Capítulo 70

Lo primero que pensé fue en buscar la casa de Luis, ahí tenía que estar su familia, pensé, o encontrar al menos alguna pista. Era claro que lo presagiado por Lucrecia se había cumplido, que la cercanía de Magaly con Luis, no dejaría nada bueno.

Cuando finalmente estuve frente a la casa de Luis, me sentí estaba cerrada y abandonada, grité una y otra vez intentando obtener una respuesta, pero todo era silencio. Esos mal nacidos, se habían hecho ricos con mi herencia, y era claro que se habían largado junto con su familia, quién sabe dónde, por eso en la vieja casa que habitaban, no había nada tampoco, igual que en la mía.

 — Señorita Mary  — escuché una voz atrás de mí que me aterró, ya la tarde había empezado a caer, y aquel lugar se veía cada vez más oscuro y desolado. Eduardo, Lucrecia y Páter, no sabían siquiera dónde me encontraba, pues la casa de Luis estaba algo alejada de la mía.

 — ¿Quién es usted? — pregunté nerviosa mientras giraba mi rostro en dirección a la mujer, una viejecita de aproximadamente ochenta años que me miraba con lástima, no pude reconocerla por más que intenté.

 — Soy quien le ayudó a tu madre para que te diera a luz — contestó con su voz cansada, su respuesta me dejó helada y más nerviosa, mi madre, recordar a mi madre, era un dolor muy triste

 — Gusto en saludarla — dije titubeando — ¿Qué hace por aquí a esta hora? — le pregunté mientras con mis manos cubría mis brazos para taparme el frío.

— Ahora yo vivo aquí, y cuando venía me di cuenta de que estabas observando mi casa con detenimiento, sé a lo que has venido, pero yo no tengo nada que ver en eso, por eso me he acercado a hablarte, para que no me juzgues sin saber — dijo la viejita acercándose más a mí, yo retrocedí un poco, a su paso, porque me aterró la idea de que ahora ella estuviera ocupando la casa de Luis, y pensé que lo más seguro es que tenían un vínculo.

— ¿Y qué hay de Luis? ¿Por qué vive usted ahora en su casa? — La interrogué sin mostrar nada de amabilidad, pensar en esos dos me alteraba la conciencia

— Solo te estaba observando, quizá ya sepas la verdad – explicó ignorando mis preguntas

— ¿Por qué ahora usted vive en la casa de Luis? — volví a interrogar, pero esta vez alzando más la voz, y ahora ignorando yo la palabra verdad que acababa de mencionar

— Porque soy una vieja desamparada, que no tenía donde vivir y él me la dejó — respondió al fin intentando de nuevo acercarse a mí, pero yo volvía retroceder

— Y a qué verdad se refiere — articulé con dificultad cada palabra, esperaba que al menos me dijera dónde podía encontrarlo, en qué lugar estaría Luis, o Magaly

— Que Luis y Magaly te robaron — señaló anunciando una lo que ya era claro

— Sí, eso por desgracia ya lo sospechaba — dije absorta esperando que me revelara algo mejor al respecto

— Pues yo te lo confirmo — contestó la viejecilla

— Lo que me hace sentir tan mal es que Luis me haya mentido, para ser honesta, jamás creí que fuera un ser tan malo y que estuviera tramando algo en mi contra — murmuré al viento con la voz contrita, en verdad le había brindado toda mi confianza a Luis, con la esperanza de que él fuera un buen hombre, ahora comprendía por qué se había portado tan amable conmigo, por qué me había ayudado a salir de España, era claro que no me quería cerca de sus planes

— Pues mira, preciosa, que aunque yo me esté sirviendo de esta casa, debo decir que Luis no es lo que tú creías, pues él al igual que tu padre, perdona por decirlo, ha sido amante de Magaly, por mucho tiempo, incluso desde que Don Ernesto todavía existía, ella es una mujer sin escrúpulos, como él — dijo sin mostrar asombro, contando todo con una naturalidad increíble, como si su única misión fuera decírmelo todo.

Ante sus palabras me quedé atónita, resoplé cruzada de brazos, ya ni siquiera me salían lágrimas, estaba en un estado de confusión absoluta, y de shock, pensar en lo que acababa de decir, me generaba repulsión, más repulsión que antes, y comprendía así, la magnitud de la maldad humana, y de mi ingenuidad, por no premeditar las cosas, por lanzarme a todo sin antes valorar bien los sentimientos de las personas.

— ¿ Y sabe dónde están? — pregunté sin ánimos de descargar mi rabia en esa pobre mujer que me estaba revelando todo

— No, solo sé que han vendido todos tus bienes y han escapado con toda su familia quien sabe dónde, pues estaban seguros de que jamás volverías, todos aquí comentaron que tú te habías ido a California y que te habías casado con un millonario, al menos eso fue lo que Luis les hizo creer a todos, que esa era la razón por la cual debían retirarse de la empresa, y además dijo que tú le habías autorizado vender todo, fue la excusa perfecta para robarte — afirmó con seguridad, yo miré hacia el cielo completamente desorientada, estaba tan llena de enojo, de culpas y resentimientos que no podía procesar tanto, me había engañado de la peor manera, se había aprovechado de mí, de todo lo que le había confesado.

 Retrocedí asombrada, la traición revelada era como un puñal en mi alma, tragué con fuerza mi saliva mientras intentaba entender lo que había escuchado — ¿Desde cuándo? ¿Sabe usted desde cuándo? — pregunté colocando mi mano en el pecho, loca de dolor

 — Según lo que cuentan los trabajadores de la empresa, cuando ya pasó todo, se enteraron que en verdad todo era algo que ya venían tramando, desde antes que se muriera Ernesto, tu padre, y luego cuando te marchaste sin dar ninguna señal, lograron hacer la venta, poco a poco, aunque todo les resultó más fácil con la ausencia de Lucrecia — Siguió contando la mujer, la escuché atenta y fui atando cabos poco a poco, para caer a la realidad, para entenderla.

— ¿Pero cómo pudieron vender todo, si se suponía que al morir mi padre eso quedaría a mi nombre? — murmuré, en verdad no creí que ella supiera la respuesta a eso, yo lo dije como si estuviera hablando sola, como si fuera para mí una interrogante sin salida. La mujer me miró y luego bajó su cabeza.

— Ay, chiquita, cuánta inocencia abarca tu corazón, que no te deja comprender la maldad — musitó al compás de la ráfaga de viento que se avecinaba sobre nuestra cara

— Dígame, cómo, cómo lo hicieron — grité desesperada

— con un papel que tu padre le firmó a Magaly días antes de su muerte, lo demás no lo sé, he venido hasta aquí, porque te observé, te vi triste, desolada, esperando encontrar respuestas que nadie más va a darte, y pese a la oscuridad pude reconocerte, cuídate mucho, niña, que la suerte no está de tu lado – dijo la viejecita y se marchó. Me quedé impávida mirando las sombras a mi alrededor, soportando el dolor, y las lágrimas.

Escuché los pasos de la mujer, pero no fui capaz de voltear a mirarla, no hizo más ruido después de abrir la puerta, y ahora yo estaba en medio de la nada, con la verdad en mis manos, más llena de miedo que antes, sin tener siquiera un sitio para dormir. Me quedé ahí, me tiré al prado, y con la poca luz de la luna, pensé en que lo mejor que podía hacer era buscar por cielo, mar y tierra y hasta por debajo de las piedras a esos dos ladronas, y entregarlos a la justicia, aunque me asaltaba la idea de que si mi padre le había dado autoridad de posesión de mi casa y de la empresa a Magaly, en verdad legalmente todo estaba perdido.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo