15. "Lo que no se dice, quema"
El departamento estaba en penumbra, el silencio solo interrumpido por el tenue zumbido del refrigerador. Afuera, la lluvia golpeaba los cristales con furia, como si intentara arrastrar todo lo que quedaba en pie.
Soledad se revolvió entre las sábanas, incómoda. No podía conciliar el sueño. El cuerpo le ardía en ciertas zonas, como si aún llevara las huellas invisibles de todo lo que había pasado, y las vendas en sus muñecas la hacían sentirse aún más frágil de lo que quería admitir. Tenía sed, pero más que agua, necesitaba respirar, moverse, sentir que seguía viva.
Con cuidado, se incorporó. La camiseta de Elian que usaba le llegaba a medio muslo. Caminó descalza por el pasillo frío como si estuviera en casa… aunque sabía que no lo estaba. Aún no.
Llegó a la cocina. Mientras servía el agua, un sonido la hizo voltear.
—Pensé que ya dormías —dijo Elian desde el umbral, con la voz más grave de lo normal, cargada de algo que no supo identificar.
Soledad lo miró. Estaba sin camiseta,