Mary es abandonada por su novio días antes de la boda, diez años después se da cuenta que fue por causa de su padre quien minutos antes de morir le da la noticia de que la empresa está endeudada y debe casarse por contrato con el hijo del hombre al que le debe, ella viaja en busca de ese contrato pero se encuentra con una verdad muy cruel
Ler maisMi padre llevaba seis meses en la cama de un hospital, acribillado por una terrible leucemia, lamentablemente, a como decía él, no había podido tener un hijo varón que se responsabilizara de su empresa en la que cultivaba y exportaba fresas, y solo me tenía a mí, una mujer totalmente encaprichada y contraria a la sumisión, y que, sin embargo, me había dedicado a cuidarlo con total esmero desde el inicio de su enfermedad, pues mi madre había muerto hacía ya más de dos años, si él moría era claro que me convertía en la única heredera de todo lo que tenía.
Esa mañana me tomó la mano con tristeza, pero sus ojos revelaban un deseo de imposición sobre mí -Debes casarte por contrato con el dueño de la empresa con la que estoy endeudado o te quedarás en la ruina, es la única forma de salvarte - Dijo con seguridad como si tuviera la garantía de mi aceptación, por supuesto que eso pensaba porque la mayoría del tiempo había querido obligarme a hacer lo que él deseaba sin importarle mis sentimientos. Me eché a reír con ironía ante lo absurdo de sus palabras.
— Ni aun estando enfermo, comprendes que no siempre las personas tenemos que actuar según tus designios, papá — Le contesté apartando mi mano de la suya
— Tienes que hacerlo por tu bien, la única responsable de lo que queda eres tú, es a ti a quien van a cobrar desde el momento en que yo muera todo pasa a tu nombre — Confirmó sin enojo, la sinceridad de sus palabras me ablandó la dureza que llevaba en el corazón por tanto resentimiento en su contra, pero no estaba dispuesta a darle la razón
— Por primera vez piensas en mí, en mi supuesto bienestar, pero que finalmente viene acompañado de un problema, no estoy dispuesta a ello, papá, sabes muy bien que jamás dejaré de amar a Eduardo — Reclamé y aseguré para que comprendiera, pero mi padre tenía cerrado sus ojos
— Ey, no te duermas — Le grité - Estamos tratando un asunto serio, papá, no me dejes con la palabra en la boca
Pero no obtuve más respuesta — Papá, papá - Inquirí de nuevo acercando su mano de nuevo a la mía y entonces comprendí la tragedia
Me tiré a la par de mi padre y lloré como nunca imaginé que lloraría por el hombre que más daño me había causado, se había muerto dejándome atada a un compromiso inaceptable y llena de dudas que después generarían más problemas, ni siquiera pude diferenciar ni entender a qué le atribuía mi llanto.
— ! Cuándo tendré paz! — Dije entre llanto, absorta, odiando lo que estaba sucediendo, pensando en la palabra boda que me aterraba desde que Eduardo se había marchado sin decirme nada, a tan solo unas semanas de casarnos, nunca entendí por qué, pero en el fondo yo estaba segura que mi padre había hecho todo para separarnos.
Ya habían pasado diez años después de ese suceso, yo ya tenía treinta y tres años, y no había podido dar inicio a ninguna relación amorosa con nadie, pues me había jurado a mí misma desde el día en que se lo llevaron, que jamás le entregaría mi amor ni mi cuerpo a nadie que no fuese Eduardo, pues aunque mi padre nunca me dijo dónde estaban y había cerrado toda vía de comunicación con él, aún conservaba la esperanza de encontrarlo algún día, pero después de lo que había dicho respecto a ese contrato para salvar mi herencia, me sentía llena de furia, hacer eso era traicionarme a mí misma, traicionar mi promesa silenciosa a Eduardo y en verdad prefería quedarme en la ruina antes que casarme con un hombre que no fuera él, y que además desconocía.
— Aunque esté vieja, voy a encontrarte, Eduardo, no te voy a fallar, aunque así tenga que fallarle a mi propio padre — Dije en voz baja apretando la mano fría de mi padre muerto, tenía mucho rencor hacia él, pues siempre maltrató a mi mamá y a mí.
Me levanté de prisa, tomé mi auto y me dirigí a la empresa, necesitaba que alguien me orientara, que me dijera cómo obtener dinero para concretar los gastos del funeral.
— Magaly, ayúdame — Le supliqué a la de Recursos humanos que era la única mujer que mi padre tenía trabajando en la empresa, pues era obvio que toda su vida había sido un tremendo machista
— ¿Qué te sucede, Mary? — preguntó Magaly, completamente absorta mientras se levantaba de su silla para hacerme pasar a la oficina, pues me había quedado detenida en la puerta, como un completo fantasma
— papá ha muerto — Dije aún con la voz contrita — y no tengo dinero para su funeral — Magaly me abrazó efusivamente y me sentí más débil que antes, ella empezó a llorar demostrando demasiado dolor, lo cual me pareció demasiado extraño.
— Me quedé completamente sola, Magaly, no tengo nada de lo que me pertenecía, desde que se fue mi madre, siento que no vivo en paz, su recuerdo y el de Eduardo me atormentan amargamente, ahora ha muerto mi único verdugo, el único que podía impedir mis acciones, y anhelé tanto mi libertad, pero no de esta forma, y ahora que ha llegado no sé qué hay después de este vacío que me inhabilita el pecho — Conté con miedo, pues mi padre ante todo el mundo siempre se mostró como un ser amable y bondadoso.
— Don Ernesto fue una excelente persona, no le llames verdugo, no te llenes de rencor, él no tuvo la culpa que Eduardo te dejara — dijo alegando lo que todo el pueblo de Godella conocía respecto a lo sucedido, que lo defendiera, me pareció todavía más extraño, esa mujer escondía algo, lo había notado siempre
Me dirigí a casa considerando la disposición de Magaly para realizar las gestiones correspondientes del entierro de mi padre. Cuando llegué y me encontré con los retratos que tenían las fotos de mi madre me pareció que era la primera vez que las miraba, como si pasaran ante mis ojos como un vivo reflejo que durante años había decidido ignorar y que ahora me golpeaba el alma.
- Lucrecia - Llamé con ímpetu, ella era la única que permanecía siempre en casa, ayudándome con los quehaceres domésticos.
- Qué tal sigue... - Se detuvo a preguntar cuando me vio cubierta de lágrimas, corrió hacia mí, con efusivo esmero, era la única mujer en quien confiaba, solo ella era conocedora de todas mis desgracias y mi única compañera, ahora más que nunca era quien debía estar a mi lado, solo de ella podía sentir consuelo
— Soy libre — Dije para no repetir que mi padre ya había muerto –Y ahora estoy más presa que nunca, el asunto con la exportadora me traerá grandes problemas, Lu, y yo que ni siquiera pude estudiar una carrera, no sé cómo debo enfrentarme ante esos asuntos - Susurré llorando, odiando mi destino, pues mi padre nunca me había permitido estudiar, todo por no dejarme un momento fuera de su supervisión, pues sabía bien que lo único que deseaba en la vida era encontrar a Eduardo.
— Ya habrá alguien que te ayude, con que sepas leer es suficiente — Me consoló Lucrecia — Ahora tendrás el dinero suficiente para poder viajar o investigar donde está Eduardo y finalmente conocer la verdad que te han ocultado durante estos diez años, ves después de todo no es tan malo
— Lo es, Lucrecia, la exportadora está completamente en la ruina, lo que me dejó mi padre solo fue otra desgracia, hasta en su lecho de muerte me ha condenado a ser una desdichada, ha dicho que me tendré que casar con otro hombre para salvar lo que me dejó, algo que tampoco quiero, sabes qué quiero, encontrar los ojos de Eduardo, solo eso, nada más.
— Ahora podrás buscarlo — insistió intentando consolarme
— ¿Dónde voy a buscarlo? ¿En dónde está? Nunca nadie me lo dijo, nadie lo sabe, el único que lo sabía ha muerto, y yo, yo también he muerto, prefiero morirme antes que casarme con otro hombre… — Dije y suspiré con dolor — pero esa es la única forma de salvar al menos estas cuatro paredes, debe demasiado dinero, un dinero que no podré pagar más que con mi cuerpo – agregué y me acurruqué en mis propios brazos llena de furia, de rabia, de dolor, pensar en eso era agobiante, amaba a Eduardo con todo mi ser, y eso era algo que no podía cambiar por mucho que lo había intentado
— No, no — me interrumpió Lucrecia alterada – Magaly, ella puede decirte donde está Eduardo, ella tiene que saberlo – sus palabras fueron el único consuelo en medio de esa nada
— ¿Por qué ella? — me levanté para interrogar en medio de mi llanto, no entendía por qué Lucrecia pensaba eso
— Porque es claro que ella era su amante, Mary, esa amante que tú has querido conocer por todos estos años, ella ha estado cerca de él todo el tiempo, has un último intento, no te cases sin amor, no te cases obligada, no mereces eso, busca a Eduardo — me gritó sacudiendo mis brazos, para hacerme reaccionar, estaba demasiado aturdida como para pensar en ello, pero tras escuchar el ruido del vehículo de Magaly estacionarse en mi casa, un fuego se apoderó de mi sangre, no tenía pruebas para comprobar lo que decía Lucrecia, pero siempre ella me había parecido rara, y quizá era la única pieza que me quedaba por mover para saber la verdad y saber si casarme o no.
— A construir nuestro nuevo destino — repuse yoCuando llegamos a casa, los cuatro tomamos una ducha, arreglamos nuestras maletas nuevamente, y salimos, caminamos sin rumbo. Fuimos hasta la iglesia, para saludar al padre Adonis, que siempre nos había apoyado, y que siempre quiso que estuviéramos juntos desde que éramos novios.— padre, hemos vuelto — dijo Eduardo sorprendiéndolo por la espalda mientras este limpiaba unas imágenes de los santos— Eduardo, querido, Eduardo — exclamó él, abrazándolo efusivamente, cuando me miró su sorpresa fue mayor — Díganme por Dios, que finalmente están juntos — dijo alegre— Lo estamos, padre, a pesar de todo, hemos vencido las barreras — contestó Eduardo tomándome de la mano.— Si ustedes quieren los caso ahora mismo — dijo él sonriendo. Eduardo me miró sorprendido, animado a hacerlo, pero yo quería casarme de otro modo, yo quería que mi boda fuera algo más especial— No, padre, cuando nos decidamos volveremos, por ahora debemos marcharnos, este lug
— Es algo con lo que estás completamente relacionada, Mary, y solo lo diré, si estás dispuesta a escucharlo, ya te he advertido que va a doler demasiado, y ya suficiente tienes en la vida como para echarle más limón a la herida — dijo la mujer y empecé a desesperarme, Eduardo se acercó más a mí, para detenerme, me agarró de las manos para controlar mis impulsos— Dígalo ya — exigí mientras Lucrecia suspiraba y temblaba de miedo, yo también tenía miedo— La verdad, MaryCarmen, es que esa mujer que abandonó a Lucrecia, es tu madre — dijo finalmente la mujer, y en ese momento mis vellos se erizaron, un escalofrío me recorrió el cuerpo, y mis piernas flaquearon, yo admiraba a mi madre, la amaba con mi ser, y escuchar eso me había partido el alma, porque siempre maldije a la mujer que abandonó a Lucrecia, y no podía creer que mi madre, mi propia madre, hubiera sido capaz de tal acto, y que encima sabiendo que era su hija la hubiese recibido en casa y en cambio de darle amor la hubiese pues
— Te juro, mi amor, que por nuestro amor, que por lo que nos hicieron, esta vez voy a triunfar encima del mal — le aseguré— Mary, tú sabes bien que la venganza no deja nada bueno, y te lo digo yo, que tú más que nadie conoce lo terrible de eso — repuso él nervioso, pude sentir en su voz el miedo de que yo pudiera convertirme en un ser despiadado, pero eso no estaba en mi corazón, ni en mi forma de ser.— No, no voy a vengarme, voy a hacer lo correcto, lo más justo — volví a afirmar para que no se preocupara por lo que pretendía hacer— ¿Cómo vas a lograrlo? No sabes nada de ellos, no van a regresarte el dinero — dijo Eduardo incapaz de querer luchar por eso, pues para él no era algo importante, él tenía dinero suficiente, pero yo quería demostrarle a esos dos que no iban a burlarse de mí tan fácilmente— Buscaremos a la policía, ellos se encargarán de buscarlos, de encontrar sus pistas, en el aeropuerto alguien deberá darles información sobre su viaje, como me la dieron a mí cuando b
Decidí finalmente levantarme cuando entendí que ya era demasiado tarde y que debía regresar, pues seguro debían estar muy preocupados por mí. Di unos cuantos pasos en dirección a mi casa, o más bien a lo que quedaba de casa, y me encontré a Eduardo, quien había salido a buscarme.— Mi amor, dónde te habías metido, estaba demasiado preocupado por ti, siento que un minuto lejos de mi lado es como una eternidad — gritó Eduardo abalanzándose a mis brazos, dispuesto a mi encuentro, su cuerpo era lo único que necesitaba para sostenerme para tener fuerza y poder continuar. Ahora él estaba conmigo, pero siempre la vida, nos estaba poniendo las cosas difíciles, cada vez aparecía en nuestro camino un sufrimiento más.— Nos robaron — repetí una y otra vez en completa desolación— Sí, eso es claro, pero no debiste venir hasta aquí sola, ya nada puede solucionarse respecto a eso, hace demasiado frío, volvamos a casa — definió él intentando mantener la cordura y la paciencia conmigo, pese a que lo
Lo primero que pensé fue en buscar la casa de Luis, ahí tenía que estar su familia, pensé, o encontrar al menos alguna pista. Era claro que lo presagiado por Lucrecia se había cumplido, que la cercanía de Magaly con Luis, no dejaría nada bueno.Cuando finalmente estuve frente a la casa de Luis, me sentí estaba cerrada y abandonada, grité una y otra vez intentando obtener una respuesta, pero todo era silencio. Esos mal nacidos, se habían hecho ricos con mi herencia, y era claro que se habían largado junto con su familia, quién sabe dónde, por eso en la vieja casa que habitaban, no había nada tampoco, igual que en la mía. — Señorita Mary — escuché una voz atrás de mí que me aterró, ya la tarde había empezado a caer, y aquel lugar se veía cada vez más oscuro y desolado. Eduardo, Lucrecia y Páter, no sabían siquiera dónde me encontraba, pues la casa de Luis estaba algo alejada de la mía. — ¿Quién es usted? — pregunté nerviosa mientras giraba mi rostro en dirección a la mujer, una vieje
—Debes ser fuerte — Murmuró Lucrecia acercándose a mí para consolarme, para ayudarme a no decaer a no golpearme, pues estaba luchando contra lo poco que quedaba en la casa— Ya no, ya no quiero ser más fuerte, todo me lo han arrebatado, todo me lo han quitado, como si ser mujer fuera la mayor maldición para mí, como si finalmente mi padre tuviera razón y sus palabras se hicieran verdad, que si hubiera sido hombre mi vida habría sido distinta — grité con dolor, hasta que por fin caí al suelo.— Mary, mi amor — escuché decir a Eduardo desesperado mientras su cuerpo se abalanzaba sobre mí, intentando detener mi caída, pero yo ya reposaba en el suelo, completamente inconsciente, por el enorme dolor y lo fuerte que había sido para mí, tener que encontrar mi casa de esa forma.Lucrecia buscó en un bolso, un perfume, y en un trozo de tela colocó un poco, para ponerlo en mi nariz y hacerme reaccionar con el fuerte olor a alcohol inmerso en la fragancia. Eduardo me cargó en sus brazos y se sen
Último capítulo