Estuve casada durante ocho años y heredé más de diez millones de dólares que mi abuelo dejó para mí y mi esposo, que era jefe de un cartel. Pero justo cuando el abogado hacía el trámite de la transferencia, descubrió que mi certificado de matrimonio era falso. La herencia solo podía ser mía. —Señorita Bardem, el sistema muestra que usted se divorció hace un año. El matrimonio legal de su esposo Federico es con... Angelina Carver. Usted figura ahora como soltera. Es decir, el señor Bianco no tiene derecho a la herencia. Angelina Carver fue la primera novia de juventud de Federico Bianco, con la que viajó afuera. Cuando leí el mensaje que me mandó el abogado, no lo procesé. Resultaba ser que todos estos años, el amor y el cuidado de Federico no eran más que una mentira. Yo había planeado decirle en nuestro aniversario de bodas que estaba embarazada. Después de ocho años juntos, por fin teníamos el resultado que ambos habíamos esperado. Pero ahora veo que quizás él nunca lo esperó de verdad. Mientras acariciaba mi vientre, pensé que no importaba si mis gemelos crecían sin papá. De este lugar lleno de engaños, lo único que quería era huir.
Leer másFederico se volvió un obsesivo.Aunque ya no se presentaba directamente ante mí, en cada lugar adonde iba, él me seguía.Suspiré. Sabía que, si seguía así, no tendría paz.Por eso decidí volver antes de tiempo a casa.Durante el trayecto, evité cruzarme con él y, al final, llegué a mi nueva residencia en Suiza. Ya tenía una nueva dirección y un nuevo número de celular, pero aún así Federico me encontró.Él se plantó en mi puerta, demacrado.Cuando me vio, los ojos le brillaron con alegría.—Camila, por fin aceptaste verme —dijo—. Te estuve buscando todo este tiempo.Lo miré, pero no respondí.—Camila, sé que me equivoqué. Dame otra oportunidad —suplicó—. Los niños no pueden crecer sin papá. ¿Quieres que nazcan sin tener uno?Acaricié mi vientre ya abultado y respondí firmemente:—Aunque no estés, yo puedo criarlos sola. Cuando crezcan, jamás aceptarán a un padre que fue infiel.Federico se puso pálido. Me miró triste. Sus ojos me rogaban.—Camila, ¿me odias tanto? —preguntó con la voz
Al llegar a Suiza, dejé todo atrás.Decidí no volver a pensar en Federico ni en el pasado. Me dediqué a cuidar mi cuerpo y, de paso, a viajar.Esos paisajes me deslumbraron y el aire puro me tranquilizó, así empecé a sentir paz. Recorrí los Alpes y me asombró la grandeza de sus cumbres nevadas.Caminé junto al lago de Lucerna y disfruté su calma. También fui a Zúrich, una ciudad dinámica y próspera.En ese recorrido descubrí la belleza del mundo y empecé a entender qué quería de la vida.Entendí que la vida no era solo Federico; abarcaba mucho más.Antes, mi día a día era monótono.Un día, llegué a un pueblito. Justo celebraban un desfile de Navidad. Las calles brillaban por las luces, llenas de alegría. La gente vestía ropa navideña, reía y bailaba.Me contagié del ambiente y me uní a la celebración. Entre quienes desfilaban vi a una pareja de viejitos. Ellos iban de la mano y sonreían felices.Cuando los vi tan unidos, algo se me movió por dentro.Si no hubiera habido mentiras ni tra
Federico respiró hondo y abrió la puerta.Entonces miró seriamente a Angelina y preguntó:—¿Qué acabas de decir?Ella lo vio y se puso nerviosa de inmediato.—Federico, tú… escuchaste mal, yo no dije nada.Pero Federico no se tragó esa mentira. Entonces miró alrededor y notó que su celular seguía encendido, sobre la mesa.Él se acercó, agarró el celular y vio en la pantalla los mensajes entre ella y yo.“Camila, perra, ojalá te mueras por allá y no regreses jamás. ¿Lo ves? Esta es la sopa que Federico preparó él mismo. Tú en tu vida la probaste. ¡Te lo mereces, siempre estarás sola!”Cada palabra lo hirió como una puñalada.Él jamás imaginó que Angelina fuera así. Ardiendo de rabia, le dio una cachetada.—¡Maldita! ¿Cómo te atreves a tratar así a Camila?Angelina quedó atónita. Se agarró la cara y lo miró, incapaz de creerlo.—¿Federico… me pegaste por esa mujer? ¡No olvides que yo soy la madre de tu hijo!Él se rio y la miró furioso.—¿La madre de mi hijo? ¿Tú? ¿Crees que estás a la
Me fui. Y Federico perdió la cabeza.Mientras cuidaba de Angelina en el hospital, no podía concentrarse.En su mente se repetía una y otra vez la mirada llena de tristeza que yo le había lanzado la noche anterior.Esa mirada nunca la había visto antes. De la nada lo invadió una extraña ansiedad, y casi por instinto, sacó el celular para buscarme.—Federico, quiero una manzana, ¿me la pelas? —La voz de Angelina lo sacó de sus pensamientos.Él miró el celular, luego a Angelina, y al final lo guardó.—Está bien.Esa noche, Federico se quedó en el hospital con Angelina.A la mañana siguiente, volvió a casa. Pero cuando abrió la puerta, se encontró con el vacío. Todas mis cosas ya no estaban.Se quedó quieto un momento y después empezó a buscar desesperado.—¡Camila! ¡Camila! —gritaba sin parar, pero nadie contestó.Revisó cada habitación, sin encontrar ni una sola señal de mí. Nervioso, agarró el celular y empezó a marcarme una y otra vez.Sin embargo, mi celular ya estaba apagado y tampoc
Esa noche, Federico llevó a Angelina a casa y cocinó él mismo.Durante la cena, él no dejaba de servirle sopa y ponerle comida en el plato, sabía bien lo que le gustaba.—Angelina, esta sopa ligera es justo lo que te gusta. Mira, tu pescado favorito, come más, te va a hacer bien.Vi lo mucho que la consentía y no pude evitar que se me llenaran los ojos de lágrimas.Bajé la cabeza y comí en silencio.No podía reaccionar; no podía dejar que Federico notara que yo ya no era la misma. Si se enteraba de que planeaba irme, no me dejaría salir.Y, además, ahora yo también llevaba a su hijo en el vientre, y era algo que no podía decirle…—Federico, ¿no crees que la señorita se podría molestar por cómo me cuidas? —preguntó Angelina, mirándome y fingiendo inocencia.Federico se sorprendió, y se apresuró a contestar:—Ella no se va a molestar. Angelina, estás embarazada, tienes que comer sano. Camila también es mujer, puede entenderlo.Bajé la cabeza sin decir nada, sin mostrar ninguna emoción en
Por suerte, la caída de Angelina no fue grave. Después de una revisión rápida, Federico la llevó de regreso a la habitación del hospital.Me quedé en la puerta y vi a Federico ir y venir mientras cuidaba a Angelina. Me sentí como una intrusa.—Federico, deja que la señorita pase —dijo Angelina en voz baja desde la cama.Él me miró de reojo, pero enseguida volteó a otro lado.Respiré hondo y entré a la habitación.—Señorita, no se enoje con Federico —dijo Angelina, recostada en la cabecera. Estaba pálida.—Fui yo la que le pidió que te llamara. Hay cosas que tenemos que hablar bien claro.Me mordí los labios sin decir nada.Federico se sentó a mi lado y me agarró la mano. Se le notaba la culpa. Movía los labios como si quisiera hablar, pero dudaba.—Camila, hay algo que quiero decirte.Se detuvo un segundo y luego siguió:—Angelina y yo nos volvimos a ver en una cena de negocios. Un socio quiso obligarla a tomar y yo me metí. Al final, los dos tomamos de más y pasó lo que pasó. Este niñ
Último capítulo