Abrí la mochila, y lo primero que encontré fueron dos vestidos largos completamente hermosos, dos antifaces y en el fondo de esta, había dos cartas más, y lo más relevante era una tarjeta de invitación supremamente elegante.
— ¿Estabas peleando por esto? — pregunté irónica mostrando las tres cosas en alto mientras Lucrecia se ponía de pie
— Arruinaste la sorpresa — musitó con rabia, estaba realmente frustrada y yo me estaba comportando como una niñita malcriada
— Las cartas son de Eduardo supongo — dije mientras la abría e ignoraba su respuesta
— No, son mías, me las dio Páter, lo único tuyo es la invitación — contestó quitándome las cartas antes de que pudiera abrirlas
— ¿Y quién puede habernos invitado a algo si no conocemos a nadie aquí? —la interrogué sin atreverme a sacar la tarjeta y leerla
— Pues nos está invitando una de las señoras a las que le trabajo, le dije que tenía una hermana, y que si no iba ella yo tampoco iría, así que me dio una especial para ti — comentó con trist