—Sigo insistiendo en que esto es una locura, Alfa —reprochó Arkan sin descanso, mientras Kael conducía con determinación hacia el territorio de la manada de Ferrer.
—¿Locura? Hermano, ¿tienes idea de cuánto tiempo llevo buscando a Lyra? Han sido meses… y cada noche la sueño. La veo en mis pensamientos, cambiada, debilitada. Me estoy volviendo loco por verla, por oír de sus labios qué fue lo que pasó.
—¿Y si te llevas otra decepción? ¿Crees que podrías resistirlo una segunda vez? —bufó Arkan con frustración. Pero Kael conducía como si estuviera a punto de reencontrarse con el amor de su vida.
Apenas cruzaron las fronteras de la manada, Kael comenzó a ponerse inquieto. Su lobo vibraba de emoción; sentía que Lyra estaba cerca. Su corazón latía con fuerza… su aroma estaba en el aire.
Cuando estacionó frente a la mansión de Ferrer, Kael fue el primero en bajar. Caminó con prisa hasta la puerta principal y golpeó con fuerza. Arkan lo siguió, aún con el ceño fruncido.
Apenas se abrió la puer