— Es algo con lo que estás completamente relacionada, Mary, y solo lo diré, si estás dispuesta a escucharlo, ya te he advertido que va a doler demasiado, y ya suficiente tienes en la vida como para echarle más limón a la herida — dijo la mujer y empecé a desesperarme, Eduardo se acercó más a mí, para detenerme, me agarró de las manos para controlar mis impulsos
— Dígalo ya — exigí mientras Lucrecia suspiraba y temblaba de miedo, yo también tenía miedo
— La verdad, MaryCarmen, es que esa mujer que abandonó a Lucrecia, es tu madre — dijo finalmente la mujer, y en ese momento mis vellos se erizaron, un escalofrío me recorrió el cuerpo, y mis piernas flaquearon, yo admiraba a mi madre, la amaba con mi ser, y escuchar eso me había partido el alma, porque siempre maldije a la mujer que abandonó a Lucrecia, y no podía creer que mi madre, mi propia madre, hubiera sido capaz de tal acto, y que encima sabiendo que era su hija la hubiese recibido en casa y en cambio de darle amor la hubiese puesto a trabajar como una empleada más.
— No, dígame que no es cierto lo que mis oídos han escuchado — grité cayendo al suelo, las manos de Eduardo me sostuvieron, Lucrecia corrió a mi lado, y se tiró a abrazarme desconsolada, las dos estábamos ahí frente a una verdad cruel, una verdad que nos revelaba que éramos hermanas no solo del alma, sino de sangre, que su padre era mi cruel padre, y mi madre, mi sagrada madre, la mujer que yo admiraba, era su despiadada madre.
— ¿Por qué, maldición; por qué tienen que ser así las cosas? ¿Acaso yo no tuve el privilegio de tener unos padres buenos? Por qué tuvieron que ser tan malos — grité desesperada, mientras Lucrecia me consolaba: Páter y Eduardo miraban la escena, completamente mudos, absortos, no existían palabras para tanto dolor reunido.
— No, Mary, escúchame — Habló la viejita — Tu madre fue una santa, ella no tuvo la culpa de nada — dijo, y eso fue lo único que apaciguó mi desesperación y lo duro de enfrentarme a esa realidad, alcé los ojos llenos de lágrimas, y la mujer nos dio su mano para que pudiéramos levantarnos, era necesario oír atenta la razón por la cual mi madre nos había mentido.
— Tú eras muy pequeña, Mary, y sé que no lo recuerdas, porque te alejamos de todo. Cuando Lucrecia nació, tu madre estaba feliz, pero Ernesto, tu padre, no, él quería que fuera un varón y una niña, esa noche del parto, recuerdo sus palabras atrás de la puerta “Como sea una niña, no vivirás ni tú ni ella, yo no quiero otra mujer” y entonces yo miré a tu madre con la bebé en brazos, llorar de dolor tu madre dijo entonces: “ Sé que va a matarla, me lo advirtió, dijo que no quería otra niña, después de Mary, y yo no seré cómplice de su asesinato, y sé también que me matará a mí, y podrás llamarme cobarde, pero yo no puedo morirme y dejar a Mary en manos de ese hombre” entonces yo tomé a la criatura, le aconsejé a tu madre, que lo mejor era llevarse a la niña, que le diríamos a él, que el niño había muerto, y entonces aprovechamos el momento en que él se fue a la exportadora, y compramos un ataúd, lo sellamos bien, y le hicimos creer que había muerto, pero yo ya había llevado a Lucrecia donde las monjas. Para tu madre, eso fue muy cruel, ella no tenía el corazón tan podrido como el de Ernesto, así que intentó olvidarlo todo, no mencionárselo a nadie, ni visitarla, ni hacer nada por ella, para evitar una tragedia mayor, ella intentó hacer de cuenta y caso que nada había pasado, y cuando me dijeron que Lucrecia había salido del orfanato, y que estaba en tu casa, tu madre me pidió que huyera, porque Lucrecia ya había revelado que yo sabía quién era su madre, y tuvimos miedo, y me fui, después cuando supe que ustedes se habían ido y que tu padre había muerto, decidí volver, sin imaginar que ustedes dos pudieran seguir juntas — contó finalmente la mujer, cargada de dolor, no había sido fácil para ella guardar tantos años ese secreto
— Maldito sea mi padre, una y otra vez — modulé con ira, mientras los brazos de Lucrecia apretaban mi cuerpo, ella estaba peor que yo, el impacto para ella había sido superior al mío.
— Nunca te atrevas a culpar a tu madre, ella estaba muy mal, metida en ese círculo de violencia que ejercía tu padre, su mente estaba plenamente manipulada, y tenía miedo de que te sucediera algo peor, ella jamás tuvo la maldad en su corazón, era buena al igual que tú, y solo actuó por impulso, por miedo, por no saber cómo enfrentarse a las cosas — advirtió la viejita.
— Perdónala, por favor perdónala, por piedad perdónala — le dije a Lucrecia en medio de mi llanto que era desgarrador
— Ella nunca fue mala conmigo, ella me brindó su casa, y me permitió estar siempre cerca de ti, cuidarte y protegerte, y esa es la mayor recompensa de amor que pudo habernos dado, aunque yo sea menor que tú, pude acompañarte y servirte, ya no importa lo que pasó, ahora sabemos que somos hermanas de verdad, olvidemos que tenemos un padre, pensemos únicamente que tenemos una madre buena, una madre que al igual que nosotros, sufrió, y no podemos juzgarla ni odiarla, porque no sabemos lo que había en su corazón en ese momento, agradezcamos, más bien, a la vida o al destino o a Dios, por habernos dado la gracia de estar juntas y de querernos con sinceridad — dijo Lucrecia intentando calmar su llanto, que lo aceptara de esa manera me dio paz, la abracé, y la tomé de la mano.
— Gracias, señora, por abrirnos los ojos — le dije a la viejita, y salimos de la casa
— Que Dios las bendiga — musitó como despedida. Los cuatro salimos de la casa totalmente rotos, era muy duro asimilar lo que acabábamos de escuchar.
—Te das cuenta, por qué era necesario volver — dijo Eduardo que me llevaba abrazada.
— Sí, pero será momento de marcharnos, de irnos lejos de aquí, ya no aguantaré más dolor — dije para que entendiera que no podíamos seguir ahí
— Yo te prometí que nos iríamos y lo voy a cumplir, pero tú quieres seguir con esa idea de hacer justicia, y encontrar a esos dos, algo que en verdad va a tardar demasiado tiempo — sugirió Eduardo
— Lo sé, y créeme que con esto que acaba de pasar, me queda claro que yo no puedo ir contra corriente, que los hechos ya sucedieron y no hay nada que los pueda cambiar, lo mejor será que hablemos con Armando, y que las autoridades se encarguen de todo — dije resignada mientras caminábamos, tenía la voz cansada y el pecho contrito de tanto llorar
— Excelente, eso es lo mejor que se puede hacer — dijo Eduardo contento por mi decisión — pero debes saber que si ellos tienen ese documento firmado por tu padre, significa que
— Significa que no robaron nada, que él le dio autoridad y poder sobre mis cosas a ella y yo no podré demostrar nada porque no tengo nada, ni un solo documento que avale que ese hombre me dejó como heredera de la empresa — completé la frase yo
— Sí, justamente eso — Afirmó Eduardo — así que mi pequeña, no queda más que asumir la realidad cruel, y seguir adelante, ya no hay nada que podamos hacer aquí, es mejor que la desgracia se vaya con la desgracia, que el dolor se vaya con el dolor, ellos dos son la ruina y se han llevado la ruina, se han quedado con lo que nos provocó tantos pesares, nosotros ya hemos sabido lo principal, que Lucrecia es tu hermana de sangre, y no solo tu amiga, y eso es más importante que cualquier cosa, nos queda ser felices, y sonreírle a la vida, hacer todo nuevo, ahora que somos una sola familia — sus palabras resonaron dentro de mí con fuerza, Eduardo tenía razón, estaba de más luchar contra algo imposible, contra algo que ya me había dicho de miles manera que no me pertenecía, por culpa de esa empresa nuestra vida había sido un infierno, y era necesario no traer más desgracias a nuestra vida.
— Sí, Mary, lo mejor es despedirse de todo esto — alegó la pobre Lucrecia, que ahora más que nunca me dolía su vida
— Sí, y te juro que ahora más que nunca no voy a abandonarte, te amo, hermana — dije consolidando ese cariño sincero con un abrazo
— Yo también te amo — murmuró ella en mi oido
— ¿Y ahora? ¿A dónde irán los cuatro huérfanos? — preguntó Eduardo sonriendo mientras también abrazaba a Páter.
— A construir nuestro nuevo destino — repuse yoCuando llegamos a casa, los cuatro tomamos una ducha, arreglamos nuestras maletas nuevamente, y salimos, caminamos sin rumbo. Fuimos hasta la iglesia, para saludar al padre Adonis, que siempre nos había apoyado, y que siempre quiso que estuviéramos juntos desde que éramos novios.— padre, hemos vuelto — dijo Eduardo sorprendiéndolo por la espalda mientras este limpiaba unas imágenes de los santos— Eduardo, querido, Eduardo — exclamó él, abrazándolo efusivamente, cuando me miró su sorpresa fue mayor — Díganme por Dios, que finalmente están juntos — dijo alegre— Lo estamos, padre, a pesar de todo, hemos vencido las barreras — contestó Eduardo tomándome de la mano.— Si ustedes quieren los caso ahora mismo — dijo él sonriendo. Eduardo me miró sorprendido, animado a hacerlo, pero yo quería casarme de otro modo, yo quería que mi boda fuera algo más especial— No, padre, cuando nos decidamos volveremos, por ahora debemos marcharnos, este lug
Mi padre llevaba seis meses en la cama de un hospital, acribillado por una terrible leucemia, lamentablemente, a como decía él, no había podido tener un hijo varón que se responsabilizara de su empresa en la que cultivaba y exportaba fresas, y solo me tenía a mí, una mujer totalmente encaprichada y contraria a la sumisión, y que, sin embargo, me había dedicado a cuidarlo con total esmero desde el inicio de su enfermedad, pues mi madre había muerto hacía ya más de dos años, si él moría era claro que me convertía en la única heredera de todo lo que tenía. Esa mañana me tomó la mano con tristeza, pero sus ojos revelaban un deseo de imposición sobre mí -Debes casarte por contrato con el dueño de la empresa con la que estoy endeudado o te quedarás en la ruina, es la única forma de salvarte - Dijo con seguridad como si tuviera la garantía de mi aceptación, por supuesto que eso pensaba porque la mayoría del tiempo había querido obligarme a hacer lo que él deseaba sin importarle mis sentimi
— No, Lucrecia, voy a casarme, a Eduardo ya no podré encontrarlo — logré decir totalmente absorta— No lo hagas, Mary — Me advirtió — No te puedes casar sin amor— La palabra boda me aterra, Lucrecia, me hace remover mi pasado y otra vez pensar en Eduardo, hoy lo necesito tanto, sé que si viviera conmigo nada de esto estaría pasando, pero se fue por culpa de mi padre que ahora ha muerto y no me dejó ni una sola pista del lugar al que lo obligó a irse, y sé que ya no podré encontrarlo — Dije llorando y completamente desesperada — Algún día podrán reencontrarse, tengo en mí un presentimiento que me lo grita — Comentó Lucrecia para que me tranquilizara, ella creía mucho en las casualidades — Ya no hay esperanza, Lucrecia, todo ha muerto con mi padre, incluso mi propia vida, que más que vida parece muerte — Alegué completamente frustrada y agotada de vivir esperando que algo bueno me sucediera La luz de la sala era tenue que yo ya me veía cubierta de negro, así me sentía el alma complet
***-Sé adónde lo mandó tu padre pero no sé adónde se encuentra actualmente***Esa frase me había dado un poco de aliento, durante tanto tiempo que me habían mantenido engañada nunca logré obtener ni siquiera algo mínimo, y tener en frente a la mujer que sí sabía lo que se me ocultó por años me llenaba de angustia, miedo y a la vez de alegría- No te quedes callada, mirándome como una boba, sabes bien que necesito saber dónde está Eduardo, ya se murió mi padre, no le debes nada a nadie, Magaly, dime de una vez - Grité desesperada con la voz completamente contrita- No es tan fácil como parece, Mary - Logró contestar- Lo has ocultado durante diez años, qué de difícil puede tener decir un simple nombre que les he suplicado todo este tiempo, y tu amante, mi padre, me mantuvo bajo engaños y promesas que jamás cumplió, ya es momento que alguien se apiade de mí y me ayude, Magaly, no crees que suficiente daño me han hecho, maldita sea, mi padre me destrozó la vida, merezco que al fin algui
- Debo salir de esta burbuja en la que he estado todos estos años, Lucrecia, basta de lamentos y esperanzas, solo tengo que actuar, si el destino quiere me encontraré a Eduardo aunque ya no sea el mismo de mis recuerdos - Aseguré mientras me tiraba a la camaLucrecia solo pudo mirarme con ternura, era la única compañía que me quedaba, posiblemente solo su bondad era la que me mantenía en pie. La noche no fue nada agradable, pensé muy bien lo que debía hacer, a la mañana siguiente, me levanté muy temprano, tomé café rápidamente y salí de mi casa, siempre luciendo ropa negra no por guardarle luto a mi padre, sino porque había decidido que a partir de ahora mi pasado quedaba muerto y vestiría así de ahora en adelante, hasta que la vida finalmente me permitiera mirar a Eduardo-Yo sabía que no ibas a rendirte – murmuró ella-No, no puedo, por más que quiera no pueda – dije dirigiéndome a la puerta- ¿A dónde vas? - Me gritó Lucrecia- A la exportadora - Contesté rápido- ¿Sola?- Sí, allá
Al cabo de un rato, seguí buscando en los archivos de mi padre, con la idea de encontrar una de las cartas enviadas a los papás de Eduardo, para así saber qué era lo que realmente había dicho para que él no volviera por mí.Mis piernas empezaron a temblar cuando en el último archivo, estaban unos papeles envueltos en una bolsa negra, supuse por su fachada que se trataba de algo que ocultaba con sumo cuidado y finalmente la abrí, para descubrir otra más de las mentiras de mi difunto padre en una copia, eso me sirvió, él había dejado copia de todo lo enviado, quizá para tenerlo de prueba o para cavar su propia tumba, pensé incluso que él sabía bien que yo algún día iba a descubrirlo y necesitarlo, por fín sentía que mi padre había hecho algo bueno por mí.- Mary odia a Eduardo, no quiere verlo nunca más en su vida, ella finalmente se dio cuenta que solo es un pobre diablo que no puede ofrecerle nada, ahora que está lejos está mejor que nunca, si ustedes deciden regresar les juro que su
Después de un mes en el que intenté mantener mi vida a pesar del enorme sufrimiento, recibí una carta del señor Liam, una amenaza más para obligarme a casar con su hijo. No me quedó otra opción que pedirle a Luis que me diera el dinero suficiente para viajar a California, y que hiciera los trámites correspondientes para eso.Unos días después todo estaba listo, yo misma me dispuse a buscar mi muerte, era la única opción que quedabaDurante el viaje me dediqué a revisar las indicaciones que Luis me había dado para llegar a la empresa del señor Liam, doce horas de vuelo fueron completamente agotantes, los pies me dolían, pues iba vestida como toda una pueblerina o aldeana, pantalones vaqueros, blusa y corsé negro, y unas botas tacón fino !Mala elección!En el aeropuerto de california le pregunté a la gente qué tren debía tomar para cumplir con exactitud la dirección que llevaba, fue esa la única forma de salvarme y abordar correctamente el vagón que me mostraría la luz al final del túne
- Soy yo, Mary - Dijo el hombre atrás de mí- ¿Eduardo? - Interrogué entre lágrimas con el cuerpo frío por los nervios que también me impedían el andar, pregunté porque en realidad estaba muy distinto, no se parecía en nada al hombre que había visto la última vez, cuando desde la ventana de mi casa miré que se subía a una camioneta roja, aun con su sombrero de paja, su pantalón gris doblado hasta la rodilla y su camisa blanca sin abotonar.El hombre que tenía frente a mí, estaba perfectamente peinado, su barba completamente perfilada, zapatos mocasines negros y brillantes, un vestuario convencional pero administrativo, se veía tan guapo, que olvidé quién era.Ambos detuvimos nuestras miradas, comprendiendo si en realidad lo que sucedía era verdad o imaginación, esperaba que me dijera que estuvo muchos años esperando por mí, que se riera al verme o que llorara, pero que mostrara cualquier forma de felicidad por verme, yo estaba completamente consternada, mirarlo nuevamente me había dev