—Kael, amigo, me alegra muchísimo que hayas recuperado el trono —dijo Ferrer, estrechándole la mano con fuerza. Kael, aunque aún se mostraba escéptico, por primera vez selló su pacto.
—Tenemos un acuerdo, Ferrer. Doy mi palabra. Nos reuniremos después para delimitar los terrenos que se otorgarán a tu manada.
—No pongo en duda tu palabra, socio —respondió Ferrer con una sonrisa, reforzando el apretón. Kael, algo incómodo, se soltó con discreción.
Lyra permanecía junto a él, pero se sentía intimidada por la mirada de los miembros de la manada, especialmente por la del consejo de licanes, que no dejaban de observarla como si fuera una intrusa.
—Kael, ¿podemos irnos a casa? Me da vergüenza con Rose… cuidó a los pequeños hasta tan tarde —le susurró en tono bajo.
—Claro, preciosa. Nos vamos de inmediato.
Ferrer se acercó a Lyra y le extendió la mano con galantería.
—¿Por qué tan pronto, mi Luna?
Ella lo miró, algo nerviosa, y luego buscó la mirada de Kael. Al ver que él asentía, le dio la m