Romeo Scavo es un millonario viudo que se ha quedado solo con su hija de cinco años, su corazón se ha vuelto frío y receloso, no se ha vuelto a enamorar, y no quiere hacerlo, su vida se ve alterada cuando conoce a Caroline, una hermosa y humilde muchacha que lucha por mantener a dos hermanos huérfanos, por lástima, la contrata en su casa como empleada de servicio, pero poco a poco es evidente que la atracción entre los dos crece. Para evitarle complicaciones a sus sentimientos y a los de ella, le propone dejar de ser su empleada como servicio, para pasar a ser su novia bajo contrato. ¿Podrá Caroline doblegar el corazón del millonario que está cerrado al amor romántico? —¿Novios? —Sé que no nos conocemos bien y que hasta ahora solo hemos tenido una relación de jefe y empleada, pero hay una atracción evidente entre los dos, nos gustamos y no quiero andar escondiendo nada de nadie, menos en casa. —¿Me estás pidiendo ser tu novia ya? Apretó los labios, parecía inseguro de contarme todo, no me esperaba lo que saldría de su boca. —Sería bajo un contrato, la relación sería real, pero no quiero confusiones, ni malos entendidos, eres muy joven, de origen muy humilde, necesito junto a mí a cierto prospecto, y no lo eres, pero es contigo con quién quiero intentarlo, mi hija te adora. Sentí un peso en el pecho, y ganas de llorar, curvé mis labios hacia abajo, no era nada romántico lo que me decía. —Nunca he tenido novio, no sé qué esperas, ¿cómo quieres que actué?, no entiendo nada.
Leer másUn hombre viudo y rico con una hija, se cruza con una huérfana que cuida a sus dos hermanos menores, él es importante e imponente, ella una chica harapienta, pero sus vidas se cruzarán irremediablemente.
Caroline.
Desperté tras haber dormido solo dos horas, no podía dormir pensando en que el día lunes era la fecha límite para inscribir a mis hermanos en la escuela y que ya era sábado, pasé saliva y cerré los ojos a punto de llorar, solo tenía granos blancos en la nevera preparados para darles y en lo que el contenido de esa olla se acabara no tendría más comida para ellos.
Ya no tenía a quien más pedirle dinero prestado, había pedido mucho y había quedado mal porque no conseguía trabajo, limpié mis lágrimas y me exigí levantarme, debía ir a la calle y conseguir algo de dinero para la comida, ya vería como haría para inscribirlos en el colegio, aunque ya nadie me quería prestar más dinero.
Limpié mis dientes sin pasta dental y corrí a la cocina a calentar y remojar el poco pan que quedaba que ya estaba duro, lo calentaría un poco para cuando los chicos se levantaran: Alan, de ocho, y Lucy, de seis, eran mi vida y tenía una gran responsabilidad con ellos. Me espantaba la idea de perderlos, no podía mantenerlos, pero de cara al mundo ellos estaban bien.
Cuando el pan estuvo tibio, los fui a despertar, Alan entreabrió sus ojos y me sonrió, me abrazó y saltó de la cama, estaba emocionado, contaba los días para ir al colegio y mi estómago se empequeñecía, yo solo podía pensar quizás no podría inscribirlo, Lucy ya estaba despierta y jugaba con su única muñeca echada en el piso.
—Vamos a comer, niños.
—Caro, me quiero limpiar los dientes, pero no hay crema —dijo Alan enseñándome el maltrecho envase ya sin nada.
—Apriétalo un poco más.
—No sale nada, ¿lo boto?
Corrí y tomé el tubo de crema y lo apreté con todas mis fuerzas, salió un poco de crema que eché sobre su cepillo, él sonrió y comenzó a cepillarse.
—Ahora tú, Lucy, ven.
La niña se levantó y buscó su cepillo, le eché el último poquito que salió y aun así no boté el tubo, buscaría una tijera y lo cortaría para sacar lo último que pudiera sacar.
Tras cepillarse los dientes los llevé a la cocina y les serví el pan recalentado en unos platos y le eché un poquito de chocolate de un tubo pequeño que compré en el abasto, se emocionaron al ver el chocolate, aunque era poco.
—¿Y tú? —preguntó Lucy.
—Ya comí —mentí, ella sonrió y canturreó una canción mientras se comía su pan viejo recalentado cubierto de chocolate.
Mientras comían, llamé a mi amiga Esmeralda.
—Amiga, buenos días, ¿Cómo estás? —pregunté deseando hablar rápido, solo me quedaban unos minutos de llamada y muy poquito saldo.
—Hola, Caroline, ¿Cómo estás?
—Bien, soy yo de nuevo molestando: ¿puedes prestarme unos veinte dólares hasta mañana?
—¿Por qué me dices hasta mañana si sabes que no me los vas a pagar?, no tengo dinero ya, Caroline, no puedo prestarte más, de verdad me da cosa contigo, pero no tengo más.
—Entiendo, vale, gracias, espero que todo esté bien.
—Tienes que buscar trabajo, entiendo que tengas dos niños bajo tu cargo, pero no son responsabilidad de nadie más, nadie tiene porque darte dinero y ayudarte ¿Lo entiendes?
—Sí, no he conseguido nada, sé que me has ayudado y ya abusé mucho de ti, lo entiendo.
Suspiró.
—Hay un trabajo, no te dije por qué sé que no eres así, pero es como puedo ayudarte ahora.
—Trabajaba de limpieza en la óptica, sabes que haré lo que sea.
—Esto no es como limpiar, bueno sí, pero no. Es ser del servicio en fiestas a dónde van los ricos con gustos perversos, como entenderás no pueden estar recogiendo vasos, sirviendo tragos, trapeando lo que se ensucia, eso lo hacen unas chicas que contratan para eso, igual debes vestirte muy sensual e ir bien maquillada, por noche pagan sesenta dólares, no es más que esperar a ver si te necesitan para limpiar un vómito o recoger vidrios rotos.
—Me apunto, con sesenta resuelvo al menos la comida de los peques para mañana.
—Anota la dirección, ve y di que vas de mi parte.
—Gracias, amiga, siempre puedo contar contigo, cuando esté bien te compensaré, lo prometo.
Emocionada le pedí a los niños que se quedaran mirando la TV calladitos en el cuarto, los encerré y salí a la dirección que me dio mi amiga, no me gustaba dejarlos con nadie porque si se les iba la lengua y decían que no teníamos comida quizás me los quitaban, aseguré bien la casa y me apresuré, gasté lo último que tenía en pasaje, no era lejos, me hice la loca para no pagar porque lo necesitaría de regreso. El chico no se dio cuenta de que no me cobro y me dejó bajar sin cobrarme, respiré aliviada, pues con ese pasaje me regresaría.
Toque a la puerta del bar y me abrieron, un hombre alto me miró de arriba abajo y me dejó pasar cuando le dije que iba de parte de Esmeralda, me hizo pasar a una oficina, me asuste porque no había nadie más y el lugar era oscuro, pero no tenía opción, era la única oportunidad de empleo disponible, recé a Dios para que no me pasara nada malo.
El hombre entró a la oficina, encendió la luz, pude verlo bien, era apuesto y joven, con aspecto de mal encarado, suspiró y me miró atento por unos segundos sin hablar.
—He trabajado con Esmeralda ¿Qué específicamente te dijo que busco?
—Alguien que limpie.
Hizo una mueca con la cara.
—Sí, pero no es como limpiar este bar, ya tengo quien haga eso.
—Sí, ella me dijo que era en fiestas especiales.
—Exacto, hay clubs privados nocturnos a los que van hombres y mujeres a pasarla bien, necesito chicas que estén ahí para ocuparse de las cosas desagradables que ensucien el lugar.
—Yo puedo hacer eso.
Chasqueó la lengua y negó.
—No sé, es que las chicas que hacen eso lucen de cierta forma, ¿me entiendes? Y no te ofendas, pero no estás muy bien arreglada, no eres fea, pero estás muy pálida y delgada. No eres el tipo de chica que me interesa para esto, tengo un nivel alto, las chicas son todas muy hermosas y bien arregladas.
—Entiendo, si me maquillo bien puedo pasar por linda.
Sonrió y negó.
—Te seguirán faltando unas cuantas operaciones, ¿al menos tienes todos los dientes?
Abrí la boca para mostrarle, asintió. Gracias a Dios no había perdido ninguna pieza dental.
—Puedo hacerlo, puedo trabajar tras bastidores y cobrar menos, no será necesario que nadie me vea, puedo ser la de limpieza, de las de limpieza la que haga el trabajo más cochino que ninguna quiera hacer.
Se quedó mirándome y suspiró.
—Está bien, me agradas por alguna razón, cobrarás treinta por noche cuando salga algo, te bañas, te vistes, te maquillas, pero no sales a donde están las otras chicas, y mucho menos a donde estén los clientes, te quedas limpiando vasos, sirviendo los tragos que ellas llevarán recibiendo la mercancía que si botellas y eso, sacando las ratas ¿De acuerdo?
—Sí, gracias, muchas gracias, no sabes cuánto se lo agradezco.
—Anota aquí tus datos, te llamaré cuando se dé el primer evento de esta temporada.
Temía preguntar si era un prostíbulo, necesitaba el dinero, mi moral estaba afectada, pero necesitaba alimentar a mis hermanos, él pareció adivinar mis pensamientos.
—No es como una casa de citas, es algo más sofisticado, por eso no me sirves para lo principal, es un club de fetiches, las chicas que van practican bondage y otras cosas, también hay clientas, las chicas no cobra, es un lugar de encuentro, mi ganancia la saco de la venta de bebida, y de la membresía que pagan por estar allí.
—Entiendo, está bien.
—Arréglate el cabello, se te ve sin vida, no quiero que las chicas se lleven mala impresión.
—Lo haré.
Salí de allí contenta a casa, cuando llegué el señor dueño de la pieza, me esperaba, tocaba la puerta y ya había sacado las llaves que abrían, me tensé, pues mis hermanos estaban allí.
—Señor Marcos.
—Mi pago, mijita, los reales. Dos meses atrasada, me debes ochenta ya, y no dejo que nadie me deba tanto, pero como vives dando lástima, tengo consideración, pero te aprovechas, no podrás estar más aquí, ve buscando para donde irte.
—Ya conseguí trabajo, le voy a pagar —dije, aunque sabía que lo que ganaría no me alcanzaría para pagarle.
Asintió.
—Así llevas diciendo un rato. Que de mañana no pase, ya basta.
Pasé saliva y me apresuré a entrar a la casa, corrí al cuarto, mis hermanos estaban abrazados, acurrucados en el piso y temblando de miedo.
—Estaban tocando la puerta, no abrimos.
—Está bien, ya llegué, ya estoy en casa, todo estará bien.
Cerré los ojos y supliqué a Dios para que me ayudara, estaba a punto de colapsar, no soportaba más, mis hermanitos no merecían eso.
Escuché un ruido afuera del despacho, asumí que ya habían llegado Caroline y Arturo con los niños, salí del despacho y los vi, Alan, Lucy y Ximena daban vueltas, abrazados alrededor del lugar, sonreí pensando que eso era la felicidad.Caroline y yo cruzamos miradas, volvió la mirada a la escena.—Hola, niños —grité.—¡Hola! —gritaron en respuesta.Ana se acercó a saludarlos con cariño a los cuatro, Arturo la apartó.—Por favor, hazte cargo de ellos.Caroline se acercó a mí.—Debemos hablar de tu hermana —dijo con gesto serio, casi con rabia contenida.—Claro, claro, vamos a mi despacho.Pasaron delante de mí, Caroline se sentó junto a Arturo, y no pude contener mi corazón celoso, ella se sentía en confianza con él, ahora más que conmigo. Podía entenderlo, pero no podía dejar de pensar que si algo surgía entre los dos, sería porque los arrojé en los brazos del otro.Arturo suspiró hondo.—Viridiana estuvo hoy en casa de Caroline, no sé cómo consiguió la dirección, pero nos amenazó, y e
Arturo llegó con regalos para todos, Lucy y Alan estaban felices de verlo, así como también lo estaba yo.Me abracé a él por largo rato, me separó de su cuerpo y me sonrió.—De aquí voy a ir a ver a mi sobrina, y a Romeo —dijo y suspiró hondo, le sonreí y tomé su mano.—Ya todo se aclaró, sabe que no le mentimos.—Lo sé, me lo dijo, me pidió perdón, le dije que no se preocupara, que ahí junto a él me iba a tener como siempre, porque quiero ver que mi sobrina esté bien, y esas personas junto a él no son buenas.—¿Se supo quién más estaba involucrado? Creo que le preocupaba que sus padres estuvieran metidos en todo.Arturo suspiró hondo una vez más y apretó los labios.—Mason, Romeo está destrozado, no solo era su abogado, su colaborador de confianza, era su amigo, fueron amigos por muchos años.—No lo puedo creer. Me pareció que casi no iba a la casa desde que mudé.—Estaba confabulado con Viridiana. —Romeo debe estar muy molesto.—Lo siguiente de molesto, y dolido. Aún no los enfrent
Aún estaba aturdido por la información que me dio el investigador.Tomamos la comida todos juntos como una familia como si nunca se hubiesen ido.Traté de relajarme, pero no podía dejar de pensar en que fui un idiota, un imbécil y que actué de la peor forma que pude haber actuado, cegado por los celos, me negué a creerle a ella, a la mujer que amaba.—¿Pasa algo? —preguntó Ana.—No, estoy bien —respondí, ella sonrió de medio lado y señaló a Caroline.—Las oportunidades hay que aprovecharlas.Le sonreí de vuelta, el corazón se me achicó más, Ana era ajena a la estupidez tan grande que cometí con Caroline y Arturo, no tendría cara para verlos, de pronto todo tuvo sentido: Viridiana, y Valentina lograron sembrarme dudas que no tenía.Lucy suspiró hondo con los ojos cerrados.—Amo, amo esta casa, y a mi hermanita Xime, no debimos irnos nunca, nunca, nunca de aquí.Todos estallaron en risas, menos Caroline, la miré, bajó la mirada, se mostró incómoda.¿Qué hice?, me pregunté, tenía a la fam
Me desperté sobresaltado al oír el ruido de una bolsa, al abrir los ojos vi a Alan tomando algo de la bolsa de comida, me sonrió.—Buenos días, Romeo, gracias por la comida, está rica, guardé algo para ti.—Buenos días, gracias, pero no hace falta.Moví la vista por la habitación, se abrió la puerta del baño, Caroline salía de allí amarrándose el cabello en una cola alta, miré hacia la cama de Lucy, estaba sentada viendo concentrada algo en el teléfono de Caroline.—Buenos días, no quise despertarte —dijo Caroline sonriéndome.—Gracias por no hacerlo, pero ahora me duele la espalda.Nos reímos, Lucy apartó la vista del teléfono.—Hola, ¿y Ximena? ¿A qué hora llega? ¿Dónde está Ana?, me enfermé y ninguna vino.Me eché a reír.—Buenos días, princesa, ya llamo para que las traigan.—Sí, qué bueno, por fin —grito emocionada.Miré a Caroline.—Supongo que está mejor.—Solo espero a la doctora de turno para que le dé el alta, me confirmaron que está todo bien.Llamé a casa para preguntar por
Sentí una punzada intensa en el pecho, pasé saliva. Sentí vergüenza de haber usado su seguro sin avisarle, pero era tarde, pensé en hacerlo en la mañana.—¿Están bien? —preguntó con tono de angustia.—Sí, Lucy presentó fiebre y la traje a la clínica, tuve que usar tu seguro, prometo pagarlo todo, pero no estaban recibiendo emergencias en el hospital más cercano y el otro estaba muy lejos, no quería que convulsionara.—No tienes que darme explicaciones, ni devolver nada, el seguro es para eso y ya estaba pago, me alegra que pudieras contar con eso, ¿Están en la clínica del centro, cierto? ¿Ya Lucy está bien?—Sí, gracias, estamos aquí, Lucy ya descansa sin fiebre, le harán algunos exámenes, quizás la pueda llevar a casa mañana mismo.—Están en la clínica aún, entonces.—Sí, está en observación.—¿Y Alan?—Aquí dormido en mis piernas. No lo podía dejar solo, y es tan maduro, ahora caigo en cuenta de que lo desperté e hice que me ayudara con Lucy como si fuera un adulto, es solo un niño.
Una semana después.Llevé a los niños a la escuela caminando, lo que me sirvió para distraer a Lucy con las cosas que veíamos en el camino, estaba muy triste y casi no quería comer, sabía que era por haberla separado de Ximena, no hablaba con Romeo, pero sí con Ana, y ellos estaban igual con la niña.Hablaba todos los días con Arturo, quien seguía dándome apoyo moral desde la distancia, y contaba con el de Esmeralda y Ana, debía sentirme feliz de tenerlos en mi vida.Cada día era un reto difícil de superar, tenía que hacer a un lado mis sentimientos, ignorar lo humillada y dolida que me sentía, para poder salir y dar la cara por mis hermanos, pero esa fue la lección que me dejó toda la situación: debía valerme por mí misma, no podía esperar depender de nadie, porque yo era la única persona con la que contaban mis hermanos.Comencé a ser más consciente, incluso con mi salud, empecé a cuidarme más, debía estar bien para ellos.Seguía estudiando, y trabajado en la universidad: atendía la
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