Eleanna es una humana criada entre hombres lobos. ¿El problema? Está enamorada de un imbécil. ¿El mayor problema? Ese imbécil es su mejor amigo y el futuro alfa de la manada. Como si enamorarse no fuera lo suficientemente complicado, Eleanna desarrolla sentimientos por Nathan, su mejor amigo y el hombre lobo que la ha protegido desde que llegó a la manada. Lo único que la detiene de confesarse, es aquella leyenda del submundo, donde se específica que cada hijo de la luna está marcado por el destino; obligados a buscar por el mundo a su otra mitad. Una humana no podría ser el alma gemela de un hombre lobo. ¿O sí?
Ler maisCorrer, necesitaba correr.
Ya no me encontraba tan segura sobre a qué le huía, solo sabía que no debía detenerme jamás. No importaba el cansancio que me envolviera, hasta el punto de que mis pies sangraran, ni muchos menos el hambre, que lograba que mi estómago rugiera como si una bestia maligna habitara en él.
La única regla era no detenerse y si lo hacía, entonces debía ser el mínimo tiempo posible. Solo estaba permitido dejar de correr cuando fuera de noche y estuviera en algún sitio seguro, como la copa de un árbol o alguna cueva. De hecho, solo lo hacía porque era imposible correr a través del bosque cuando el sol se ocultaba. También podía parar en algún pueblo, intentar abastecerme con comida, pero eso no siempre resultaba, puesto que no tenía dinero para pagar los alimentos, así que terminaba robándolos la mayoría de las veces.
Debía resistir lo máximo posible y evitar que me atraparan.
¿Quién iba a atraparme? No lo sabía.
Llevaba tanto tiempo huyendo, que ya no recordaba qué me perseguía. Sin embargo, algunas veces, cuando bajaba la guardia, algo en mí gritaba que siguiera corriendo. Notaba la presencia del peligro y mi piel se erizaba. Las alertas sonaban una y otra vez, hasta que lograba recorrer la mayor distancia posible y me sentía a salvo de nuevo.
No podía permitir que el miedo me paralizara, ni siquiera por un segundo. Todo era crucial y de vida o muerte.
Mi pie se tropezó con alguna rama caída, por lo que estuve a punto de rodar por el boscoso suelo. Era difícil seguir huyendo cuando la noche caía, pero aún no había encontrado algún refugio dónde pasarla. Debía cuidar cada uno de mis pasos. Proteger mis ojos de las traviesas ramas. Y estar atenta por si algún depredador del bosque se aparecía.
A lo lejos, comencé a ver fuego. El bosque era horrible, demasiado oscuro y tenebroso. A veces tenía miedo, era sólo una niña y siempre me habían gustado las historias de terror, hasta que me tocó vivir una. No recordaba mi vida antes de que esto comenzara, pero algo tenía claro, la oscuridad era mi enemiga, por eso debía buscar refugio en las noches.
No sabía cuánto tiempo había pasado desde que mi gran huida comenzó, pero sí que sabía que hasta hace poco me estaban pisando los talones. Me quedaba algunas veces en algún pueblo, cuando me sentía a salvo, libre de perseguidores y peligros, bajo el refugio de algún alma bondadosa. No era usual, pero siempre era mejor que pasar frío, apenas iluminada por la luz de la luna.
Necesitaba descansar, mis pequeñas piernas ya no daban para más. Estaba tan asustada, sin embargo, no me detuve. Seguí esa estela de fuego, hasta que me topé con una gran aldea. Se veía como un sitio acogedor, por lo que el alivio me recorrió entera.
Si una niña aparecía en una aldea como esta, los adultos siempre intentaban cuidar de ella. Y ofrecían refugio. Además de buena y caliente comida.
De inmediato, todos los habitantes que se encontraban por el lugar pusieron sus ojos en mí. Claro que era algo extraño, pero no tuve tiempo suficiente para pensarlo, pues justo entonces mis piernas cedieron y me encontré en la mayor oscuridad.
—Señor, parece que está despertando —escuché, sin llegar a abrir los ojos.
Mi cabeza dolió, palpitante y exigente de atención. Todos mis músculos dolían por el tiempo que me mantuve corriendo, por lo que no me molesté en intentar levantarme. Me tomaría un par de segundos recuperar, antes de seguir mi camino.
Me merecía un pequeño descanso.
—No me diga, creo que puedo notarlo por mi cuenta —replicó un señor, con tono sarcástico. Sentí algunas palmadas suaves en mis mejillas, espabilándome por completo—. Despierta, niña.
Abrí los ojos de mala gana, encontrándome de frente con el rostro de un señor. Se veía bastante joven, pero imponente. Su voz era ruda, aunque en su mirada se podía vislumbrar un poco de preocupación y amabilidad. Su cabello era castaño, bastante oscuro, mientras sus ojos eran tan verdes como un prado en un día soleado. A su lado, una señora con cabello canoso aguardaba con una cálida sonrisa en su rostro.
—¿Dónde estoy? —fue lo primero que pregunté.
Tenía dudas, pero había escuchado —aunque no podía recordar donde o en qué momento—, que era importante saber dónde estabas, para saber a dónde te dirigías. No lo entendía, pero hacía todo lo posible por cumplirlo.
—Estás en Wyrfell, bastante alejada de la ciudad.
—¿Wyrfell?
No tenía idea de donde quedaba. No me sentía bien, mi cabeza daba vueltas, sin embargo, sentía que debía escapar de allí lo más pronto posible. Ellos me generaban confianza, pero no estaba segura de cuánto tiempo estuve fuera de juego. Y si me descuidaba, podrían alcanzarme.
Lo que menos deseaba, era que me dieran alcance.
Así que, haciendo fuerza de voluntad, me levanté de aquella cama en la que estaba recostada. Me encontraba en una de las cabañas, bastante acogedora, con un encanto rústico. Parecía ser una especie de enfermería.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó aquel señor. Tendría unos treinta años, calculé. Se veía corpulento, pero no como aquel señor gordo de la panadería del pueblo anterior, este tipo era más ancho y con grandes músculos.
No me hacía sentir segura, aunque tampoco le temía. Solo se veía respetable y fuerte, pero podía notar la amabilidad detrás de su tono hosco.
—Gracias por la hospitalidad —murmuré, recordando que debía tener modales—. Lamento las molestias.
—¿Molestia? —bufó con burla—. ¿Quién eres y cómo es que has llegado aquí? ¿Estás sola?
—No lo sé —respondí, bajando la mirada. No debía mostrarme débil, por alguna razón, ese señor imponía un gran respeto.
—¿Cómo que no lo sabes? Podrás parecer una niña, pero alguien tuvo que haberte mandado.
—Padre —escuché la voz de un niño desde la puerta.
Dirigí mi mirada hacia él, sintiendo curiosidad. Nunca tuve mucho contacto con otros niños, pero él me causaba una gran y profunda curiosidad. Quizás se debiera a sus ojos. Era la primera vez en toda mi vida que observaba unos ojos bicolores. Uno era azul como el cielo, mientras el otro se asimilaba más a un prado.
Tendría unos diez años, su cuerpo se encontraba delgado y era más alto que yo. También era la viva imagen de su padre, con su cabello castaño.
Era extraño. Mientras que su padre me producía cierto miedo, el niño en la puerta me hacía sentir más cómoda. Sentí como iba relajándome, a medida que él se acercaba a mí. Era como si siempre pudiera estar a salvo, mientras él estuviera cerca.
—La chica está asustada, no parece enviarla nadie.
—Nathan, te he dicho que no te metas en los asuntos de los mayores —le reprendió.
—Pero esto no es un asunto de mayores —replicó sin miedo alguno. Admiré su forma de dirigirse hacia su padre—. Es una niña, está indefensa.
—Señor —me entrometí en la conversación al ver que me habían dejado por fuera—. No intento molestarlo con mi presencia, yo puedo irme cuando usted quiera.
Odié el temblor en mi voz, mis palabras resultaron un tenue balbuceo, pero tanto el señor como el niño me entendieron. De todas formas, necesitaba seguir huyendo, quedarme en un solo sitio estaba prohibido.
—No —dijo Nathan, sorprendiendo tanto a su padre como a mí —. Es sólo una niña, no puedes dejarla por su cuenta sin un adulto a cargo.
—¿Hay algún adulto a tu cargo? —preguntó su padre de mala gana, como si estuviera siendo obligado a preguntar por la presencia de su hijo.
Negué con la cabeza, sintiendo las lágrimas picar en mis ojos.
Jamás tuve a nadie. Desde que fui consciente de mí misma, estuve corriendo sola por los bosques. No sabía cuál era mi objetivo, pero sí que no debía detenerme ante nada. No sabía de qué huía, pero sí que estaría perdida si me atrapaban.
Y estaba bastante cansada de aquello.
Ansiaba, añoraba tener una familia. Quería acurrucarme junto al fuego con un ser amado, sentir la calidez de un hogar. Lo deseaba como se desean las cosas importantes, con el corazón y cada fibra de mi ser.
—Bien, entonces está decidido. Ahora te quedarás con nosotros —decidió, sonriendo con travesura. El señor apenas y murmuró algo entre dientes, pero no pareció negarse.
¿Quedarme con ellos? No. No debía quedarme, necesitaba seguir huyendo. Por mucho que quisiera quedarme, no podía arriesgarme. Y arriesgarlos a ellos.
Pero por más que lo pensaba, no lograba convencerme de aquello. Era como si mi instinto gritara que podía quedarme, que podía estar segura.
Al menos quería creerlo.
—No te preocupes —dijo, para mi sorpresa, el señor—. Nadie va a hacerte daño aquí. Estarás a salvo.
Le creí. No supe que me impulsó a hacerlo, pero creí en sus palabras. Quizás y solo quizás, ya no tuviera que seguir huyendo.
Nathan—¿Cómo ha evolucionado la criaturita?—No ha habido cambios en los últimos tres meses —respondí—. Como la comunidad ordenó, no ha utilizado más sus poderes. De su loba no hay señales de vida, pero ella asegura que está bien. Se aferra a la idea de que está escondida dentro de ella.—Dijiste que esto ya había ocurrido anteriormente.—Sí, cuando Eleanna llegó a la manada, no había rastro alguno de su loba. Eleanna se aferra a esa posibilidad, aunque las esperanzas comienzan a agotarse.—¿Qué hay de Elliot? —preguntó el abuelo de Eleanna.—No hay señales de que la magia oscura esté presente en su cuerpo. Tal parece que no se vio afectado.—Su mate también le debe haber ayudado.—Sí, es una bruja muy poderosa —Asentí con seriedad—. Es quien nos ayuda con el traslado de la manada. Volvemos a nuestro hogar ahora que todos hemos mejorado.—Pocas personas murieron en la guerra —mencionó Donovan—. Debes sentirte orgulloso.—Como alfa, estoy orgulloso de haber triunfado.—¿Qué hay de los
Estaba durmiendo.Sí, me encontraba durmiendo plácidamente. No quería despertarme. Me sentía cómoda, como si estuviera sobre un montón de esponjosas nubes. Quería mantenerme en este estado por un rato más, por un tiempo más.Aquí no existían luchas.Aquí no existían muertes.Aquí no existía la magia, ni buena ni mala.Aquí, podía estar en paz.Soñé con la madre luna, acariciando mi cabello con suavidad. Me mimó como si de su propia hija se tratase, meciéndome en mis sueños, velando por mi seguridad. Recordaba haber conversado con ella, aunque apenas y podía recordar las palabras. Solo sé que había murmurado que iba a protegerme, incluso cuando pareciera que me había abandonado. Siempre estaba a mi lado.También soñé con mi madre, quien lloró amargamente entre mis brazos. Por más que le pregunté qué ocurría, no logré entenderla. Era como si estuviera lejos, aunque yo me sintiera tan cerca. Lloró durante horas. O quizás solo fueron unos minutos.Me destrozó verla llorar con tanto sentim
Ambos se miraron con dudas, sin embargo, tomaron mi mano y la de Luxu al mismo tiempo. Lily parecía saber exactamente hacia donde nos dirigíamos, a pesar de que yo no le había dado suficientes datos.Eso me extrañó, sin embargo, dejé que ambos se encargaran de llevarnos hasta allí.Sentí la magia envolvernos, por lo que cerré los ojos con fuerza. No quería hacer esto, no era lo que deseaba, sin embargo, alguien tenía que hacerlo. Era momento de concretar todo lo que con el tiempo se fue construyendo.Todo empezó cuando Lucy intentó salvar a su hermano.Y todo terminaría ahí.Lucy, tan astuta como siempre, había encontrado un lugar donde la luz de la luna iluminaba todo. Había encontrado la manera de arrancar a su hermano de las garras de la oscuridad. Tomándola como suya.Pero no logró terminar su misión. Su corazón no soportó la oscuridad. Y ahora yo tenía que intentar apoderarme de ella. Costara lo que costara.—Ya están aquí —escuché una voz conocida.—¿Elliot? —abrí los ojos con p
—¡Carol! —grité, desgarrando mi garganta en el proceso.Vi el movimiento en cámara lenta. Primero cayó la daga de su mano el sonido se quedó grabado para siempre en mi cabeza, sus ojos llenos de pánico estaban fijos en Luxu, como si solo pudiera verlo a él. Parecía estar pidiéndole disculpas de manera silenciosa, por lo que se hizo a sí misma y, en consecuencia, a su alma gemela, justo antes de que su cuerpo se desplomara.Intenté levantarme y correr hacia ella, sin importarme estar en medio de la batalla, sin interesarme lo que ocurriera con Luxu. Mi cuerpo no reaccionaba, estaba luchando para no caer en la inconsciencia. Ponerme de pie me había costado, pero estaba tan concentrada en ella, que no me interesó el estado actual de mi cuerpo. Tenía que llegar hasta ella, tenía que salvarla.Cada paso me costaba. Cada paso se sentía eterno. Supe, sin lugar a dudas, que llegaría demasiado tarde. Si seguía así, solo llegaría a su lado una vez que estuviera en el limbo. Una vez que ya no hu
Ya estaba advertida de que existía un brujo capaz de inhibir nuestros poderes. Fue una de las primeras cosas que Toderick me informó, puesto que era peligroso para nosotros. Por esa razón, lo mejor que podía hacer era alejar a Luxu de la batalla, de sus acompañantes, pero de nada había servido, solo pude luchar contra él durante unos minutos, antes de que termináramos envuelto en la batalla general.Incluso era capaz de ver desde donde me encontraba a Tyler, transformado, pelear contra otro lobo, solo que este se mantenía en forma humana. Lily estaba curando a alguien, uno de los vampiros, el cual tenía una herida bastante escalofriante en el brazo. Liam estaba cerca de ellos, cuidando que nadie se acercara a Lily mientras él los protegía. No podía ver a Carol, pero eso era mejor. Significaba que estaba oculta y a salvo.Apenas y logré notar a Donovan, luchando cuerpo a cuerpo con varios vampiros. Y Kaos estaba en el centro, cuidando protegiendo a todos de ataques mágicos.Gracias a m
NathanCuando los enemigos llegaron, mi primer pensamiento era que tenía que proteger a mi mate. No sabía cómo lograrlo, pero no quería apartarme de ella ni un segundo.Sin embargo, sabía que Eleanna tendría que apartar a Luxu. Era su responsabilidad. Una que no me agradaba en absoluto, pero era suya. La mía era vigilar de los mellizos, quienes parecían divertirse al estar en un campo de batalla. Y además de la única humana en todo el lugar. Carol se estaba escondiendo entre los brujos, pero igual necesitaba tener un ojo sobre ella.Vi a Eleanna provocar a Luxu. Mi corazón casi se sale de mi pecho cuando él se lanzó sobre ella, llevándosela consigo a más allá de donde alcanzaba mi vista. Quise seguirlos, asegurarme de que ella estuviera bien y ayudarla en su batalla. Quise protegerla...Sacudí la cabeza, concentrándome en la batalla frente a mí. Lo primero que vi fue aquellos encapuchados correr hacia nosotros. No dudaron en intentar acercarse una vez que Luxu estuvo fuera de la vista
Último capítulo