Lo primero que pensé fue en buscar la casa de Luis, ahí tenía que estar su familia, pensé, o encontrar al menos alguna pista. Era claro que lo presagiado por Lucrecia se había cumplido, que la cercanía de Magaly con Luis, no dejaría nada bueno.
Cuando finalmente estuve frente a la casa de Luis, me sentí estaba cerrada y abandonada, grité una y otra vez intentando obtener una respuesta, pero todo era silencio. Esos mal nacidos, se habían hecho ricos con mi herencia, y era claro que se habían largado junto con su familia, quién sabe dónde, por eso en la vieja casa que habitaban, no había nada tampoco, igual que en la mía.
— Señorita Mary — escuché una voz atrás de mí que me aterró, ya la tarde había empezado a caer, y aquel lugar se veía cada vez más oscuro y desolado. Eduardo, Lucrecia y Páter, no sabían siquiera dónde me encontraba, pues la casa de Luis estaba algo alejada de la mía.
— ¿Quién es usted? — pregunté nerviosa mientras giraba mi rostro en dirección a la mujer, una viejecita de aproximadamente ochenta años que me miraba con lástima, no pude reconocerla por más que intenté.
— Soy quien le ayudó a tu madre para que te diera a luz — contestó con su voz cansada, su respuesta me dejó helada y más nerviosa, mi madre, recordar a mi madre, era un dolor muy triste
— Gusto en saludarla — dije titubeando — ¿Qué hace por aquí a esta hora? — le pregunté mientras con mis manos cubría mis brazos para taparme el frío.
— Ahora yo vivo aquí, y cuando venía me di cuenta de que estabas observando mi casa con detenimiento, sé a lo que has venido, pero yo no tengo nada que ver en eso, por eso me he acercado a hablarte, para que no me juzgues sin saber — dijo la viejita acercándose más a mí, yo retrocedí un poco, a su paso, porque me aterró la idea de que ahora ella estuviera ocupando la casa de Luis, y pensé que lo más seguro es que tenían un vínculo.
— ¿Y qué hay de Luis? ¿Por qué vive usted ahora en su casa? — La interrogué sin mostrar nada de amabilidad, pensar en esos dos me alteraba la conciencia
— Solo te estaba observando, quizá ya sepas la verdad – explicó ignorando mis preguntas
— ¿Por qué ahora usted vive en la casa de Luis? — volví a interrogar, pero esta vez alzando más la voz, y ahora ignorando yo la palabra verdad que acababa de mencionar
— Porque soy una vieja desamparada, que no tenía donde vivir y él me la dejó — respondió al fin intentando de nuevo acercarse a mí, pero yo volvía retroceder
— Y a qué verdad se refiere — articulé con dificultad cada palabra, esperaba que al menos me dijera dónde podía encontrarlo, en qué lugar estaría Luis, o Magaly
— Que Luis y Magaly te robaron — señaló anunciando una lo que ya era claro
— Sí, eso por desgracia ya lo sospechaba — dije absorta esperando que me revelara algo mejor al respecto
— Pues yo te lo confirmo — contestó la viejecilla
— Lo que me hace sentir tan mal es que Luis me haya mentido, para ser honesta, jamás creí que fuera un ser tan malo y que estuviera tramando algo en mi contra — murmuré al viento con la voz contrita, en verdad le había brindado toda mi confianza a Luis, con la esperanza de que él fuera un buen hombre, ahora comprendía por qué se había portado tan amable conmigo, por qué me había ayudado a salir de España, era claro que no me quería cerca de sus planes
— Pues mira, preciosa, que aunque yo me esté sirviendo de esta casa, debo decir que Luis no es lo que tú creías, pues él al igual que tu padre, perdona por decirlo, ha sido amante de Magaly, por mucho tiempo, incluso desde que Don Ernesto todavía existía, ella es una mujer sin escrúpulos, como él — dijo sin mostrar asombro, contando todo con una naturalidad increíble, como si su única misión fuera decírmelo todo.
Ante sus palabras me quedé atónita, resoplé cruzada de brazos, ya ni siquiera me salían lágrimas, estaba en un estado de confusión absoluta, y de shock, pensar en lo que acababa de decir, me generaba repulsión, más repulsión que antes, y comprendía así, la magnitud de la maldad humana, y de mi ingenuidad, por no premeditar las cosas, por lanzarme a todo sin antes valorar bien los sentimientos de las personas.
— ¿ Y sabe dónde están? — pregunté sin ánimos de descargar mi rabia en esa pobre mujer que me estaba revelando todo
— No, solo sé que han vendido todos tus bienes y han escapado con toda su familia quien sabe dónde, pues estaban seguros de que jamás volverías, todos aquí comentaron que tú te habías ido a California y que te habías casado con un millonario, al menos eso fue lo que Luis les hizo creer a todos, que esa era la razón por la cual debían retirarse de la empresa, y además dijo que tú le habías autorizado vender todo, fue la excusa perfecta para robarte — afirmó con seguridad, yo miré hacia el cielo completamente desorientada, estaba tan llena de enojo, de culpas y resentimientos que no podía procesar tanto, me había engañado de la peor manera, se había aprovechado de mí, de todo lo que le había confesado.
Retrocedí asombrada, la traición revelada era como un puñal en mi alma, tragué con fuerza mi saliva mientras intentaba entender lo que había escuchado — ¿Desde cuándo? ¿Sabe usted desde cuándo? — pregunté colocando mi mano en el pecho, loca de dolor
— Según lo que cuentan los trabajadores de la empresa, cuando ya pasó todo, se enteraron que en verdad todo era algo que ya venían tramando, desde antes que se muriera Ernesto, tu padre, y luego cuando te marchaste sin dar ninguna señal, lograron hacer la venta, poco a poco, aunque todo les resultó más fácil con la ausencia de Lucrecia — Siguió contando la mujer, la escuché atenta y fui atando cabos poco a poco, para caer a la realidad, para entenderla.
— ¿Pero cómo pudieron vender todo, si se suponía que al morir mi padre eso quedaría a mi nombre? — murmuré, en verdad no creí que ella supiera la respuesta a eso, yo lo dije como si estuviera hablando sola, como si fuera para mí una interrogante sin salida. La mujer me miró y luego bajó su cabeza.
— Ay, chiquita, cuánta inocencia abarca tu corazón, que no te deja comprender la maldad — musitó al compás de la ráfaga de viento que se avecinaba sobre nuestra cara
— Dígame, cómo, cómo lo hicieron — grité desesperada
— con un papel que tu padre le firmó a Magaly días antes de su muerte, lo demás no lo sé, he venido hasta aquí, porque te observé, te vi triste, desolada, esperando encontrar respuestas que nadie más va a darte, y pese a la oscuridad pude reconocerte, cuídate mucho, niña, que la suerte no está de tu lado – dijo la viejecita y se marchó. Me quedé impávida mirando las sombras a mi alrededor, soportando el dolor, y las lágrimas.
Escuché los pasos de la mujer, pero no fui capaz de voltear a mirarla, no hizo más ruido después de abrir la puerta, y ahora yo estaba en medio de la nada, con la verdad en mis manos, más llena de miedo que antes, sin tener siquiera un sitio para dormir. Me quedé ahí, me tiré al prado, y con la poca luz de la luna, pensé en que lo mejor que podía hacer era buscar por cielo, mar y tierra y hasta por debajo de las piedras a esos dos ladronas, y entregarlos a la justicia, aunque me asaltaba la idea de que si mi padre le había dado autoridad de posesión de mi casa y de la empresa a Magaly, en verdad legalmente todo estaba perdido.
Decidí finalmente levantarme cuando entendí que ya era demasiado tarde y que debía regresar, pues seguro debían estar muy preocupados por mí. Di unos cuantos pasos en dirección a mi casa, o más bien a lo que quedaba de casa, y me encontré a Eduardo, quien había salido a buscarme.— Mi amor, dónde te habías metido, estaba demasiado preocupado por ti, siento que un minuto lejos de mi lado es como una eternidad — gritó Eduardo abalanzándose a mis brazos, dispuesto a mi encuentro, su cuerpo era lo único que necesitaba para sostenerme para tener fuerza y poder continuar. Ahora él estaba conmigo, pero siempre la vida, nos estaba poniendo las cosas difíciles, cada vez aparecía en nuestro camino un sufrimiento más.— Nos robaron — repetí una y otra vez en completa desolación— Sí, eso es claro, pero no debiste venir hasta aquí sola, ya nada puede solucionarse respecto a eso, hace demasiado frío, volvamos a casa — definió él intentando mantener la cordura y la paciencia conmigo, pese a que lo
— Te juro, mi amor, que por nuestro amor, que por lo que nos hicieron, esta vez voy a triunfar encima del mal — le aseguré— Mary, tú sabes bien que la venganza no deja nada bueno, y te lo digo yo, que tú más que nadie conoce lo terrible de eso — repuso él nervioso, pude sentir en su voz el miedo de que yo pudiera convertirme en un ser despiadado, pero eso no estaba en mi corazón, ni en mi forma de ser.— No, no voy a vengarme, voy a hacer lo correcto, lo más justo — volví a afirmar para que no se preocupara por lo que pretendía hacer— ¿Cómo vas a lograrlo? No sabes nada de ellos, no van a regresarte el dinero — dijo Eduardo incapaz de querer luchar por eso, pues para él no era algo importante, él tenía dinero suficiente, pero yo quería demostrarle a esos dos que no iban a burlarse de mí tan fácilmente— Buscaremos a la policía, ellos se encargarán de buscarlos, de encontrar sus pistas, en el aeropuerto alguien deberá darles información sobre su viaje, como me la dieron a mí cuando b
— Es algo con lo que estás completamente relacionada, Mary, y solo lo diré, si estás dispuesta a escucharlo, ya te he advertido que va a doler demasiado, y ya suficiente tienes en la vida como para echarle más limón a la herida — dijo la mujer y empecé a desesperarme, Eduardo se acercó más a mí, para detenerme, me agarró de las manos para controlar mis impulsos— Dígalo ya — exigí mientras Lucrecia suspiraba y temblaba de miedo, yo también tenía miedo— La verdad, MaryCarmen, es que esa mujer que abandonó a Lucrecia, es tu madre — dijo finalmente la mujer, y en ese momento mis vellos se erizaron, un escalofrío me recorrió el cuerpo, y mis piernas flaquearon, yo admiraba a mi madre, la amaba con mi ser, y escuchar eso me había partido el alma, porque siempre maldije a la mujer que abandonó a Lucrecia, y no podía creer que mi madre, mi propia madre, hubiera sido capaz de tal acto, y que encima sabiendo que era su hija la hubiese recibido en casa y en cambio de darle amor la hubiese pues
— A construir nuestro nuevo destino — repuse yoCuando llegamos a casa, los cuatro tomamos una ducha, arreglamos nuestras maletas nuevamente, y salimos, caminamos sin rumbo. Fuimos hasta la iglesia, para saludar al padre Adonis, que siempre nos había apoyado, y que siempre quiso que estuviéramos juntos desde que éramos novios.— padre, hemos vuelto — dijo Eduardo sorprendiéndolo por la espalda mientras este limpiaba unas imágenes de los santos— Eduardo, querido, Eduardo — exclamó él, abrazándolo efusivamente, cuando me miró su sorpresa fue mayor — Díganme por Dios, que finalmente están juntos — dijo alegre— Lo estamos, padre, a pesar de todo, hemos vencido las barreras — contestó Eduardo tomándome de la mano.— Si ustedes quieren los caso ahora mismo — dijo él sonriendo. Eduardo me miró sorprendido, animado a hacerlo, pero yo quería casarme de otro modo, yo quería que mi boda fuera algo más especial— No, padre, cuando nos decidamos volveremos, por ahora debemos marcharnos, este lug
Mi padre llevaba seis meses en la cama de un hospital, acribillado por una terrible leucemia, lamentablemente, a como decía él, no había podido tener un hijo varón que se responsabilizara de su empresa en la que cultivaba y exportaba fresas, y solo me tenía a mí, una mujer totalmente encaprichada y contraria a la sumisión, y que, sin embargo, me había dedicado a cuidarlo con total esmero desde el inicio de su enfermedad, pues mi madre había muerto hacía ya más de dos años, si él moría era claro que me convertía en la única heredera de todo lo que tenía. Esa mañana me tomó la mano con tristeza, pero sus ojos revelaban un deseo de imposición sobre mí -Debes casarte por contrato con el dueño de la empresa con la que estoy endeudado o te quedarás en la ruina, es la única forma de salvarte - Dijo con seguridad como si tuviera la garantía de mi aceptación, por supuesto que eso pensaba porque la mayoría del tiempo había querido obligarme a hacer lo que él deseaba sin importarle mis sentimi
— No, Lucrecia, voy a casarme, a Eduardo ya no podré encontrarlo — logré decir totalmente absorta— No lo hagas, Mary — Me advirtió — No te puedes casar sin amor— La palabra boda me aterra, Lucrecia, me hace remover mi pasado y otra vez pensar en Eduardo, hoy lo necesito tanto, sé que si viviera conmigo nada de esto estaría pasando, pero se fue por culpa de mi padre que ahora ha muerto y no me dejó ni una sola pista del lugar al que lo obligó a irse, y sé que ya no podré encontrarlo — Dije llorando y completamente desesperada — Algún día podrán reencontrarse, tengo en mí un presentimiento que me lo grita — Comentó Lucrecia para que me tranquilizara, ella creía mucho en las casualidades — Ya no hay esperanza, Lucrecia, todo ha muerto con mi padre, incluso mi propia vida, que más que vida parece muerte — Alegué completamente frustrada y agotada de vivir esperando que algo bueno me sucediera La luz de la sala era tenue que yo ya me veía cubierta de negro, así me sentía el alma complet
***-Sé adónde lo mandó tu padre pero no sé adónde se encuentra actualmente***Esa frase me había dado un poco de aliento, durante tanto tiempo que me habían mantenido engañada nunca logré obtener ni siquiera algo mínimo, y tener en frente a la mujer que sí sabía lo que se me ocultó por años me llenaba de angustia, miedo y a la vez de alegría- No te quedes callada, mirándome como una boba, sabes bien que necesito saber dónde está Eduardo, ya se murió mi padre, no le debes nada a nadie, Magaly, dime de una vez - Grité desesperada con la voz completamente contrita- No es tan fácil como parece, Mary - Logró contestar- Lo has ocultado durante diez años, qué de difícil puede tener decir un simple nombre que les he suplicado todo este tiempo, y tu amante, mi padre, me mantuvo bajo engaños y promesas que jamás cumplió, ya es momento que alguien se apiade de mí y me ayude, Magaly, no crees que suficiente daño me han hecho, maldita sea, mi padre me destrozó la vida, merezco que al fin algui
- Debo salir de esta burbuja en la que he estado todos estos años, Lucrecia, basta de lamentos y esperanzas, solo tengo que actuar, si el destino quiere me encontraré a Eduardo aunque ya no sea el mismo de mis recuerdos - Aseguré mientras me tiraba a la camaLucrecia solo pudo mirarme con ternura, era la única compañía que me quedaba, posiblemente solo su bondad era la que me mantenía en pie. La noche no fue nada agradable, pensé muy bien lo que debía hacer, a la mañana siguiente, me levanté muy temprano, tomé café rápidamente y salí de mi casa, siempre luciendo ropa negra no por guardarle luto a mi padre, sino porque había decidido que a partir de ahora mi pasado quedaba muerto y vestiría así de ahora en adelante, hasta que la vida finalmente me permitiera mirar a Eduardo-Yo sabía que no ibas a rendirte – murmuró ella-No, no puedo, por más que quiera no pueda – dije dirigiéndome a la puerta- ¿A dónde vas? - Me gritó Lucrecia- A la exportadora - Contesté rápido- ¿Sola?- Sí, allá