— Lamentablemente, han muerto — Contesté rápido, evitando entrar en contacto con la mirada de Eduardo, no quería verlo, no podía, me dolía el alma mencionar eso, y no sabía si él podía contener su rabia y mencionar quién era verdaderamente mi padre
— Oh, cuánto lo siento, disculpa por preguntar — se disculpó la mujer
— !Así que eres española! — Exclamó el señor sorprendido, como en una intervención necesaria para obviar el tema, me sentí salvada,
— Así es, tío, Mary Carmen, es una hermosa española que ha conquistado mi corazón desde que éramos unos niños — Dijo Eduardo, no había nada de mentira en sus palabras, pero justo ahora no eran verdaderas, de hecho nunca imaginé que pudiera decirlo
— Así que ella, ella es la mujer de la que siempre hablaste... — Señaló la señora asombrada, titubeando. Era claro que esos dos sabían la verdad, y tuve miedo.
— Sí — La interrumpió Eduardo — Recientemente nos hemos vuelto a encontrar — añadió mirándome para sonreír, nuestras miradas chocaron, fu