Luis, no dejaría nada bueno.Cuando finalmente estuve frente a la casa de Luis, me sentí estaba cerrada y abandonada, grité una y otra vez intentando obtener una respuesta, pero todo era silencio. Esos mal nacidos, se habían hecho ricos con mi herencia, y era claro que se habían largado junto con su familia, quién sabe dónde, por eso en la vieja casa que habitaban, no había nada tampoco, igual que en la mía. — Señorita Mary — escuché una voz atrás de mí que me aterró, ya la tarde había empezado a caer, y aquel lugar se veía cada vez más oscuro y desolado. Eduardo, Lucrecia y Páter, no sabían siquiera dónde me encontraba, pues la casa de Luis estaba algo alejada de la mía. — ¿Quién es usted? — pregunté nerviosa mientras giraba mi rostro en dirección a la mujer, una vieje
Decidí finalmente levantarme cuando entendí que ya era demasiado tarde y que debía regresar, pues seguro debían estar muy preocupados por mí. Di unos cuantos pasos en dirección a mi casa, o más bien a lo que quedaba de casa, y me encontré a Eduardo, quien había salido a buscarme.— Mi amor, dónde te habías metido, estaba demasiado preocupado por ti, siento que un minuto lejos de mi lado es como una eternidad — gritó Eduardo abalanzándose a mis brazos, dispuesto a mi encuentro, su cuerpo era lo único que necesitaba para sostenerme para tener fuerza y poder continuar. Ahora él estaba conmigo, pero siempre la vida, nos estaba poniendo las cosas difíciles, cada vez aparecía en nuestro camino un sufrimiento más.— Nos robaron — repetí una y otra vez en completa desolación— Sí, eso es claro, pero no debiste venir hasta aquí sola, ya nada puede solucionarse respecto a eso, hace demasiado frío, volvamos a casa — definió él intentando mantener la cordura y la paciencia conmigo, pese a que lo
— Te juro, mi amor, que por nuestro amor, que por lo que nos hicieron, esta vez voy a triunfar encima del mal — le aseguré— Mary, tú sabes bien que la venganza no deja nada bueno, y te lo digo yo, que tú más que nadie conoce lo terrible de eso — repuso él nervioso, pude sentir en su voz el miedo de que yo pudiera convertirme en un ser despiadado, pero eso no estaba en mi corazón, ni en mi forma de ser.— No, no voy a vengarme, voy a hacer lo correcto, lo más justo — volví a afirmar para que no se preocupara por lo que pretendía hacer— ¿Cómo vas a lograrlo? No sabes nada de ellos, no van a regresarte el dinero — dijo Eduardo incapaz de querer luchar por eso, pues para él no era algo importante, él tenía dinero suficiente, pero yo quería demostrarle a esos dos que no iban a burlarse de mí tan fácilmente— Buscaremos a la policía, ellos se encargarán de buscarlos, de encontrar sus pistas, en el aeropuerto alguien deberá darles información sobre su viaje, como me la dieron a mí cuando b
— Es algo con lo que estás completamente relacionada, Mary, y solo lo diré, si estás dispuesta a escucharlo, ya te he advertido que va a doler demasiado, y ya suficiente tienes en la vida como para echarle más limón a la herida — dijo la mujer y empecé a desesperarme, Eduardo se acercó más a mí, para detenerme, me agarró de las manos para controlar mis impulsos— Dígalo ya — exigí mientras Lucrecia suspiraba y temblaba de miedo, yo también tenía miedo— La verdad, MaryCarmen, es que esa mujer que abandonó a Lucrecia, es tu madre — dijo finalmente la mujer, y en ese momento mis vellos se erizaron, un escalofrío me recorrió el cuerpo, y mis piernas flaquearon, yo admiraba a mi madre, la amaba con mi ser, y escuchar eso me había partido el alma, porque siempre maldije a la mujer que abandonó a Lucrecia, y no podía creer que mi madre, mi propia madre, hubiera sido capaz de tal acto, y que encima sabiendo que era su hija la hubiese recibido en casa y en cambio de darle amor la hubiese pues
— A construir nuestro nuevo destino — repuse yoCuando llegamos a casa, los cuatro tomamos una ducha, arreglamos nuestras maletas nuevamente, y salimos, caminamos sin rumbo. Fuimos hasta la iglesia, para saludar al padre Adonis, que siempre nos había apoyado, y que siempre quiso que estuviéramos juntos desde que éramos novios.— padre, hemos vuelto — dijo Eduardo sorprendiéndolo por la espalda mientras este limpiaba unas imágenes de los santos— Eduardo, querido, Eduardo — exclamó él, abrazándolo efusivamente, cuando me miró su sorpresa fue mayor — Díganme por Dios, que finalmente están juntos — dijo alegre— Lo estamos, padre, a pesar de todo, hemos vencido las barreras — contestó Eduardo tomándome de la mano.— Si ustedes quieren los caso ahora mismo — dijo él sonriendo. Eduardo me miró sorprendido, animado a hacerlo, pero yo quería casarme de otro modo, yo quería que mi boda fuera algo más especial— No, padre, cuando nos decidamos volveremos, por ahora debemos marcharnos, este lug
Mi padre llevaba seis meses en la cama de un hospital, acribillado por una terrible leucemia, lamentablemente, a como decía él, no había podido tener un hijo varón que se responsabilizara de su empresa en la que cultivaba y exportaba fresas, y solo me tenía a mí, una mujer totalmente encaprichada y contraria a la sumisión, y que, sin embargo, me había dedicado a cuidarlo con total esmero desde el inicio de su enfermedad, pues mi madre había muerto hacía ya más de dos años, si él moría era claro que me convertía en la única heredera de todo lo que tenía. Esa mañana me tomó la mano con tristeza, pero sus ojos revelaban un deseo de imposición sobre mí -Debes casarte por contrato con el dueño de la empresa con la que estoy endeudado o te quedarás en la ruina, es la única forma de salvarte - Dijo con seguridad como si tuviera la garantía de mi aceptación, por supuesto que eso pensaba porque la mayoría del tiempo había querido obligarme a hacer lo que él deseaba sin importarle mis sentimi
— No, Lucrecia, voy a casarme, a Eduardo ya no podré encontrarlo — logré decir totalmente absorta— No lo hagas, Mary — Me advirtió — No te puedes casar sin amor— La palabra boda me aterra, Lucrecia, me hace remover mi pasado y otra vez pensar en Eduardo, hoy lo necesito tanto, sé que si viviera conmigo nada de esto estaría pasando, pero se fue por culpa de mi padre que ahora ha muerto y no me dejó ni una sola pista del lugar al que lo obligó a irse, y sé que ya no podré encontrarlo — Dije llorando y completamente desesperada — Algún día podrán reencontrarse, tengo en mí un presentimiento que me lo grita — Comentó Lucrecia para que me tranquilizara, ella creía mucho en las casualidades — Ya no hay esperanza, Lucrecia, todo ha muerto con mi padre, incluso mi propia vida, que más que vida parece muerte — Alegué completamente frustrada y agotada de vivir esperando que algo bueno me sucediera La luz de la sala era tenue que yo ya me veía cubierta de negro, así me sentía el alma complet
***-Sé adónde lo mandó tu padre pero no sé adónde se encuentra actualmente***Esa frase me había dado un poco de aliento, durante tanto tiempo que me habían mantenido engañada nunca logré obtener ni siquiera algo mínimo, y tener en frente a la mujer que sí sabía lo que se me ocultó por años me llenaba de angustia, miedo y a la vez de alegría- No te quedes callada, mirándome como una boba, sabes bien que necesito saber dónde está Eduardo, ya se murió mi padre, no le debes nada a nadie, Magaly, dime de una vez - Grité desesperada con la voz completamente contrita- No es tan fácil como parece, Mary - Logró contestar- Lo has ocultado durante diez años, qué de difícil puede tener decir un simple nombre que les he suplicado todo este tiempo, y tu amante, mi padre, me mantuvo bajo engaños y promesas que jamás cumplió, ya es momento que alguien se apiade de mí y me ayude, Magaly, no crees que suficiente daño me han hecho, maldita sea, mi padre me destrozó la vida, merezco que al fin algui