"¿Qué es lo que quiere a cambio?" Preguntó María Teresa. "Le daré mi apellido a su hijo." respondió Luis Ángel Torrealba. Aún así, teniendo encima a un bebé recién nacido, su ropa desgarrada por varios días de uso y una escapada de las manos de su pareja maltratadora, María Teresa nunca imaginó escuchar aquel trato por semejante hombre. ¡Estaba en la ruina! No tenía nada en esta vida, absolutamente nada, y con un bebé recién nacido en brazos, su vida fue quebrada en pedazos por las heridas, físicas y emocionales que le causó la familia Gutiérrez. Además, el padre de su hijo es una incertidumbre. Al menos, hasta que pueda recordar aquellas semanas en la ruina para que la verdad salga a la luz. No iban de la mano los sentimientos y Luis Ángel Torrealba, quien necesitaba mentirle a su numerosa familia que tenía ya un hijo propio, para conservar la gran empresa bajo su mandato. Su padre no le heredaría su fortuna sino contaba con un heredero, pero nunca mencionó que fuese de sangre. Y tendría que demostrárselo en la gran fiesta de la compañía que se celebraba cada año. ¿Este nuevo hombre, arrogante y cruel, solucionaría todos sus problemas con sólo mirarlo a los ojos y sentenciar su respuesta? ¿Y llegará a saber que el padre de su hijo estuvo más cerca de lo que ella creyó y frente a sus narices? Sin saber que este contrato cambiaría la vida de ambos, porque compartían recuerdos amargos, dolorosos pasados, el miedo a volver a amar y una luz en sus corazones que los unirá para toda la vida y más que nunca. Pero muchos obstáculos se cruzarán en sus caminos, haciendo todo lo posible para destruir su futuro. ¿Qué decisión tomará María Teresa? ¿Y que les deparará el destino?
Ler mais—¡No, por favor! ¡No te atrevas a decir otra palabras más! ¡No te acerques, Antonio!
Y su voz se desgarra mientras el llanto de su hijo se pierde entre los gritos de la tormenta.—¿¡Y qué quieres que te diga?! ¡Siempre me has mentido! Me mentiste con ese niño en brazos y ahora quieres que sea un idiota. Yo no soy un idiota María Teresa. ¡Vas a pagar caro por lo que me has hecho…!Y el primer empujón la lleva hasta la pared, y la hace gemir de susto. Sus ojos se abren y su único miedo es su bebé, que continúa llorando y no hay nada la calme porque está cara a cara con un hombre cegado por la ira."Si no me marcho ahora. Él podrá matarme…¡Te matará, María Teresa…!—¡Mírame cuando te hablo, sucia mentirosa! —y Antonio la toma del brazo para zarandear contra él en cuanto tiene la oportunidad y consciente de que sólo está con ella, aprovecha la situación para apretar su brazo—. No te escaparás de esta, no sabrás con quién te metiste y a quien le mentiste. ¡Esta me la pagarás…!—Yo no te mentí, yo no hice nada de eso, Antonio. ¡La verdad es la que te conté! Yo nunca me acosté con otro hombre en cuanto estuve contigo.—¡La prueba de ADN dice lo contrario! —y alza el papel que no ha soltado desde que azotó la puerta y arremetió contra María Teresa—. ¡Me has engañado todo este tiempo! Creí que ese hijo era mío. ¡Y fuiste de ramera acostarte con otro para verme la cara de imbécil!—Eso no es verdad —exclama María Teresa con los ojos rojos por el llanto. Jadea—. Esas pruebas son falsas. Este es tu hijo, es nuestro hijo. Yo no me acosté con nadie más…—¡¿Y qué hiciste aquella vez que te fuiste más de un mes y regresaste como si nada hubiese pasado…?!María Teresa se calla de pronto, mientras las lágrimas rondan por sus mejillas. Los recuerdos la ciegan de sobremanera y en busca de responderse a sí misma, son unos ojos borrosos en su recuerdo que la dejan muda. Sin embargo, otro recuerdo doloroso la hace perder el control de sus lágrimas y sacrifica su voz, desgarrada y confiesa:—¡Me fui porque me golpeaste y me insultaste! No te importo que tus hermanas y tu madre me tacharan siempre con insultos y me defendí. ¡Y en vez de defenderme me golpeaste hasta la inconsciencia y me marché por esa razón! No tuve otra alternativa que…—¡Cállate!Y Antonio envía una cachetada entonces hacia la mejilla morena de María Teresa, quien se toma el rostro a su vez que se sostiene de pie en tambaleos y con su otra mano agarra fuertemente a su recién nacido. El impacto fuerte del golpe la atontó por unos momentos pero tiene la fuerza necesaria para mirar la puerta, sobre la tormenta que no para de tronar sus rayos y con el poder que la desesperación por salir de ahí la ciega también. Corre hacia la puerta.—¡No irás a ningún lado!Antonio la jalonea del cabello y la vuelve arrinconar. El llanto del bebé se oye con fuerzas y María Teresa protege su cabeza con sus manos mientras solloza en cuanto vuelve a estar en los brazos de Antonio.—Dejame ir. Dejame ir. No quiero volver a estar junto a ti —María Teresa niega con desenfreno mientras aprieta a su hijo sobre su pecho—. ¡No me hagas más daño! ¡Déjame ir!—¡No niegas que te acostaste con alguien más! Entonces es verdad, que ese hijo no es mío. ¡Es de alguien más! ¡Desgraciada mujer! Mentirosa. ¡Estaba a punto de criar a un hijo que ni siquiera es mío! La pagarás muy caro. La pagarás con sangre, María Teresa. Porque eso es lo que te mereces. Siempres has ido una inutil. Mis hermanas y mi madre tenían razón. ¡No sirves para nada! ¡Cuando estabas en la calle yo te recogí! Y así me pagas, ¡mintiéndome! ¡Diciendo que ese hijo era mío! Ahora —y la arrastró por el brazo mientras María Teresa le pedía que la soltara y la dejara ir—. Ese bastardo también pagará por lo que has hecho. Sabrás que su madre es una ramera, mentirosa y buena para nada. ¡Ambos pagarán…!Antonio se calla al instante porque María Teresa le encaja un golpe de los vidrios rotos de cerveza que han hecho a Antonio colocarse de esa forma. ¡Iracundo y ebrio! No está en sus cabales. Con la amenaza incluso hacia su hijo sus sentidos se nublan. No tocará a su hijo. No lo hará.Con la poca fuerza que le queda María Teresa aprovecha el grito que lanza Antonio para levantarse. Lo aturdió de sobremanera y entre lágrimas y sollozos lo señala.—¡He soportado por años tu abuso! Tus golpes y tus humillaciones. Aquel día que me fui de tu lado por poco me asesinas a golpes. Esas semanas —María Teresa jadea con fuerza, lastimando su garganta. Sin embargo, prefiere cambiar de tema—. Por un instante me sentí plena ese tiempo porque no estaba a tu lado, sufriendo de tus humillaciones. Regresé a ti porque me acostumbraste a la vida que por años tuve que soportar, y me forzaste a estar contigo en la cama varias veces cuando yo no quería. ¡Abusaste de mí de todas las maneras posibles, Antonio! Pero con este niño…no te atrevas a ponerle las manos encima. Es mi hijo, y yo soy su madre. Seas el padre o no ya no me interesa. ¡Y ruego a Dios ahora mismo que así sea…! Que sea de cualquiera menos tuyo. Así no tendrá que ver a un padre que humilló a su madre incontables veces hasta la inconsciencia. ¡Hasta el punto de querer asesinarla...!—¡Sucia desgraciada! Me la pagarás —Antonio se toca la cabeza, llena de sangre. La señala—. ¡Te juro que me la pagarás! ¡Haré de tu vida un infierno! Porque no sabes hacer nada. ¿Y quién te va a querer? ¡Nadie! Porque no eres nadie. ¡Y ese bastardo también! Me cobrarás lo que me debes, con tu vida si es necesario. ¡Ramera…!María Teresa lo avista de sobresalto en cuánto lo ve acercarse con tropezones pero en cuanto lo observa agarrar el cuchillo, saca el aire por el miedo que se apodera de ella. Le hará daño, como siempre lo ha hecho. No puede seguir así.Y una vez cuando está tan cerca que ve su rostro cegado por sus demonios, María Teresa tira una patada hacia su estómago y lo priva rápidamente. Antonio vuelve a caer al suelo.Es ahora o nunca, porque tiene que salir de este infierno. Un infierno que ha vivido por años, y ahora, con la razón de su vida sollozando sobre sus brazos, se arma de valor para escapar de sus garras, de sus maltratos. María Teresa corre por la calle hacia la baja autopista, mientras la lluvia los cubre a ella y a su hijo y no puede ver sino las gotas que caen encima, que nublan la vista. El frío la carcome, pero nada de eso importa. Su desesperación es por su recién nacido, de apenas unos días. Aún está débil por el parto, y no se detiene, corre lo más que puede, sobre la autopista que parece estar muerta, al igual que ella por dentro.—¡Ayuda…! —solloza en cuanto puede divisar la primera luz que observa desde un carro. La lluvia no puede ser de menos ayuda, ya que entrecierras los ojos por las gotas—. ¡Ayúdeme, se lo ruego! ¡Ayuda! —exclama cuando pasa por su lado.El coche nunca se detiene.María Teresa siente desfallecer en cuanto no ve índice de otro coche. Su vida está en sus manos. La vida de su pequeño, cubierto sólo por una ligera manta.—Dios, ayúdame. Mi niño, mi niño —llora en cuánto sabe que la lluvia puede hacer que su pequeño recién nacido advierta de un resfriado, o cualquier enfermedad—. Mi pequeño. ¡Ayuda, por favor! Qué alguien me ayude.De pronto observa otra luz que viene al sentido contrario. María Teresa tiene la voz ronca de tanto gritar, pero por su hijo corre de vuelta hacia atrás y alza una de sus manos, pidiendo por ayuda. Al ver que el coche no se detiene lo observa, rogando por auxilio. María Teresa pierde las esperanzas en cuanto ve al carro alejarse. Baja la mano con resignación y empieza a llorar otra vez.—Me va a encontrar —niega con la cabeza entre su llanto—. Antonio me encontrará en cualquier momento y nos hará daño. Díos Mio apiadate de mí, te lo ruego. ¡Salva a mi hijo aunque sea…!Sin embargo María Teresa se detiene al ver, que de alguna manera, la lluvia la ha dejado contemplar la luz roja que proviene de la parte trasera del coche. Sus ojos se abren con fuerza.El coche se ha detenido.EPÍLOGOCarmen y Maximino Carvajal fueron sentenciados a cadena perpetua por múltiples acusaciones: lavado de dinero, asesinato, extorsión y narcotráfic0 son algunos de las acusaciones que se dijeron el juicio. Y sin ya escapatoria, tanto madre e hijo no volverían a ver la luz del sol por mucho tiempo. Antonio Guiterrez fue condenado a prisión por abuso de menores y maltrato físico. Había sido uno de los secuestradores del pequeño Ángel Torrealba, a quién aprisionaron tratando de salir del país al lado de Leonardo, otro de los tantos extorsionistas que habían mentido con la prueba de ADN al pagar millones. Era cierto que era hermano de Angélica, pero por parte materna. Angélica Rincón también recibió su castigo al ser cómplice de la muerte de su hermana, Magdalena Fuentes y haber sido cómplice de Maximino Carvajal.Amanda Torrealba, también a cadena perpetua, por ser cómplice de la muerte de Magdalena Fuentes, mentir acerca de la acusación contra María Teresa Carvajal, haber sido cóm
Mientras la policía rodea el patio de la mansión de los Carvajal, Amanda sigue caminando hacia María Teresa. Los ojos de María Teresa están abiertos en su totalidad, conmocionada, anonadada, llena de preocupación. Sus manos tiemblan al observar los ojos verdes de su hijo en los brazos de su tía, pero está sano, sólo está tranquilo en aquellos brazos. Su esperanza vuelve al verlo cerca de ella, y María Teresa suelta un jadeo vigoroso al mirar a su ángel. Alza la vista y de inmediato observa los ojos de Amanda, ésta baja la vista hacia su sobrino y un momento después, estira sus brazos para entregalo a su madre. Anonadada, María Teresa siente el cuerpo de su hijo y gime de desconsuelo, como si fuese un sueño, arropando a su hijo con sus brazos, comenzando a llorar por el alivio de tenerlo con ella, de esta manera. —Mi niño —jadea María Teresa en llanto—. Mi pequeño, gracias mi Dios. Mi bebé…—sus ojos vuelven a caer sobre Amanda. —Cuida mucho a Angelito —es lo que dice—, cuídalo
—Nada le sucederá. Nuestro hijo está bien, amor mío. Estará bien y estará junto a nosotros.Cualquier palabra dicha por Luis Ángel en estos momentos no es suficiente, porque dentro de su corazón la esperanza yace al borde del colapso, y ninguna fuerza es capaz de tranquilizarla. Pero su corazón se envuelven con el de Luis Ángel, porque también lo nota tenso, rígido y con facciones preocupadas. Se separan. Una mano de Luis Ángel se acurruca en su mandíbula y cuello.—Escúchame, María Teresa —Luis Ángel le dedica una mirada fija—. Me encargaré de buscar a nuestro hijo y de mandar a ese imbécil a la cárcel. Me parte el corazón verte así pero te pediré que confíes en mí. ¿De acuerdo? Amor.María Teresa descansa su mirada en él, y acaricia su mano. Asiente.—Lo hago —murmura—, confío en ti más que a nadie.Y acerca a María Teresa para besar su frente.—Estoy aquí, cariño. Traeré a nuestro hijo de vuelta.—¡María Teresa! —exclama Eva una vez se dirige hacia los dos—. Por Dios, me diste un
—¿¡De qué hablas, Eva?! —la toma de los brazos.—No consiguen a Angelito por ningún lado. Los policías dicen que la mujer que lo cuidaba estaba tirada en el piso, desmayada. Además, la casa del señor Carvajal está…está…—Roselia —jadea María Teresa—. ¿Qué quieres decir con la casa…?—Está incendiándose —Eva se lleva la mano hacia los labios—. Tu casa se incendia, María Teresa. Luis Ángel me pidió que no te dejara ir y que mucho menos te-María Teresa suelta a Eva y por poco trastabilla hacia un lado. Pero Eva la sostiene mucho antes de que pueda golpearse con la pared.—Mi hijo, mi papá…Siente desfallecer. —Por Dios —jadea. ¿Hasta cuándo? ¿Por qué si hace sólo unos momentos estaba compartiendo con Luis Ángel la felicidad…? Ya no usa el ascensor sino las escaleras mientras Eva la sigue por detrás, gritándole que se detenga.Se monta en el auto y junto a Eva acelera hacia la casa de los Carvajal. Cuando llega, ni siquiera las llamas dejan acercarse a la casa. El fuego devora todo a s
—Soy el hombre más feliz del mundo —Luis Ángel entre lágrimas sonríe—. Me has hecho el hombre más feliz del mundo, mi ángel.María Teresa limpia sus lágrimas y luego deposita otro beso en sus labios.—¿Y en dónde está Ángel? —pregunta María Teresa llena de ilusión, mirando detrás de su hombro y hacia todas partes—. Debemos ir con él, y mostrarles a todos la verdad. ¡Debemos hacerlo! Luis Ángel la mira un momento, tratando de buscar las palabras. —Tenemos qué hablar de eso —Luis Ángel suaviza el tono de su voz, siempre era así con María Teresa. Toma aire antes de hablar—. Leonardo ordenó que se lleve al cabo el caso de la custodia el día de mañana.El rostro de María Teresa cambia por completo cuando oye esto. —¡Es mentira! ¡No pueden hacer eso! —María Teresa niega rotundamente—. Es nuestro hijo, Luis Ángel. Aquí está la prueba de la verdad. ¡Su prueba de ADN es una farsa! Y eso es un delito. —Tenía motivos para luchar por mi hijo, porque nadie me los iba a quitar. Ahora se absten
Ya ha atardecido considerablemente cuando Luis Ángel se dirige hacia el apartamento. Puede descansar por hoy de la compañía, de los accionistas y en sí de todo lo que tenga que ver con la empresa. Trata de llamar a María Teresa pero no contesta, y se sorprende al ver a Roselia con el niño.—¡Señor! —expresa Roselia una vez lo ve entrar a la sala—. Su madre, la señora Torrealba, estaba aquí hace unos instantes. Fue ella quien me dejó al niño.—¿Mamá? —pregunta Luis Ángel con algo de confusión. Toma a Ángel entre sus brazos—. ¿Y María Teresa? —No estaba junto a ella, señor. Dijo que estaba en la clínica, con la señorita Carvajal —Roselia hace saber con tranquilidad—. Señor, debo decirle algo.Luis Ángel deja de ver su teléfono para atisbar a Roselia.—¿Qué sucede?—Es que —comienza Roselia, con gestos nerviosos—. Hoy en la clínica yo fui al baño sólo un momento, y cuando volví había un hombre frente a la señora María Teresa, ¡Incluso la insultó! No pudimos obtener los resultado del niñ
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