8. "Apuntar al corazón".
Soledad lo miró con sospecha. Algo no encajaba.
¿Y si Elian también era parte de todo esto?
Él usaba botas militares… igual que las huellas. Qué casualidad: cuando él está, el acosador no viene. Cuando se va, aparecen.
Su corazón se aceleró. Se levantó de golpe y corrió a su habitación.
—Pobre chica… ya está perdiendo la cabeza —murmuró Elian, sin moverse del sofá.
Segundos después, Soledad regresó. Tenía un rifle entre las manos. Lo apuntó directamente a la cabeza de Elian.
—¿Qué demonios te pasa? —preguntó él sin moverse ni un centímetro.
Ella temblaba. Sus ojos estaban inyectados de furia.
—¡Deja de fingir! ¡Te dispararé si no te largas de mi casa, maldito pervertido!
—¿Pervertido yo? —bufó Elian—. Pensé que eras más lista, pero ya veo…
Se levantó con calma, mirándola a los ojos.
—¿De verdad crees que si quisiera hacerte daño no lo habría hecho ya? ¿Cuántas veces estuviste sola conmigo? —dio un paso al frente—. Y otra cosa… podrías apuntarme todo lo que quieras, pero puedo desarm