La casa estaba en silencio salvo por la respiración superficial de Jennifer en el ala de huéspedes, el ritmo de su sueño aún irregular por el impacto. Vincent estaba junto a la ventana del estudio, su camisa manchada con la sangre de alguien más, la mandíbula tensa mientras las luces de la ciudad brillaban a lo lejos abajo. Carlos entró en silencio, cerrando la puerta tras de sí.
—No debiste haberlo llamado —murmuró Carlos, su tono bajo pero con un filo de inquietud.
Vincent no se volvió. —No tenía otra opción.
Carlos cruzó los brazos. —Siempre tienes una opción. Hale te debe, sí. Pero cuando pides un favor como ese, nunca es gratis.
Un instante de silencio. Entonces Vincent finalmente miró por encima del hombro. Sus ojos eran más oscuros de lo que Carlos jamás los había visto. —Jennifer estaba en ese coche. ¿Crees que dudaría?
Carlos exhaló por la nariz, pasando una mano por su mandíbula. —Estás mezclando cosas. Los sentimientos te hacen imprudente. Lo sabes.
Antes de que Vincent pu