No puedo ni procesar lo que dijo; sus palabras siguen resonando en mi cabeza.
No, no es cierto. Lo que dijo no es cierto.
—Es una mentira —susurro, y su risa burlona me oprime el pecho—. Lárgate, imbécil.
—Me iré, pero sé que pensarás en eso toda la noche —responde.
Se dirige hacia la ventana y sale trepando por las enredaderas, lo cual, sinceramente, me hace considerar cortarlas o instalar una cerca eléctrica para evitar que vuelva.
—Juliette, ¿estás lista? —escucho la voz de Ethan detrás de la puerta—. Solo te estamos esperando para empezar a comer.
—Dame un segundo, ya voy —respondo, intentando recuperar la compostura.
—Está bien, te espero —dice, y tengo que inhalar y exhalar varias veces antes de por fin reunir el valor para salir.
—Lista, vámonos —digo al abrir la puerta, habiendo tomado la llave y encontrándome con él.
—Julie, ¿estás bien? —pregunta, mirándome confundido.
—Sí, no te preocupes —fuerzo una sonrisa—. Vamos abajo.
Cuando entramos al comedor, todos ya están sentados