—El abuelo y Vincent querían que estuviera allí, pero es que…
—Adelante.
—No creo que deba —hace una mueca.
—Vamos, Sophie. Después de todo, seguimos siendo hermanas.
Duda unos segundos, pero al final asiente. No se la ve nada contenta.
—Gerard… es mi problema.
—Lo entiendo —digo, con un nudo en la garganta—. Supongo que él está feliz con su nueva familia.
—Oye, Juliette.
—Si me disculpan, voy a subir a mi habitación a cambiarme, enseguida bajo —les digo a todos, con el corazón pesado.
Es evidente que Gerard estará con su nueva esposa y el hijo que viene en camino en la Mansión Durand. Sé lo difícil que debe ser para Sophie tener que soportar a esa mujer como cuñada.
—Ve, hija mía, estaremos todos en el comedor —responde Maggie, y asiento antes de subir las escaleras hacia mi habitación.
Al entrar a la habitación, voy directo al armario en busca de algo para ponerme.
Reviso la ropa tratando de encontrar algo que me guste y, al pasar los dedos por las perchas, el hermoso vestido rojo d