— Te juro, mi amor, que por nuestro amor, que por lo que nos hicieron, esta vez voy a triunfar encima del mal — le aseguré
— Mary, tú sabes bien que la venganza no deja nada bueno, y te lo digo yo, que tú más que nadie conoce lo terrible de eso — repuso él nervioso, pude sentir en su voz el miedo de que yo pudiera convertirme en un ser despiadado, pero eso no estaba en mi corazón, ni en mi forma de ser.
— No, no voy a vengarme, voy a hacer lo correcto, lo más justo — volví a afirmar para que no se preocupara por lo que pretendía hacer
— ¿Cómo vas a lograrlo? No sabes nada de ellos, no van a regresarte el dinero — dijo Eduardo incapaz de querer luchar por eso, pues para él no era algo importante, él tenía dinero suficiente, pero yo quería demostrarle a esos dos que no iban a burlarse de mí tan fácilmente
— Buscaremos a la policía, ellos se encargarán de buscarlos, de encontrar sus pistas, en el aeropuerto alguien deberá darles información sobre su viaje, como me la dieron a mí cuando busqué a Lucrecia el día que Páter se la llevó — aseguré suspirando, sé que eso sería agotador y que pasaría mucho tiempo para conseguirlo.
— Bueno, siendo así, creo que puedo ayudarte, buscaremos a Armando, mi primo, él trabaja con la Interpol, y sé que podrá ayudarnos a localizarlos — contestó Eduardo finalmente — dije que no te dejaría sola y voy a cumplirlo, si eso es lo que quieres lo vamos a conseguir — agregó con su sonrisa tierna. Quizá eso fue lo único que pudo darme tranquilidad, y me quedé dormida en sus brazos.
A la mañana siguiente, nos despertamos supremamente tarde, mi estómago rugía de hambre, pero no teníamos nada para comer.
— Mary — gritó Lucrecia — vamos dormilones, despierten — decía una y otra vez en la puerta, mientras Páter se reía a carcajadas por su actitud. Eduardo y yo nos vestimos rápidamente y dimos la cara
— Par de tortolitos, no nos dejaron dormir — comentó Lucrecia riéndose
— Tendríamos que hacer una encuesta para ser justos, y saber quién desveló a quién — bromeó Eduardo
— Ustedes — dijo Páter — Es como si hubieran ocupado la noche para reponer los diez años de ausencia — Yo me eché a reír
— Ustedes porque se veían todos los días, a escondidas — murmuré e hice un acceso de tos para que Lucrecia entendiera que decía eso por haberme mentido para verse con Páter — así que no nos culpen — finalicé y todos nos reímos felices en medio de la precariedad que nos acompañaba, la casa hedía a polvo, y estaba completamente sucia, nuestras costillas dolían por haber dormido en el piso.
— Mary, conseguí desayuno para los cuatro — dijo Lucrecia metiéndose a la cocina
— Por Dios, cómo hiciste eso — exclamé sorprendida, pero ella estaba en su papel de siempre, dispuesta a servirme, como si fuera yo su madre y ella mi hija, la pobre Lucrecia huérfana miraba en mí a esa figura materna, y por eso la comprendía
— Teníamos demasiada hambre, así que fui a la tienda y compré panes, y les pedí que me vendieran un poco de café, y también jalea — contestó ella. En la cocina quedaba una vieja mesa de madera, ahí distribuimos el pan, y comimos juntos, sentados siempre en el suelo.
— ¿Y dónde te metiste anoche? — preguntó Lucrecia que cuando regresé a casa había ignorado mi presencia
— De eso quería hablarte, y justamente por eso, Eduardo y yo, tendremos que irnos — indiqué mirándolo, él correspondió haciéndome sentir de que sí, que lo que me había dicho en la noche se cumpliría
— ¿Qué sucede? — interrogó Lucrecia mirándonos sorprendida
— Anoche he salido a buscar a Luis, obviamente no lo encontré, solo a una viejecita, que dijo que ahora vivía en esa casa
— ¿Quién era? — me interrumpió Lucrecia asustada
— Una viejecita que no conozco, dijo que ella había asistido el parto de mi madre — contesté yo repitiendo lo que la mujer me había dicho, Lucrecia se sorprendió demasiado
—!La partera del pueblo! — musitó como asustada, como si esas palabras se las dijera al viento
— ¿La conoces? — interrogué impávida por la actitud de Lucrecia frente a eso
— Ella es la mujer que me llevó al orfanato, me lo dijeron las monjitas que me cuidaron, dijeron que la partera del pueblo me había llevado, cuando salí del orfanato, antes de venir aquí, la busqué por todos lados, pero nadie me dio razón de ella, dijeron que se había ido, entonces vine a tu casa, pues las monjitas dijeron también, que ustedes eran una familia acomodada económicamente y que quizá podrían darme trabajo — contó Lucrecia, con las lágrimas en su cara al recordar eso tan triste
— ¿Y para qué la buscaste al inicio? ¿Quieres saber sobre tu madre? — pregunté acercándome a ella para Abrazarla, Páter bajó la mirada, él conocía su historia y eso le dolía mucho.
— Sí, quisiera saber quién fue mi madre — repuso ella — es algo que me asalta por las noches, no es fácil vivir errante, no saber quién te trajo al mundo, y quisiera al menos saberlo
— Listo, entonces iremos donde ella, es muy amable, a mí me contó todo sobre Luis y Magaly, así que no dudo que siga guardando ese secreto, tú mereces saber al menos el nombre de esa mujer — afirmé con la voz contrita.
— Podemos ir ahora, y luego hacemos lo nuestro — dijo Eduardo solidarizándose con Lucrecia. Su dolor me afligía mucho, yo la consideraba como una hermana, pues ella había estado para mí en los peores momentos, y sabía también lo mucho que sufría.
Sin pensarla tanto, nos dirigimos hasta la casa de Luis que ahora habitaba esa viejecita, era como si ella fuera la cajita en donde se guardaban nuestros secretos. Cuando abrió la puerta, se quedó absorta, detenida mirándonos con asombro, y los ojos desorbitados.
— ¿Qué hacen aquí? — fue la pregunta que moduló con suma dificultad — ¿Qué quieren de mí? Ya te he dicho, Mary, la verdad, ya no tengo más qué decirte
— ¿Podemos pasar? — pregunté demostrando seguridad
— Pero es que yo, yo soy inocente, yo — tartamudeó
— No vamos a hacerle daño — dijo Eduardo para tranquilizarla, porque en verdad se veía completamente nerviosa. Tras la advertencia, abrió totalmente la puerta y nos hizo pasar.
— Es claro que usted conoce a Lucrecia ¿Verdad? Porque ayer mencionó su nombre — pregunté rápidamente tras entrar a la casa
— Sí, sí la conozco — repuso con la voz contrita, yo me decidí a seguir hablando, a interrogarla porque Lucrecia estaba temblando de miedo, y recordar su pasado la había hecho llorar demasiado, estaba ahí detenida, protegida por los brazos de Páter
— Lucrecia ha dicho que las monjitas que la criaron le hicieron saber de que era usted quien la había llevado al orfanato, y si hemos venido hasta aquí, es porque sería justo que al menos nos dijera quién es su madre, quién fue esa desalmada mujer que la abandonó, o al menos conocer los motivos por los cuales sucedió eso — expliqué en un tono de voz exigente, la viejecita bajó la mirada, y una lágrima salió de sus ojos.
— Esa es una verdad muy dura, no entiendo por qué la vida las unió, no sé si eso sea algo bueno o malo, pero debes saber, preciosa, que lo que voy a decirte te dolerá mucho, y si voy a revelártelo es porque ya tu padre ha muerto, y tú necesitas la verdad, abrir los ojos, por eso también ayer te he contado todo sobre Luis y Magaly, y si anoche no fui capaz de decirte esto, es porque nunca pensé que Lucrecia supiera de mi existencia, quizá esa fue la razón principal por la cual me marché de este pueblo, y volví cuando Luis me dijo que ella se había ido, no imaginé que siguiera contigo — dijo la mujer, y sus palabras me llenaron de miedo, por qué decía eso, que tan terrible podría haber sido la situación con Lucrecia para que se viera obligada a irse del pueblo y volver pensando que ella no estaría. Un nudo se aglutinó en mi garganta, pero no de llanto sino de desesperación.
La mujer levantó la mirada, y sus ojos llenos de temor se encontraron con los míos — No entiendo de qué habla, solo queremos saber quién fue o es la madre de Lucrecia, eso es algo en lo que yo no tengo que ver, y no entiendo el motivo por el cual usted lo haya ocultado, por favor explíquese de una vez por todas — definí sin mostrar piedad, estaba absorta y mi tono de voz estaba siendo demasiado fuerte.
— Es algo con lo que estás completamente relacionada, Mary, y solo lo diré, si estás dispuesta a escucharlo, ya te he advertido que va a doler demasiado, y ya suficiente tienes en la vida como para echarle más limón a la herida — dijo la mujer y empecé a desesperarme, Eduardo se acercó más a mí, para detenerme, me agarró de las manos para controlar mis impulsos— Dígalo ya — exigí mientras Lucrecia suspiraba y temblaba de miedo, yo también tenía miedo— La verdad, MaryCarmen, es que esa mujer que abandonó a Lucrecia, es tu madre — dijo finalmente la mujer, y en ese momento mis vellos se erizaron, un escalofrío me recorrió el cuerpo, y mis piernas flaquearon, yo admiraba a mi madre, la amaba con mi ser, y escuchar eso me había partido el alma, porque siempre maldije a la mujer que abandonó a Lucrecia, y no podía creer que mi madre, mi propia madre, hubiera sido capaz de tal acto, y que encima sabiendo que era su hija la hubiese recibido en casa y en cambio de darle amor la hubiese pues
— A construir nuestro nuevo destino — repuse yoCuando llegamos a casa, los cuatro tomamos una ducha, arreglamos nuestras maletas nuevamente, y salimos, caminamos sin rumbo. Fuimos hasta la iglesia, para saludar al padre Adonis, que siempre nos había apoyado, y que siempre quiso que estuviéramos juntos desde que éramos novios.— padre, hemos vuelto — dijo Eduardo sorprendiéndolo por la espalda mientras este limpiaba unas imágenes de los santos— Eduardo, querido, Eduardo — exclamó él, abrazándolo efusivamente, cuando me miró su sorpresa fue mayor — Díganme por Dios, que finalmente están juntos — dijo alegre— Lo estamos, padre, a pesar de todo, hemos vencido las barreras — contestó Eduardo tomándome de la mano.— Si ustedes quieren los caso ahora mismo — dijo él sonriendo. Eduardo me miró sorprendido, animado a hacerlo, pero yo quería casarme de otro modo, yo quería que mi boda fuera algo más especial— No, padre, cuando nos decidamos volveremos, por ahora debemos marcharnos, este lug
Mi padre llevaba seis meses en la cama de un hospital, acribillado por una terrible leucemia, lamentablemente, a como decía él, no había podido tener un hijo varón que se responsabilizara de su empresa en la que cultivaba y exportaba fresas, y solo me tenía a mí, una mujer totalmente encaprichada y contraria a la sumisión, y que, sin embargo, me había dedicado a cuidarlo con total esmero desde el inicio de su enfermedad, pues mi madre había muerto hacía ya más de dos años, si él moría era claro que me convertía en la única heredera de todo lo que tenía. Esa mañana me tomó la mano con tristeza, pero sus ojos revelaban un deseo de imposición sobre mí -Debes casarte por contrato con el dueño de la empresa con la que estoy endeudado o te quedarás en la ruina, es la única forma de salvarte - Dijo con seguridad como si tuviera la garantía de mi aceptación, por supuesto que eso pensaba porque la mayoría del tiempo había querido obligarme a hacer lo que él deseaba sin importarle mis sentimi
— No, Lucrecia, voy a casarme, a Eduardo ya no podré encontrarlo — logré decir totalmente absorta— No lo hagas, Mary — Me advirtió — No te puedes casar sin amor— La palabra boda me aterra, Lucrecia, me hace remover mi pasado y otra vez pensar en Eduardo, hoy lo necesito tanto, sé que si viviera conmigo nada de esto estaría pasando, pero se fue por culpa de mi padre que ahora ha muerto y no me dejó ni una sola pista del lugar al que lo obligó a irse, y sé que ya no podré encontrarlo — Dije llorando y completamente desesperada — Algún día podrán reencontrarse, tengo en mí un presentimiento que me lo grita — Comentó Lucrecia para que me tranquilizara, ella creía mucho en las casualidades — Ya no hay esperanza, Lucrecia, todo ha muerto con mi padre, incluso mi propia vida, que más que vida parece muerte — Alegué completamente frustrada y agotada de vivir esperando que algo bueno me sucediera La luz de la sala era tenue que yo ya me veía cubierta de negro, así me sentía el alma complet
***-Sé adónde lo mandó tu padre pero no sé adónde se encuentra actualmente***Esa frase me había dado un poco de aliento, durante tanto tiempo que me habían mantenido engañada nunca logré obtener ni siquiera algo mínimo, y tener en frente a la mujer que sí sabía lo que se me ocultó por años me llenaba de angustia, miedo y a la vez de alegría- No te quedes callada, mirándome como una boba, sabes bien que necesito saber dónde está Eduardo, ya se murió mi padre, no le debes nada a nadie, Magaly, dime de una vez - Grité desesperada con la voz completamente contrita- No es tan fácil como parece, Mary - Logró contestar- Lo has ocultado durante diez años, qué de difícil puede tener decir un simple nombre que les he suplicado todo este tiempo, y tu amante, mi padre, me mantuvo bajo engaños y promesas que jamás cumplió, ya es momento que alguien se apiade de mí y me ayude, Magaly, no crees que suficiente daño me han hecho, maldita sea, mi padre me destrozó la vida, merezco que al fin algui
- Debo salir de esta burbuja en la que he estado todos estos años, Lucrecia, basta de lamentos y esperanzas, solo tengo que actuar, si el destino quiere me encontraré a Eduardo aunque ya no sea el mismo de mis recuerdos - Aseguré mientras me tiraba a la camaLucrecia solo pudo mirarme con ternura, era la única compañía que me quedaba, posiblemente solo su bondad era la que me mantenía en pie. La noche no fue nada agradable, pensé muy bien lo que debía hacer, a la mañana siguiente, me levanté muy temprano, tomé café rápidamente y salí de mi casa, siempre luciendo ropa negra no por guardarle luto a mi padre, sino porque había decidido que a partir de ahora mi pasado quedaba muerto y vestiría así de ahora en adelante, hasta que la vida finalmente me permitiera mirar a Eduardo-Yo sabía que no ibas a rendirte – murmuró ella-No, no puedo, por más que quiera no pueda – dije dirigiéndome a la puerta- ¿A dónde vas? - Me gritó Lucrecia- A la exportadora - Contesté rápido- ¿Sola?- Sí, allá
Al cabo de un rato, seguí buscando en los archivos de mi padre, con la idea de encontrar una de las cartas enviadas a los papás de Eduardo, para así saber qué era lo que realmente había dicho para que él no volviera por mí.Mis piernas empezaron a temblar cuando en el último archivo, estaban unos papeles envueltos en una bolsa negra, supuse por su fachada que se trataba de algo que ocultaba con sumo cuidado y finalmente la abrí, para descubrir otra más de las mentiras de mi difunto padre en una copia, eso me sirvió, él había dejado copia de todo lo enviado, quizá para tenerlo de prueba o para cavar su propia tumba, pensé incluso que él sabía bien que yo algún día iba a descubrirlo y necesitarlo, por fín sentía que mi padre había hecho algo bueno por mí.- Mary odia a Eduardo, no quiere verlo nunca más en su vida, ella finalmente se dio cuenta que solo es un pobre diablo que no puede ofrecerle nada, ahora que está lejos está mejor que nunca, si ustedes deciden regresar les juro que su
Después de un mes en el que intenté mantener mi vida a pesar del enorme sufrimiento, recibí una carta del señor Liam, una amenaza más para obligarme a casar con su hijo. No me quedó otra opción que pedirle a Luis que me diera el dinero suficiente para viajar a California, y que hiciera los trámites correspondientes para eso.Unos días después todo estaba listo, yo misma me dispuse a buscar mi muerte, era la única opción que quedabaDurante el viaje me dediqué a revisar las indicaciones que Luis me había dado para llegar a la empresa del señor Liam, doce horas de vuelo fueron completamente agotantes, los pies me dolían, pues iba vestida como toda una pueblerina o aldeana, pantalones vaqueros, blusa y corsé negro, y unas botas tacón fino !Mala elección!En el aeropuerto de california le pregunté a la gente qué tren debía tomar para cumplir con exactitud la dirección que llevaba, fue esa la única forma de salvarme y abordar correctamente el vagón que me mostraría la luz al final del túne