—Juliette, si es por mí, me iré. Yo… desapareceré de Francia, te lo juro —suplicó desesperado—. Pero lo último que quiero es que sientas que arruiné tu vida. No puedes imaginar cuánto me odio, me doy asco a mí mismo porque sé que soy la peor mierda de este planeta y nunca voy a perdonarme por lo que te hice.
—No importa lo que hagas o digas, no voy a volver.
—Cariño, sé que tienes tu vida ahí y que realmente no quieres estar aquí —dice, y un sollozo se me escapa por la sinceridad de sus palabras—. Solo dime que quieres volver y me iré, te prometo que no volveré a buscarte ni a molestarte.
—Mi vida está aquí ahora, lejos de todo —le replico, y él lo niega.
—Eso no es cierto.
—Sí lo es, Gerard —digo con firmeza—. Y si para eso viniste, te voy a pedir que te vayas y no me busques nunca más.
—Juliette.
—Deja de hacerme esto, déjame sanar —lo interrumpo, notando cómo empiezan a caer lágrimas de sus ojos—. Pero sobre todo, deja de hacerme daño.
—Mi amor.
—No me llames así nunca más, porque