La mañana amaneció con un silencio extraño en la mansión Thompson.
El desayuno estaba servido, pero Demian no bajó.
Tampoco contestaba su teléfono. Ni mensajes. Ni notas. Nada.
Sofía fue la primera en notarlo. Luego Elizabeth. Y pronto, el personal de la casa comenzó a murmurar con inquietud.
—¿Dónde está Demian? —preguntó Elizabeth por tercera vez, mirando su celular con frustración.
—Tal vez fue a la empresa temprano —intentó justificar Sofía, aunque su ceño fruncido revelaba que no estaba convencida.
Mariam bajó las escaleras con el corazón en vilo. Lo sentía. Algo no estaba bien.
Se acercó a la sala, mirando a todos con una mezcla de miedo y urgencia.
—¿Demian no ha aparecido?
Nadie respondió.
—Llamaré a Lucas —dijo Mariam sin dudar, mientras sacaba su celular.
Después de dos intentos sin respuesta, al tercer timbrazo, la voz del asistente respondió con nerviosismo.
—¿Señora Thompson?
—Lucas, necesito saber dónde está Demian. No ha contestado. Nadie sabe nada. Estoy realmente preo