13. “¿Qué rayos te pasa, Elian?”
Jenny se sintió consumida por una furia descontrolada que la impulsaba a lanzarse con violencia hacia Soledad.
Sus pasos eran decididos, su mirada, un relámpago de odio. En medio de su arrebato colérico, Elian la sujetó con firmeza. Jenny se revolvía entre sus brazos como una fiera herida, lanzando improperios, pataleando y soltando golpes al aire en su intento desesperado por soltarse.
—¡Maldita zorra! ¡Te crees muy lista, ¿verdad?! —gritaba, mientras su voz rasgaba el silencio de la casa como cuchillas.
Sin más, Elian la levantó en peso. Cargó con ella hasta la puerta y la sacó de su casa, no solo físicamente, sino también expulsando de su espacio aquella carga emocional sofocante que Jenny arrastraba consigo como un veneno.
Desde fuera, se escuchaban los gritos y maldiciones que Jenny escupía entre lágrimas y rabia. Los vecinos, otra vez, eran testigos de una escena bochornosa, incómoda, demasiado escandalosa para pasar desapercibida.
Minutos después, Elian regresó. Cerró la puerta