Aunque pensé que despertaría entre los cálidos brazos de Luca, la verdad es que el amanecer solo trajo nuevas dificultades. Desperté con la sensación de que el aire era demasiado pesado dentro de la habitación, como si las paredes mismas me recordaran lo que había sucedido la noche anterior. Luca estaba de pie, junto a la ventana, con el torso desnudo y un cigarrillo apagado entre los dedos, observando la línea del horizonte con esa tensión en los hombros que ya me resultaba demasiado familiar.
—No sabía que fumabas —dije aún con la voz ronca por las horas de sueño.
Él giró la cabeza hacia mí y luego miró al cigarrillo para arrojarlo por la ventana. Cuando se volteó no pude evitar mirar la belleza que desprende su cuerpo. Los tatuajes hoy se ven incluso más oscuros y las venas de sus brazos se marcan en señal de su tensión.
—Solo fumo en situaciones de estrés —respondió simple para rodear la cama en dirección al armario.
—Quiero ir al hospital a ver a Clara —dije sin pensarlo más,