Mariam se giró de inmediato al escuchar la voz de Demian. Sus ojos se encontraron y por un instante, todo lo demás desapareció.

—No pasa nada, amor —dijo ella fingiendo una sonrisa—. Solo venía por unas copias.

Demian se acercó lentamente, notando el leve temblor en sus manos. La abrazó con ternura, con esa calidez que solo él lograba transmitirle, y le dio un suave beso en la frente.

—Entonces déjame ayudarte —susurró, tomando los documentos con naturalidad mientras la miraba con atención.

Israel, el exnovio de Mariam, los observó de reojo, conteniendo el fastidio que se formaba en su interior al verlos tan cercanos. Sin embargo, no podía mostrarse débil tan pronto.

—Fue un gusto volver a verte —dijo con una sonrisa que escondía intenciones—. Nos debemos una plática.

Mariam lo miró con frialdad. Había aprendido a no confiar en palabras bonitas envueltas en veneno.

—Eso fue hace mucho tiempo. Ya no importa —respondió con sarcasmo, alzando una ceja antes de girarse hacia la impresora.